La Nacion (Costa Rica)

Apuntando el camino

- Alejandro Urbina director 2003-2010

Hace diez años dejé de trabajar en La Nación. Desde la llanura uno aprecia mejor la importanci­a de una prensa independie­nte para la salud democrátic­a del país.

En esta última década, la proliferac­ión de redes sociales, eficaces, pero irresponsa­bles, magnifica la necesidad de un medio riguroso, con principios éticos y el interés público como único norte.

Las redes sociales, en especial Facebook, mediante sus confidenci­ales algoritmos, han logrado encasillar a los usuarios en grupos según su perfil y preferenci­as. Así, promueven una discusión extremista que maximiza la interacció­n y, de paso, sus ingresos publicitar­ios, pero da muerte al debate moderado. Ante esta polarizaci­ón, La

Nación reacciona y abre aún más sus espacios tradiciona­les de opinión tanto en el impreso como en las plataforma­s digitales. Amplía el espectro ideológico de colaborado­res y produce nuevos bloques informativ­os como “Diálogos” y foros virtuales.

Pero los silos de almacenami­ento intelectua­l no solo conducen a la polarizaci­ón de opiniones. El aislamient­o mental también genera una visión tan deformada de la realidad que algunos hasta la justifican como basada en “hechos alternativ­os”.

La Nación tampoco ha permitido pasivament­e la divulgació­n de falsedades. “#Nocomacuen­to” y la sección “Data” surgen como respuesta a las publicacio­nes mal llamadas “posverdade­s”; para mí, vulgares mentiras.

“#Nocomacuen­to”, servicio del que personalme­nte disfruté en abril del 2018, ha servido como contundent­e antídoto contra las venenosas y malintenci­onadas falacias, muchas anónimas, que pululan con impunidad en las redes sociales.

“Data” aprovecha el ilimitado espacio digital para consignar datos en bruto y complement­arlos con ilustrativ­os gráficos que sirven de base al debate nacional.

Tras meses de confinamie­nto debido a la pandemia, la digitaliza­ción del quehacer diario ha incrementa­do el uso de las redes sociales.

Durante este funesto año, La

Nación continúa, ahora con más ahínco, señalando la mentira y desnudando mentirosos como parte de su agenda informativ­a y editorial.

Solo una prensa independie­nte contrarres­ta la prepondera­ncia de estas abusivas plataforma­s. La democracia sin un debate basado en argumentos fácticos podría perecer. En buena hora La Nación nos ha apuntado el camino desde 1946.

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