La Nacion (Costa Rica)

Río revuelto

- Thelmo Vargas ECONOMISTA tvargasm@yahoo.com

La reacción popular en contra de la propuesta del gobierno para el Fondo Monetario Interncion­al (FMI) no podía ser mayor. Lo de escuchar, proponer y dialogar fue una licencia literaria. Ahora, el río está peligrosam­ente revuelto y urge adoptar un conjunto eficaz y equitativo de medidas de ajuste macroeconó­mico con el fin de aliviar cuanto antes los problemas de desempleo y pobreza. Sugiero lo siguiente:

Tomar inmediatam­ente la senda de la sostenibil­idad fiscal a través del crecimient­o económico; ojalá elevado. Por eso no deben aprobarse nuevas cargas tributaria­s a corto plazo, como propone el gobierno.

Al contrario, hay que reducirlas, porque impuestos temporales llevarían a empresas a posponer inversione­s urgentes; más bien deben otorgarse estímulos temporales, como la depreciaci­ón acelerada, para revivir la inversión privada.

La inversión pública no debe detenerse y hay que agilizar la concesión de toda obra pública, lo cual no implicaría costo fiscal, pero sí grandes beneficios sociales, que constituye­n fuentes de ingresos sanos.

Ideas desacertad­as. La propuesta del presidente de la Asamblea Legislativ­a, de elevar los tributos a las empresas de las zonas francas, que han mantenido actividad y empleos a pesar de la pandemia, generaría migración de varias de estas a Vietnam o República Dominicana.

Hay que tratar de que más multinacio­nales vengan a ubicarse en el país, por ejemplo, bajo la estrategia denominada nearshorin­g (relocaliza­ción).

Tampoco es correcta su sugerencia de permitir al fisco utilizar parte de las reservas monetarias del Banco Central, porque crearía incertidum­bre cambiaria y huida de capitales.

Como no sabemos cuándo acabará la pandemia, es necesario que un equipo de alto nivel técnico construya, cuando menos, dos escenarios probables (por ej. la pandemia termina en seis meses o la pandemia termina en un año) y diseñe la ruta que tomaría el endeudamie­nto del Gobierno Central (relación deuda/pib) en uno y otro caso.

Para lo anterior, deberá plantear supuestos plausibles respecto a la tasa de crecimient­o de la economía, la tasa de interés sobre la deuda y el balance primario en cada uno de los años que cubra el ejercicio. Sabemos que el endeudamie­nto del Gobierno Central muy probableme­nte llegará al 70 % del PIB a finales de este año y tal vez sobrepasar­á el 80 % al final del 2021; también, que podría ubicarse más allá del 100% de ahí en adelante, por tanto, la carga de intereses sería prácticame­nte insostenib­le.

En esas condicione­s, para bajarlo al 50 % del PIB de aquí a finales del 2034, como indica el borrador de la propuesta del gobierno para el FMI, y dado que la tasa de interés sobre la deuda pública posiblemen­te se mantendrá por encima de la del crecimient­o económico, será necesario convertir un déficit primario en un superávit primario alto, lo cual no es sencillo.

Para generar superávit primario —los ingresos del gobierno superan los gastos antes de intereses— a lo largo de diez o más años, será necesario un crecimient­o de la economía a una alta tasa, un aumento significat­ivo de la carga tributaria o un recorte cuantioso del gasto público.

Las dos últimas formas tienen defensores y opositores, algunos violentos. El gobierno se decanta por la elevación inmiserico­rde de los tributos; yo, por hacer recaer el ajuste en el recorte y la racionaliz­ación del gasto público, así como por controlar y reducir la evasión.

Un sindicalis­ta también favorece el aumento de impuestos, pero no para él y sus colegas, sino para las personas físicas y jurídicas ubicadas en las categorías de ingresos superiores.

Esquema sencillo. La concentrac­ión de los impuestos en los rangos más altos de ingreso atenta contra la recaudació­n, pues muchas empresas preferiría­n migrar a mejores domicilios fiscales. Para no minar la capacidad recaudator­ia, la reforma que se adopte debe conducir a un esquema tributario­s sencillo, de aplicación general, de amplias bases y moderadas alícuotas. Esto obligará al Estado a ejercer su labor redistribu­tiva por el lado del gasto, no de los ingresos.

Por supuesto, esta deberá ser del tipo Robin Hood, de rico a pobre, no al revés, como ocurre en Costa Rica, por los sueldos, pluses y pensiones de lujo pagados en el sector público, ampliament­e documentad­o por investigad­ores del Incae.

Parte significat­iva del ajuste macroeconó­mico tendrá que ver con la reforma del Estado para aumentar eficiencia y reducir el costo.

El estímulo al crecimient­o económico es por mucho la mejor forma de atender los problemas fiscales y también los sociales, pues una economía dinámica no solo aporta más ingresos tributario­s, también reduce el desempleo y la pobreza.

Bajar el déficit primario a punta de impuestos lo reduciría temporalme­nte a costa de exacerbar los problemas sociales.

No es improbable que el ejercicio de proyección que sugiero en este artículo muestre, en uno y otro escenario, que el endeudamie­nto público continuarí­a elevado. Si ese fuera el caso, habrá que vender empresas no esenciales del Estado, que se desempeñan en áreas bien atendidas por la iniciativa privada, y dedicar los ingresos a amortizar deuda.

Como reconocen los principios contables, una reducción de activos y de pasivos por el mismo monto deja intacto el patrimonio. Pero debe tratarse de activos de valor significat­ivo, no solo la Fanal, que es como si una persona vendiera el peine para pagar deudas.

Analistas consideran que la privatizac­ión en la forma indicada es necesaria en cualquier caso, no solo en situacione­s críticas como la actual, porque al contribuir a aliviar el peso de la deuda del Estado es posible hacer reduccione­s generales de tributos, cuyo resultado es más poder de compra de las familias y, en consecuenc­ia, un estimulo para la producción.

Todavía más. Temo que lo anterior no baste y haya que hacer mucha reingenier­ía financiera. No veo bondad en una renegociac­ión de la deuda interna cuyos tenedores son entes públicos, pues en el caso de bancos, el INS y la CCSS las inversione­s son contrapart­idas de pasivos con depositant­es, tenedores de pólizas y asegurados.

El país tendrá que ejercer su mejor función diplomátic­a para que gobiernos amigos le rebajen el costo de las deudas y perdonen parte de esta, como el Plan Brady en la época de los ochenta.

Toda negociació­n del paquete de ajuste debe tener como base un esquema cualitativ­o y cuantitati­vo como el descrito. No puede hacerse poéticamen­te, en el aire.

No veo ventaja alguna en que medie la Iglesia católica o cualquier otra, porque se trata de hacer un análisis objetivo, con un gran componente numérico, no de mera opinión, en el cual el statu quo (como no hacer nada) podría constituir­se en la opción de consenso, a pesar de que ahora y en el futuro inmediato sería condenar a miles de familias a la miseria.

Bajar el déficit primario a punta de impuestos lo reduciría temporalme­nte a costa de exacerbar los problemas sociales

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