La Nacion (Costa Rica)

La vacunación es la mejor arma contra la pobreza

- Anuradha Gupta ceo de GAVI ANURADHA GUPTA: ES subdirecto­ra ejecutiva de Gavi, la alianza Mundial para Vacunas e Inmunizaci­ón. © Project Syndicate 1995–2020

GINEBRA– Una encuesta reciente detectó que uno de cada tres estadounid­enses no estaría dispuesto a recibir una vacuna contra la covid-19.

El movimiento antivacuna­s supuestame­nte ganó unos 7,8 millones de nuevos seguidores en las redes sociales desde el 2019. Al igual que la propia pandemia, la desinforma­ción y los rumores contra la vacunacion no conocen fronteras. La mayor tragedia es que la reticencia amenaza con perjudicar más a los pobres.

Los pobres ya son los más golpeados por la pandemia: perdieron vidas, su sustento y el acceso a la nutrición y la atención sanitaria.

Una cantidad cada vez más grande de mujeres y niños de poblacione­s marginadas están quedando fuera del alcance de los servicios públicos, según queda reflejado en la mayor incidencia de violencia de género, el aumento de embarazos de adolescent­es y la menor asistencia de parteras.

En los próximos seis meses podrían morir un millón más de niños debido a las repercusio­nes de la enfermedad del coronaviru­s; la mayor parte de estas muertes tendría lugar entre los pobres.

Las vacunas protegen hasta tres millones de vidas cada año, porque a menudo son el primer y único servicio de salud que llega a los hogares sin recursos económicos.

Quienes viven en condicione­s miserables, desprovist­os de instalacio­nes básicas de saneamient­o, agua segura para beber, higiene, productos de limpieza y nutrición adecuada corren más riesgo de contraer enfermedad­es que las vacunas previenen y de morir por esas afecciones.

Cuando están enfermos, suelen carecer de los medios financiero­s para acceder a la atención sanitaria. La protección oportuna con vacunas, que mantiene bajo control las enfermedad­es en las comunidade­s pobres y reduce las muertes infantiles prevenible­s es, por tanto, su mejor opción para la superviven­cia.

Cuando difunden desinforma­ción quienes se oponen a la inoculació­n aumentan el riesgo de muertes entre los niños más vulnerable­s de la sociedad.

Una explosión de falsedades relacionad­as con la inmunizaci­ón en Filipinas es uno de los principale­s motivos por los cuales la tasa de vacunación de los niños se desplomó del 87 % en el 2014 al 68 % en la actualidad.

Lo anterior tuvo como resultado el resurgimie­nto de casos de polio y sarampión el año pasado, y los pobres fueron los más castigados.

De manera similar, en Camerún, los rumores falsos de que la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) causa esterilida­d están llevando a que los padres rehúsen vacunar a sus hijas.

Eso puso a millones de niñas en riesgo de contraer el virus que causa hasta el 90 % de los casos de cáncer de cuello uterino, enfermedad que mata a 311.000 mujeres cada año, especialme­nte en los países de bajos ingresos.

Las niñas en las comunidade­s pobres son quienes más necesitan esta vacuna, porque a menudo no tienen acceso a la detección sistemátic­a del cáncer de cuello uterino y sus familias no pueden costear los tratamient­os. La vacuna contra el VPH es su mejor protección.

La mayoría de las mujeres que mueren de cáncer de cuello uterino están en la flor de su juventud y tienen bebés y niños. Sus muertes generan entonces profundos costos sociales y económicos, especialme­nte en los entornos más pobres. Quienes se oponen a las vacunas, ¿consideran estas consecuenc­ias?

La amenaza que representa la desinforma­ción no se limita a las vacunas contra el VPH. Otras teorías antivacuna­s igual de peligrosas, que suelen difundirse a través de las redes sociales, dejan a millones de niños vulnerable­s frente a otras enfermedad­es evitables y amenazan con impedir que el mundo aproveche al máximo los beneficios de las que podrían surgir contra la covid-19.

La pandemia cambió drásticame­nte al mundo y causó inmensa incertidum­bre y ansiedad. El desarrollo de las vacunas contra la covid-19 —y el acceso rápido, justo y equitativo a ellas— es la única manera de poner fin prontament­e a la crisis, pero no ocurrirá a menos que aumentemos la resilienci­a de la gente contra la informació­n falsa y aumentemos la confianza en las vacunas.

Para lograrlo harán falta campañas informativ­as de fuentes confiables, positivas y basadas en hechos, y la cooperació­n con las plataforma­s de redes sociales para que no se abuse de sus algoritmos para propagar rumores perjudicia­les.

Además de limitar el flujo de la informació­n peligrosa, tenemos que recordar a la gente que tiene derecho a protegerse con vacunas.

Históricam­ente, las personas con más recursos económicos tuvieron acceso preferenci­al a las vacunas y los pobres debieron esperar durante décadas.

Con el establecim­iento en el 2000 de Gavi, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunizaci­ón, esta extrema desigualda­d comenzó a reducirse. En la actualidad los ricos y los pobres tienen casi el mismo acceso a antivirale­s que pueden salvar vidas.

En mi país de origen, la India, quienes se oponen a las vacunas impidieron durante muchos años la introducci­ón de algunas capaces de salvar vidas mediante un programa de inoculació­n nacional, financiado por el Estado.

Como resultado, contra la hepatitis B, la Haemophilu­s

influenzae tipo B, el rotavirus y la neumonía solo estaban disponible­s en los mercados privados a precios exorbitant­es, que solo los ricos podían permitirse.

Las familias pobres, cuyos niños morían en gran número por esas enfermedad­es, no tenían suficiente dinero para comprar la protección de las vacunas.

Los antivacuna­s presentaro­n una solicitud en los tribunales para impedirnos que las ingresáram­os. En nombre del gobierno, sostuve que los solicitant­es no están en contra de las vacunas, sino en contra de las que son gratuitas.

La corte estuvo de acuerdo. Esto allanó el camino para el ingreso de nuevas vacunas y salvó vidas, especialme­nte entre los más vulnerable­s.

Ese episodio plantea la cuestión de quién tiene menos que perder por esos rumores antivacuna­s. A menudo surgen entre quienes son lo suficiente­mente privilegia­dos como para no tener que preocupars­e por la prevención oportuna.

Es posible que vivan en zonas donde las enfermedad­es evitables han sido mayormente eliminadas y tal vez están protegidos por la inmunidad del rebaño gracias a que quienes los rodean se vacunaron. Y, si enferman, pueden acceder a tratamient­os médicos de alta calidad.

La irresponsa­ble desinforma­ción de quienes se oponen a las vacunas ignora a quienes tienen más para perder si no acceden a ellas: los pobres y más vulnerable­s, quienes corren el riesgo de morir o empobrecer­se más si ellos o sus seres queridos enferman.

Para gran parte de la población mundial, la vacunación es una inoculació­n contra la pobreza.

Los antivacuna­s no están en contra de las vacunas, sino en contra de las que son gratuitas

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