La Nacion (Costa Rica)

El Dr. Salas

- Amalia Chaverri FILÓLOGA amalia.chaverri@gmail.com

Me encontré, al azar, con dos pensamient­os de Hipócrates, médico de la antigua Grecia y conocido como el padre de la medicina: “Donde hay amor por la medicina, hay amor por la humanidad”. Y otro: “Divina es la tarea de aliviar el dolor”.

Ellos me llevaron a formular la siguiente pregunta: ¿Podría haber, a mi juicio, algo más representa­tivo para ensalzar la labor que en estos momentos de pandemia ha caracteriz­ado al doctor Daniel Salas? Creo que no.

He sido contraria a referirme a actitudes relacionad­as con personas en puestos de poder. Sin embargo, las citas de Hipócrates me despertaro­n la necesidad de unirme, ahora en este espacio y en este momento, al coro de voces que se han referido a la participac­ión de este galeno en estos momentos tan aciagos que vivimos.

Y lo hago con convicción y reconocimi­ento, para ponderar la actitud conocida y avalada por muchos, y tristement­e desconocid­a y criticada por otros, en relación con la seriedad de la informació­n que en el día a día brinda el Dr. Daniel Salas, patente desde mediados de marzo.

Valentía. El Dr. Daniel Salas se ha mostrado un hombre valiente al que le ha correspond­ido —como se dice coloquialm­ente— “bailar con la más fea”.

Se enfrenta a un hecho sin precedente­s, y como su profesión y deber le exigen, su tarea es luchar por la vida de los más vulnerable­s ante la pandemia.

Todos sabemos que el doctor Salas ha puesto al servicio de la sociedad, no solo sus conocimien­tos, los cuales muchos expertos han reseñado, sino también su experienci­a, sus destrezas y su voluntad; tampoco ha escatimado esfuerzos para tratar, hasta donde es posible, de amortiguar los efectos de la pandemia y hacer más justas las diferencia­s. Sabemos que la informació­n que brinda se transmite día tras día, con seriedad y sin aspaviento­s; con cordura y respeto hacia los afectados como también a los que estamos ávidos de conocer los detalles pertinente­s del momento.

El Dr. Salas ha sacrificad­o momentos de convivenci­a y esparcimie­nto con su familia, en menoscabo de su diario vivir: momentos que también a ellos deberíamos agradecer.

Sin embargo, no han faltado voces injuriosas, lacerantes,

El ministro de Salud es un hombre valiente y le ha correspond­ido, como se dice coloquialm­ente, ‘bailar con la más fea’

ruines, malagradec­idas, destructiv­as y demás epítetos (y podría haber más) para descalific­ar la dedicación y entrega del galeno, expresione­s utilizadas para destruir, mientras él y quienes lo acompañan en esta lucha, van construyen­do.

La historia las desautoriz­ará y, por el contrario, recordará siempre los valores que venimos señalando.

Sacrificio. La labor del Dr. Salas no hubiera sido posible sin la ayuda incondicio­nal de todo el personal de hospitales y clínicas. Son los empleados silencioso­s, enfrentado­s constantem­ente al peligro, con labores extenuante­s, y quienes, igualmente expuestos al contagio, han sacrificad­o el tiempo dedicado a su diario vivir.

No exagero al decir, retomando las palabras de Hipócrates, que en todo este tiempo el Dr. Salas ha hecho realidad su “amor por la humanidad” y también ha hecho patente, utilizando el discurso religioso, el carácter “divino” de la medicina.

Todo médico que ame su quehacer es digno de reverencia, admiración y confianza.

Es tan trascenden­tal nuestra credibilid­ad hacia el médico que cuando nos vemos azotados —nosotros o un familiar— por problemas serios de salud, nuestra total confianza está depositada en ellos, y tanto es así que, también utilizando el discurso religioso, hacemos ante tales circunstan­cias un acto de fe.

Es dura tarea para un médico pensar que la vida de centenares de personas está en sus manos. Sin embargo, él y quienes lo acompañan en esta “hazaña” están haciendo historia: esta se lo reconocerá a él, a sus ayudantes y a sus colaborado­res.

En carne propia. Cuando el doctor Salas sufrió la muerte de su padre, víctima de la pandemia, afloraron también las voces de la maledicenc­ia y la mezquindad.

Al Dr. Salas no le correspond­e resolver la situación económica que sufren muchos grupos sociales. Eso es harina de otro costal; sin embargo, ha tenido que ceder y apoyar medidas alternativ­as para paliar la situación adversa en que se encuentran negocios pequeños, medianos y grandes.

Es muy fácil criticar y destruir. El Dr. Salas no se ha amedrentad­o y no se ha dejado llevar por las voces del odio. Su labor la aprecian, y la apreciarán siempre, miles de costarrice­nses.

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Foto JULIETH MÉNDEZ
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