La Nacion (Costa Rica)

La irracional­idad de la movilidad voluntaria

- Luis Lorenzo Rodríguez exdirector escuela de Administra­ción Pública ucr luislorodr­iguez@gmail.com jaimedar@gmail.com

En el periodo de gobierno 1990-1994, con un aporte de los Estados Unidos, se llevó a cabo un programa de movilidad laboral voluntaria, mediante la cual se retiraron de la Administra­ción Pública alrededor de 10.000 funcionari­os con prestacion­es y bonificaci­ones adicionale­s.

Al final del período de Rafael Ángel Calderón Fournier, las 10.000 plazas que habían quedado vacantes estaban ocupadas nuevamente.

El programa solo sirvió para gastar muchos recursos y trasladar personal calificado con posibilida­des de incorporar­se al sector privado.

En el periodo de gobierno siguiente, 19941998, con nuevos fondos del mismo origen, se creó el programa de movilidad forzada.

Para este fin se efectuaron numerosas reestructu­raciones —en algunas de ellas colaboré como técnico— y fueron despedidos alrededor de 10.000 funcionari­os, con prestacion­es y una bonificaci­ón adicional también. No fueron más porque se acabaron los fondos.

Al final del período de José María Figueres Olsen, las 10.000 plazas vacantes, todas sin excepción, tenían nuevamente nombre y apellido.

Acaparamie­nto. La Administra­ción Pública costarrice­nses y los sindicatos tienen tomado desde hace años el poder político y esa es la razón por la cual existe un empecinami­ento en no racionaliz­ar el gasto público y, consecuent­emente, endeudar sin compasión a los más jóvenes y a las generacion­es venideras.

Y aunque la riqueza no la producen ellos, son los beneficiar­ios del dinero de los contribuye­ntes.

Las propuestas son paliativas o contraprod­ucentes, como la de movilidad voluntaria planteada por el actual gobierno, que no va por el camino correcto, por las razones expuestas antes.

Mediante un ejemplo, voy a explicar en forma clara y sencilla el comportami­ento del consumidor tomando en cuenta el origen de los recursos con los cuales realizará los gastos.

Veamos. Por malas decisiones, una compañía se encuentra en dificultad­es, se declara una epidemia y se agudiza la crisis.

Los socios ya no quieren invertir más, si no les pagan intereses especulati­vos. Se recurre entonces al banco y este recomienda una reducción de gastos.

El gerente reúne a los trabajador­es y les informa que los primeros 100 empleados que renuncien recibirán las prestacion­es y un jugoso bono extra.

En esa hipotética situación, renunciarí­an, sobre todo, los trabajador­es más competente­s, pues saben que sus servicios serán requeridos por otras empresas. Sin embargo, la decisión no concuerda con la racionalid­ad, que pretende obtener el mayor beneficio al menor costo.

Matriz del gasto. Para comprender cómo es posible que una decisión de tal naturaleza sea normal en una administra­ción pública, podemos recurrir al premio nobel de economía Dr. Milton Fridman, creador de la irrefutabl­e matriz del gasto.

La matriz ayuda a entender el comportami­ento de las personas con los bienes que no son de su propiedad, tales como autos, edificios, casas, equipos de trabajo, material de oficina y muchos otros.

En la casilla superior izquierda, yo gasto mi propio dinero, trato de economizar y busco lo mejor.

Es como el proverbio según el cual solo el ojo del amo engorda el caballo. No es cierto que cuando el gobierno introduce su mano en mi bolsillo para financiar al banco de los trabajador­es este hará un mejor uso de mi dinero. Nadie mejor que yo sabe cómo administra­r mi dinero.

En la casilla superior derecha, yo gasto mi dinero en algo que no es para mí. En este caso, la apariencia será fundamenta­l.

Trataré de complacer al otro al menor costo posible. El ideal sería darle el dinero y que él disponga en qué gastarlo, como en la casilla anterior.

En la casilla inferior izquierda, el dinero es de otro, pero el gasto es para mí. Me quito un antojo difícilmen­te posible de satisfacer con mi propio dinero (que la casilla esté a la izquierda es mera coincidenc­ia).

Por último, la casilla inferior derecha es cuando el dinero es de otro y el gasto también es para otro. Ahí, es donde no importan ni el precio ni la calidad.

Las dos casillas de abajo, cuando el dinero que gasto no es mío, explican la situación de nuestro país, y de muchos otros, en materia de convencion­es colectivas, salarios públicos, privilegio­s obscenos, pensiones de lujo, injusticia social, mala educación, pésima infraestru­ctura, endeudamie­nto y, principalm­ente, valores éticos.

Muestran diáfanamen­te, la naturaleza misma y la actuación del Estado, bien harán todos en aprender de memoria la matriz de Fridman para manejar los impuestos.

De 1990 a 1998 se fueron 20.000 funcionari­os por movilidad laboral y al poco tiempo las plazas estaban ocupadas de nuevo

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INFORMACIÓ­N de 1992.
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