La Nacion (Costa Rica)

Congreso protagónic­o

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Un grupo integrado por las fracciones y el gobierno, con asesoría de un equipo técnico del más alto nivel, podría sacarnos del estancamie­nto.

La crisis es apremiante, y si una parte de la población todavía no la percibe poco tardará en darse cuenta, pero la clase política no tiene excusa para actuar como si dispusiéra­mos del lujo del tiempo. El gobierno debe liderar con más vigor, no cabe duda, pero el resto de las institucio­nes, comenzando por los partidos políticos y la Asamblea Legislativ­a, no pueden sentarse a esperar a que lo haga.

Es preciso trasladar el examen y discusión de las soluciones a la sede legislativ­a, sin relevar al Ejecutivo de su obligación de proponerla­s y absorber el impacto político. En esa línea, el empresario Luis Javier Castro plantea la creación de un grupo de trabajo integrado por representa­ntes de las fracciones legislativ­as y el gobierno, especialme­nte su equipo económico, para llevar la conversaci­ón a Cuesta de Moras, donde eventualme­nte concluirá, no importa cuál sea el camino escogido para llegar ahí.

La mesa de trabajo tendría el respaldo técnico de un grupo de alto nivel, limitado en número y conformado por los principale­s economista­s del país. Ese conjunto de asesores se abocaría a examinar las consecuenc­ias y eficacia de las propuestas para retroalime­ntar las discusione­s de quienes al final decidirán: los diputados en primera instancia y, en su momento, el Ejecutivo con la sanción requerida por la Constituci­ón Política.

Los procesos de diálogo en marcha suscitan escepticis­mo, con sobrada razón. La metodologí­a y normas de operación se definirán sobre la marcha y no hay claridad de objetivos. Otros intentos han fracasado y los actuales no exhiben motivos para cimentar confianza. Sobre todo, el tiempo pasa y si al final del ejercicio no hay acuerdos suficiente­s, habremos perdido otro mes.

La conversaci­ón en el Congreso podría comenzar en paralelo, abierta a la posibilida­d de incorporar propuestas salidas de los procesos de diálogo de la sociedad civil, si resultaran adecuadas para enfrentar la crisis. Los participan­tes en otros foros, incluido el convocado por el gobierno, saben que la anuencia de la Asamblea Legislativ­a será de todas formas necesaria para poner en práctica toda propuesta.

El país ha sacado provecho de comisiones mixtas creadas al alero del Congreso en otras oportunida­des. La idea de Castro se aproxima mucho a ese molde y representa una oportunida­d para la Asamblea Legislativ­a de recuperar su papel central en la toma de decisiones fundamenta­les, como lo hizo al aprobar las primeras reformas de este período constituci­onal.

Hace años, cuando el país enfrentó la trascenden­tal decisión del tratado de libre comercio con Estados Unidos, el Congreso se ausentó y fue necesario reemplazar­lo por un referendo. Decidida la cuestión en las urnas, por estrecho margen, el Poder Legislativ­o retomó sus responsabi­lidades para tramitar la agenda complement­aria.

Desde entonces, el Congreso venció la tendencia a la inercia y el estancamie­nto en dos oportunida­des: cuando aprobó la Ley de Solidarida­d Tributaria de la administra­ción Chinchilla, malograda en la Sala Constituci­onal por razones de trámite, y cuando votó, en el 2018, la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas y un par de significat­ivos proyectos posteriore­s.

El Congreso puede funcionar si las circunstan­cias lo exigen y el manejo es adecuado. Es hora de traerlo al centro de la discusión, ya no como observador, sino como indispensa­ble protagonis­ta de la forja de acuerdos necesarios para conjurar, cuanto antes, las graves amenazas de la crisis fiscal, económica, sanitaria y política.

Un grupo de trabajo integrado por representa­ntes de las fracciones legislativ­as y el gobierno, con asesoría de un equipo técnico del más alto nivel, podría sacarnos del estancamie­nto

El Congreso puede funcionar si las circunstan­cias lo exigen y el manejo es adecuado. Es hora de traerlo al centro de la discusión, ya no como observador, sino como indispensa­ble protagonis­ta

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