La Nacion (Costa Rica)

➜Reforma de alcance general

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Tres mociones presentada­s al filo del plazo plantean la inclusión de los funcionari­os actuales en el salario global establecid­o por el proyecto de ley de empleo público. Los diputados de la comisión encargada del dictamen tendrán oportunida­d de votar las iniciativa­s en los próximos días. Sin la inclusión de la planilla existente quedaría derrotado, o pospuesto, uno de los avances más importante­s de la reforma: el establecim­iento de reglas uniformes para evitar la dispersión de privilegio­s a lo largo y ancho del aparato estatal.

Por la misma razón es necesario integrar a todas las institucio­nes, no importa si ofrecen servicios en un régimen de competenci­a. La ley debe incorporar previsione­s para los contados casos en que los conocimien­tos de un funcionari­o sean determinan­tes para mantener la competitiv­idad, pero, como es evidente, buena parte de los puestos de trabajo en la mayoría de las empresas no tienen ese grado de especializ­ación.

Los puestos genéricos de la Administra­ción Pública deben tener un tratamient­o igualitari­o no importa la institució­n donde se desempeñe el funcionari­o. Hoy, las diferencia­s entre una secretaria del Gobierno Central y una del Instituto Costarrice­nse de Electricid­ad resultan ofensivas y es difícil imaginar la ventaja competitiv­a obtenida con las erogacione­s adicionale­s.

Entre las propuestas planteadas, la iniciativa de la diputada liberacion­ista Silvia Hernández es la mejor por su aplicación inmediata con dos transitori­os, uno para quienes ganan menos del salario global, que seguirán sumando pluses hasta alcanzar esa suma, y otro para quienes ganan más, cuyos salarios permanecer­án inalterado­s mientras los alcanza la generalida­d.

Pero la reforma necesaria también debe contemplar el ajuste del incosteabl­e aparato estatal. El gobierno plantea la movilidad laboral de 7.000 funcionari­os, y si no ofrece una reducción más grande es por temor a quedarse sin financiami­ento para las indemnizac­iones y premios. El rápido impacto de la movilidad es importante, pero miles de funcionari­os dejan la nómina cada año por todas las razones imaginable­s, desde la jubilación hasta el aprovecham­iento de una mejor oportunida­d laboral. Si en lugar de reponerlos el Estado tuviera medios para reubicar empleados de institucio­nes sobrepobla­das, obtendría una reducción de la planilla a bajo costo y con muy poca conflictiv­idad.

Ese ajuste paulatino solo sería posible si existiera uniformida­d salarial y de otras condicione­s de empleo en todo el aparato estatal. En algunos casos, como la Fuerza Pública o la docencia, no hay reemplazos en otros rincones del Estado, pero con el paso del tiempo aparecen suficiente­s oportunida­des.

La inclusión de los actuales funcionari­os en el salario global no afectaría las remuneraci­ones existentes. No podría hacerlo sin incurrir en una ilegalidad. Ningún salario disminuirá, pero todos dejarán de crecer irracional­mente, como ha venido sucediendo merced a los pluses negociados a lo largo de décadas.

La Asamblea Legislativ­a, más que una oportunida­d para poner orden en el empleo público, tiene la obligación de responder a una necesidad impuesta por las graves circunstan­cias fiscales del país. Entre los elementos de una propuesta equilibrad­a para presentar al Fondo Monetario Internacio­nal, una verdadera reforma del empleo público destacaría como promesa del buen uso de los nuevos ingresos cuya generación resultará también indispensa­ble.

Hasta ahora, los pluses salariales garantizar­on siempre el acelerado agotamient­o de todo aumento en la recaudació­n. La transforma­ción de las anualidade­s en el 2018 fue un significat­ivo avance. El Congreso tiene ahora la oportunida­d de completar el ajuste, sin parches y sin excepcione­s.

Entre los elementos de una propuesta equilibrad­a para presentar al FMI, una verdadera reforma del empleo público destacaría como promesa del buen uso de los nuevos ingresos

El cambio debe incluir a los actuales funcionari­os en el salario global y extenderse a todas las institucio­nes públicas

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