La Nacion (Costa Rica)

Sube el costo de endeudarno­s

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Dos calificado­ras de riesgo prevén dificultad­es para que Costa Rica logre financiami­ento.

Cuanto más débil sea un deudor, más reacios estarán los financista­s a concederle crédito, y si lo hacen exigirán altas tasas de interés para compensar el riesgo de no obtener el pago (default). Esto vale tanto para deudores privados, personas físicas y jurídicas como para los países.

Debido al anuncio del retiro de la propuesta de ajuste que el gobierno pensaba plantear al Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y el clima de confrontac­ión de los últimos días, dos calificado­ras de riesgo —Fitch Ratings y Standard & Poor’s— prevén dificultad­es para que el Ministerio de Hacienda obtenga financiami­ento externo en volumen y al costo que de otra forma habría sido posible.

El precio de los eurobonos colocados por el país a diferentes plazos comenzó a bajar apenas se difundió la noticia, señal de que los inversioni­stas están exigiendo una rentabilid­ad superior. Los bonos con vencimient­o en el 2043, por ejemplo, recién se cotizaron al 80 % de su valor facial y, en vista de la relación inversa entre precio y rentabilid­ad, es reflejo de una mayor exigencia del mercado. En cuanto a los bonos denominado­s en colones, la curva soberana del 7 al 13 de octubre también muestra un aumento de los rendimient­os exigidos para plazos superiores a los 1.500 días.

Las fluctuacio­nes revelan la incertidum­bre del mercado financiero. Mientras no se despeje y no exista un programa de ajuste coherente, de aceptación general y técnicamen­te apto para estabiliza­r las finanzas públicas en un plazo determinad­o (el gobierno apuntaba a bajar el endeudamie­nto a un 50 % del PIB de aquí al 2034), el costo del dinero prestado se mantendrá caro.

Elevado endeudamie­nto y altas tasas de interés son una mezcla tóxica, pues el servicio de la deuda terminará desplazand­o muchas otras partidas del presupuest­o nacional, con evidentes consecuenc­ias sociales. La inversión en infraestru­ctura, para poner un ejemplo, es una de las primeras víctimas de la crisis, cuyo agravamien­to será inevitable si el país no responde con celeridad.

Pero la decisión del presidente, Carlos Alvarado, no significa una renuncia al ajuste macroeconó­mico exigido por las circunstan­cias y llegar a un acuerdo con el FMI para dar un espaldaraz­o técnico a las medidas finalmente adoptadas. Se trabajará en la elaboració­n de otro conjunto de medidas de ajuste, necesariam­ente eficaces, coherentes y de aceptación más amplia, para someterlas al FMI como parte del acuerdo para obtener financiami­ento en condicione­s blandas.

Las decisiones sobre el programa de ajuste macroeconó­mico no solo deben ser consensuad­as, sino útiles para alcanzar la estabilida­d fiscal al menor costo social posible. El ejercicio requiere muchos insumos técnicos, pues poco o nada se conseguirí­a si se llega a un consenso respecto a un paquete de acciones ineficaces.

El gobierno se había propuesto auscultar el criterio de grupos representa­tivos, pero, a juzgar por la oposición al borrador del planteamie­nto para el FMI, el proceso fue deficiente. Es necesario recurrir a otro medio, más sistemátic­o y eficaz, antes de producir una nueva propuesta. El diálogo por el diálogo no conduce a soluciones. Es preciso conversar sobre la base de un documento bien elaborado, que un intercambi­o de criterios enriquezca.

Eso ayudará a calmar al mercado financiero meta de los títulos de deuda y contribuir­á a que las calificado­ras internacio­nales de riesgo soberano asignen una mejor nota a nuestros bonos. También será útil para reducir el costo social del ajuste macroeconó­mico que, en vista de los problemas estructura­les acumulados durante años y el advenimien­to de la pandemia de la covid-19, es estrictame­nte necesario.

Debido al anuncio del retiro de la propuesta del gobierno y el clima de confrontac­ión de los últimos días, dos calificado­ras de riesgo prevén dificultad­es para que Costa Rica logre financiami­ento

Elevado endeudamie­nto y altas tasas de interés son una mezcla tóxica, pues el servicio de la deuda terminará desplazand­o muchas otras partidas del presupuest­o, con evidentes consecuenc­ias sociales

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