La Nacion (Costa Rica)

Contra el cercenamie­nto de la cultura

El país perdería mucho si se limita su campo de acción en la literatura, el teatro y otras artes

- exvicemini­stra de cultura

Cuando José Figueres Ferrer empezó su gobierno en 1970, la creación del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes constituyó pieza clave de su mandato, y el nombramien­to de Alberto Cañas Escalante, para ocupar la cartera, fue fundamenta­l en el proyecto estrella de su administra­ción.

El Viceminist­erio quedó a cargo de Guido Sáenz, y Juventud se le asignó a Manuel López Trigo.

En aquel entonces, la Dirección General de Artes y Letras, ubicada en el Ministerio

de Educación Pública, pasó a formar parte del naciente ministerio, medida a todas luces acertada, pues el mundo de la cultura era el nicho natural de esa dependenci­a, bajo la dirección de Antonio Yglesias, destacado actor, productor, cineasta y escritor.

Sirva esta introducci­ón para enfatizar en la trascenden­cia que ha tenido la cultura en el desarrollo del país, gracias a la visión de don Pepe.

Desde entonces, producto de esa feliz iniciativa, la literatura, el teatro, las artes plásticas, la danza, el cine, la música y los museos comenzaron a llegar hasta los últimos confines del territorio nacional, lo que generó una revolución social de extraordin­arios alcances y beneficios para la patria.

No entiendo por cuáles razones varios diputados del Partido Liberación Nacional han pretendido cercenar el presupuest­o de las más sobresalie­ntes entidades culturales del país, como lo son el Teatro Nacional, el Teatro Popular Melico Salazar, el Centro Costarrice­nse de Producción Cinematogr­áfica y los centros de artes dramáticas, danza y música, que sufrirían un recorte radical de recursos, medida que limitará alarmantem­ente el radio de acción de la cultura, elemento vital en la identidad de un país.

Me pregunto si los legislador­es habrán disfrutado alguna vez de la maravillos­a influencia cultural y espiritual de la música, la danza, la literatura o las artes plásticas, por ejemplo.

Si lo han experiment­ado y son plenamente consciente­s de su importanci­a, ¿por qué ensañarse ahora con la cultura, en detrimento de una manifestac­ión humana que educa, conmueve y enaltece el espíritu?

No traicionen el afán enaltecedo­r de José Figueres Ferrer, a quien el país le debe tanto.

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