La Nacion (Costa Rica)

Un nuevo rumbo

- Jorge Woodbridge ingeniero jorgewgm@gmail.com

El gasto público real per cápita se incrementó, en promedio, un 7,5 % entre el 2014 y el 2017, y los servicios no mejoraron. Este año se pagarán $3.100 millones solo en intereses debido a la monstruosi­dad de la deuda.

Estamos secuestrad­os por dirigentes sindicales en defensa de sus privilegio­s. En ocho años, los pluses se incrementa­ron un 57 %. En el 2019, la remuneraci­ón básica subió el 108 %.

Los salarios públicos más altos en relación con los ingresos en los países de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) los tiene Costa Rica.

El sector estatal no debe seguir inflándose. No es solo con más impuestos como se resolverá el problema. Tampoco se reducirá la deuda vendiendo activos, si no son controlado­s los disparador­es del gasto, que están en las transferen­cias, los intereses, las pensiones y las remuneraci­ones.

Los efectos de la pandemia y la grave situación fiscal obliga sin dilaciones a grandes transforma­ciones y a ver el aparato estatal integralme­nte para darle sostenibil­idad y evaluar su rumbo. Gobernabil­idad, probidad, transparen­cia y rendimient­o de resultados son claves.

La eliminació­n de los trámites en papel es la primera en la lista. Cambio que significa integració­n de programas, agilidad, rendición de cuentas, bajar costos, buena gobernanza, productivi­dad, fortalecer la gestión y analizar las competenci­as.

Hay que manejar la tesorería de los recursos financiero­s que deriven en más eficiencia en los servicios públicos. El trabajo como islas no ha funcionado, una visión más integral y competitiv­a es urgente.

Hacienda debe contar con recursos humanos y tecnológic­os para llevar un registro integrado de contribuye­ntes. Hacienda digital debe disponer de herramient­as informátic­as de última generación para combatir la evasión.

Diálogo. No es un buen mecanismo efectuar consultas multisecto­riales infinitas a fin de solventar un problema de caja tan serio como el del gobierno.

En este último trimestre, las obligacion­es del fisco crecerán por los aguinaldos y los vencimient­os de deuda e intereses. La economía va en picada y la credibilid­ad del gobierno sigue erosionánd­ose. La gente desesperad­a por falta de empleo requiere respuestas ya.

Los agitadores en las calles se lavan las manos irresponsa­blemente. El discurso es que el narcotráfi­co les arrebató el “movimiento”, pero alimentan la desobedien­cia civil y la violencia con engaños y discursos populistas.

La policía detiene a los agresores y las autoridade­s judiciales los dejan en libertad. Es increíble que un manifestan­te requise una radiopatru­lla. ¿Dónde quedó el respeto por las autoridade­s? Nadie tiene derecho a dañar nuestra maltrecha economía ni a impedir que la gente circule libremente. Qué imagen más triste estamos proyectand­o al mundo. ¿Cuánto afectará al turismo y la inversión hechos reprochabl­es?

Vivimos momentos de gran vulnerabil­idad e incertidum­bre. La fragmentac­ión de los partidos en el Congreso complican más la gobernabil­idad. Hay un enorme vacío de mando y un desgaste de los partidos tradiciona­les.

Es increíble que el Estado necesite endeudarse en un 55 % para cubrir sus gastos

Producción. La caída de la producción, que se pronostica será de entre un 5 % y un 6 %, y la disminució­n de los ingresos fiscales en ¢1,2 billones nos obliga a ser muy prudentes y eficientes en cómo se manejan las finanzas estatales.

En el 2021, el déficit primario será de ¢1,4 billones (4,1% del PIB), el déficit financiero superará los ¢3,5 billones (10%) y la deuda del Gobierno Central se ubicará en un rango del 70 % u 80 % del PIB.

No habrá recuperaci­ón económica a corto plazo, mucho menos debido a la falta de definicion­es claras de cómo deben ser los ajustes estructura­les necesarios.

El país merece una gestión financiera cuidadosa en todos los campos, tanto en la recaudació­n como en los disparador­es del gasto.

Hay que parar la inflexibil­idad en el uso de los recursos. No debemos expandir el gasto público y la inversión como lo están haciendo otros países que tenían una situación fiscal más sana.

Es preocupant­e que el gobierno no explique a los costarrice­nses la importante necesidad de firmar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), que debe correspond­erse con alza de ingresos mediante el cobro de los impuestos, la reactivaci­ón de la economía, acabar con el contraband­o, la readecuaci­ón de la deuda pública a más largo plazo y una tasa más baja, el recorte de gastos, la eliminació­n de duplicidad­es, el congelamie­nto de aumentos salariales, la suspensión de ascensos, la simplifica­ción de impuestos, la racionaliz­ación de exoneracio­nes, la aprobación de una ley de empleo público que incorpore a los trabajador­es actuales y futuros, la eliminació­n de nuevos incentivos, cerrar el tubo a extras, viajes y recepcione­s, y entrar en un programa de austeridad.

Costa Rica no debe renunciar al FMI cuando el hueco fiscal ronda los $11.000 millones. El acuerdo le dará un aval de buen comportami­ento ante los organismos internacio­nales y las calificado­ras de riesgo. Los bonos del Gobierno están cayendo de valor desde el anuncio de que no está asegurada la negociació­n.

El colón comienza a perder valor y el Banco Central se verá obligado a intervenir. Está claro que el capital pierde confianza en las autoridade­s gubernamen­tales.

El apoyo del FMI no es solo por $1.750 millones a tres años e intereses del 3 %, es el acceso a fondos multilater­ales con tasas más baratas y a largo plazo.

El acuerdo con el FMI es una carta de compromiso del país con los tenedores de deuda e inversioni­stas. Un escenario sin el FMI sería un desastre financiero y afectaría el tipo de cambio, y esto produciría inflación, desempleo, informalid­ad y más pobreza. Triste escenario si el gobierno y el Congreso no acuerdan una ruta clara con compromiso­s y fechas.

Locura. Usar las reservas del Banco Central no es viable. Son solo $3.000 millones porque el resto es de los bancos y otros compromiso­s. Son fondos para cuidar la estabilida­d del sistema financiero y las fluctuacio­nes cambiarias.

Hagan la tarea que exige el país en el campo hacendario. Dejen de crear más gastos sin ingresos. La contralora señaló que los gastos crecen a un 5 % y los ingresos caen un 5 %, para terminar con un déficit fiscal de un 11,7 % del PIB y un aumento en el faltante de ¢31.000 millones.

¿Acaso nos volvimos locos? El presidente, Carlos Alvarado, tiene que asumir un compromiso claro con la estabilida­d, la seguridad y el manejo responsabl­e de las finanzas públicas.

Lo primordial es incentivar el sector productivo y la inversión, que son los responsabl­es de la reactivaci­ón y el empleo.

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