Selección Nacional: cero total
Cero fútbol. Cero espectáculo. Cero estrategia. Cero táctica. Cero goles. Cero técnica. Cero planteamiento. Cero entusiasmo. El cero absoluto, perfecto, definitivo, oval: el eterno, el inmutable, ese que sólo existe como arquetipo en el inmóvil trasmundo de las ideas platónicas, en el topos uranus donde todo es inmaculado, pluscuamperfecto, ideal.
Dos veces vencidos en nuestro propio feudo. El Estadio Nacional, ese mágico rectángulo donde arde siempre el verde fuego del fútbol, ha sido profanado. Nos había dado fama de invencibles cuando jugábamos en casa. Cosas que se lleva el viento. Un total de 180 minutos sin poder anotarle un gol a Panamá, número 9 de la CONCACAF, y número 81 en el ranking mundial de la FIFA.
¿El covid? Eso no excusa nada. Panamá ha librado una lucha infinitamente más sangrienta y denodada contra el ominoso virus que Costa Rica. No busquen atribuciones causales externas. ¿Que no teníamos a nuestras grandes estrellas? Tampoco ellos. Y de toda suerte, una selección B de Costa Rica debería vencer holgadamente a una selección A de Panamá.
Y a todo esto, la eterna respuesta: “Bueno… verdá… pues sí… o sea… nosotros lo dimos todo… pero Panamá es un equipo que se para muy bien atrás… verdá… nosotros desperdiciamos las 354 ocasiones de gol que creamos… y ellos… pues sacaron petróleo en la única oportunidad que tuvieron… tratamos duro… pero idiay, no se nos dio el gol… no se nos dio… pero nada… ahora hay que seguir trabajando… para darle a la gente linda que viene a apoyarnos… pues… verdá… la satisfacción que se merece”.
Sí, sí: el gol “no se nos dio”. ¿A quién designa el pronombre “se”? ¿Puede alguien decírmelo? Ahí mismo comienza el error psicológico que impedirá todo crecimiento. Hay que reformular esa muletilla: “jugamos pésimo porque somos pésimos futbolistas en un paisito tercermundista con pésimo nivel deportivo”. Como diría Shakespeare: “todo lo demás es silencio”.