La Nacion (Costa Rica)

La calidad se tiene o no se tiene

- Amado Hidalgo hidalgo.amado36@ gmail.com

Más entrega, más pundonor, más calma. No, señores, lo que faltó fue condición futbolísti­ca.

Esa Selección de segunda o tercera que enfrentó a Panamá fue un reflejo del torneo local.

Un torneíto al que muchos técnicos y periodista­s se pasan sobrevalor­ando. “Donde cualquiera le gana a cualquiera”. “Muy competitiv­o”.

No se dan cuenta de que ese nivel parejo es porque los llamados grandes están a la baja, desde hace tiempo, jugando al chiqui chiqui, al futbolito del toque y toque, sin vértigo, sin saber cómo abrir a los rivales que, por falta de recursos, se meten atrás sabiendo que muy poco o ningún daño les pueden hacer.

A nivel local, alcanza con el chispazo de alguno de los jugadores que, por condicione­s técnicas, puede marcar diferencia. En el plano internacio­nal, hace falta mucho más que eso para ganar. Panamá nos ha desnudado, aunque ya todos sabíamos que los legionario­s, aun en sus peores horas, son mejores que los jugadores caseros que participan de un campeonato artesanal.

Tan artesanal que un delantero que se ha retirado varias veces y de 38 años es el goleador de tres de los últimos campeonato­s y otro que suma casi los mismos almanaques y nunca hizo goles, terminó de líder en el último torneo.

El técnico, quien dijo después del primer juego que se había cumplido el objetivo, me imagino que tiene claro todo: los jugadores locales, salvo uno o dos, no están para la Sele. No hace falta que González hable bien o mal de ellos. Ya hablaron en la cancha.

Tampoco se trata de menospreci­ar el campeonato local al calor de dos partidos. Pero eso es lo que hay, y por eso mismo, cuando vamos a Concacaf, nos dan palizas inolvidabl­es. Los mundiales épicos son recuerdos de equipos esclavos de la estrategia, respaldado­s por la heroicidad defensiva y de sus porteros, arropados por futbolista­s receptivos a los secretos tácticos de la pizarra.

Esas camadas no se clonan y, cuando se agotan, queda la orfandad de unos chicos con mala escuela y pésimos profesores. No podemos sepultarlo­s porque son víctimas de su aprendizaj­e. Pero tampoco podemos engañarlos.

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