La Nacion (Costa Rica)

El estadista, la ley y el juez

- Enrique Obregón Valverde Abogado

La ley es una flecha que el legislador lanza, sin cono‑ cer el lugar y el tiempo de la caída. Pero cuando el legislador capaz adivina el futuro para emplear la ley que propone, pasa de simple legislador a estadista.

La ley del estadista está compuesta por una desteñi‑ da realidad de pasado, una ficción de presente y una po‑ sibilidad de futuro. Tiene ade‑ más espíritu, que es lo que el legislador deseó, pero solo pudo sugerir.

El juez, el buen juez, ha de tener presente esta realidad a la hora de imponer la ley en caso concreto y saber, ante la duda, que su obligación está en inclinarse por la espiritua‑ lidad de la ley.

Siempre tendrá posibilida­d de confundir su alma con la de la ley, de sentir la vibración de justicia de la ley y aplicar‑ la, sin golpear su textualida­d. Solamente se necesita cono‑ cer un poco de ciencia jurídica y tener amor por la justicia. ¿Cómo puede ser juez quien nunca estuvo enamorado de la justicia?

Al fin y al cabo todo en de‑ mocracia gira alrededor de la lucha del pueblo por su liber‑ tad, lucha presente tanto en la Casa Presidenci­al como en la Asamblea Legislativ­a; en la Corte Suprema de Justicia como en la guerrilla del com‑ batiente en la montaña.

La ley, ordenando; la ley, obligando; la ley, extendiend­o la mano a quien reclama justi‑ cia. Todo es libertad, presente en el alma de la ley, en la de‑ mocracia y en el ciudadano re‑ clamando su derecho a comer diariament­e.

El juez, al descubrir el espí‑ ritu de la ley, se une al reclamo centenario de los pueblos por su libertad, por lo que se pue‑ de entender por humanidad. Sin saberlo, a eso se refiere el legislador al legislar. Por la humanidad.

La ley conserva su vida a lo largo del tiempo cuando el estadista adivinó con certe‑ za la época en la cual deberá desempeñar su función; o sea, cuando pudo recetar la dosis de libertad que podría darse para el futuro que está descu‑ briendo.

La democracia genuina será la que no ha llegado to‑ davía y un buen juez, el que así lo entiende, y estadista, el mago que supo extraer de su chistera el futuro que sucede‑ rá.

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