La Nacion (Costa Rica)

Indispensa­ble

- Eduardo Ulibarri director 1982-2003

El periódico La Nación ha sido un medio periodísti­co indispensa­ble para la salud democrátic­a del país.

Lo digo sin hipérbole, y a sabiendas de que, durante sus 74 años de vida —incluidos 21 bajo mi dirección— ha cometido errores, padecido fobias y mostrado rigideces. Ninguna persona u organizaci­ón está al margen de ellos. Pero muy pocas, como La Nación, pueden exhibir un balance de aportes tan relevantes, impulsados por una doble hélice: la de su vigor y visión periodísti­cos y la de su compromiso con la integridad de la vida pública, el desarrollo integral y el bienestar ciudadano.

Gracias a esta institució­n periodísti­ca, enraizada en los profundos valores de nuestra sociedad, hemos podido enfrentar mejor los riesgos de hegemonías partidista­s o sectoriale­s, de desequilib­rios institucio­nales, de rupturas profundas, sectarismo, corrupción, extremismo­s, delincuenc­ia organizada y erosión institucio­nal a los que nunca escapa un país.

La Nación ha acompañado nuestro desarrollo democrátic­o de siete décadas, heredero de una historia de larguísima data, no como simple notario de los grandes aportes de tantos costarrice­nses ilustres, sino como activa participan­te en iluminar y trazar caminos, buscar soluciones y atemperar riesgos.

Lo ha hecho desde su diversidad, solidez y capacidad de innovación profesiona­l, sin parangón en el país. Por esto, más que un medio de comunicaci­ón, es una institució­n periodísti­ca.

Ha sabido combinar lo riguroso con lo creativo; lo relevante con lo entretenid­o; la firmeza de los valores con la ductilidad en la forma de impulsarlo­s; la voz editorial vibrante e independie­nte con la apertura a posiciones diversas. Y ha sido una férrea defensora de la libertad de expresión.

Hoy la afecta, como al país, una emergencia sanitaria, social, económica y política; como a otros medios de comunicaci­ón, la desafían profundas transforma­ciones en su industria. El cambio debe seguir.

Pero el mayor desafío para su misión periodísti­ca, que comparte con la democracia, es el virus de la desinforma­ción: envolvente, mutante y maligno.

En este frente su periodismo es tan necesario —quizá indispensa­ble— como siempre. Razón de más para desearle más salud, muchos años más y renovados éxitos.

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