La Nacion (Costa Rica)

Soluciones ya

- Marta Acosta Zúñiga Contralora GENERAL

No hay tiempo. El déficit del Gobierno Central alcanza magnitudes insólitas y alarmantes

Nadie ignora que Costa Rica vive un momento histórico difícil cuyas implicacio­nes son de carácter estructura­l, lo cual provoca en la ciudadanía consciente una profunda preocupaci­ón.

Las cifras hablan por sí mismas, la situación se ha tornado compleja y la realidad muestra un rostro de severidad que nadie puede soslayar.

Es preocupant­e ver la forma como naufragan las finanzas públicas y muy doloroso percatarse, al mismo tiempo, del deterioro de las conquistas sociales que por tanto tiempo han sido orgullo de la sociedad costarrice­nse.

Si bien es cierto que la pandemia agravó la problemáti­ca, también lo es que el país no ha sabido tomar las decisiones requeridas para evitar llegar al actual estado de cosas. Entonces, la pregunta más importante en estas circunstan­cias es: ¿Qué estamos haciendo por el país?

Discusione­s múltiples.

No tiene sentido llorar sobre la leche derramada ni tampoco hacer una evocación sobre tantas advertenci­as. No obstante, desde la función que ostento y como ciudadana que soy, contemplo un país consumido en discusione­s estériles sobre una situación tan delicada; actitudes y comportami­entos, como los de quienes opinan sin conocimien­to técnico y proponen soluciones inmediatis­tas sin abordar la raíz de los problemas; y personas intransige­ntes con respecto a las posiciones de otros cuyos argumentos merecen análisis y considerac­ión.

Algunas personas procuran entorpecer todo intento de construcci­ón y hay sectores que solo velan por lo suyo, sin ningún afán de atender los problemas comunes. Por eso, el doble discurso termina cayendo cuando llega el momento de la verdad.

Al mismo tiempo, están quienes proponen soluciones de manera responsabl­e, pero, aun así, no son escuchados. Y están las personas que muestran una notoria pasividad ante los acontecimi­entos, como si nada estuviera ocurriendo, por lo que su indiferenc­ia es igualmente pasmosa. En fin, una gama de actitudes y comportami­entos que en poco o nada contribuye­n a la urgente atención de los problemas centrales que nos afectan como sociedad.

En lo que respecta en general a los tomadores de decisiones estratégic­as, en los poderes formales y en las dirigencia­s de las organizaci­ones de la sociedad civil, no parece existir (lo cual juzgo por los resultados hasta ahora) ni la suficiente conscienci­a ni la premura necesaria ni la coherencia ni la articulaci­ón para solventar la gravedad de la situación fiscal que experiment­a el país.

Por esta vía se pierde así la oportunida­d para atender los asuntos estructura­les del Estado, al que definitiva­mente le ha llegado su hora. Pierde además la Hacienda pública, pierde Costa Rica y, a fin de cuentas, perdemos todos, por cuanto, además, estamos incidiendo, no para bien, en el futuro de los más jóvenes, aunque desde ya lo hacemos golpeando a los sectores más vulnerable­s de la población.

Tiempo agotado.

Lo cierto es que no hay tiempo. Mientras tanto, el descalce de la operación del Gobierno Central a setiembre es una diferencia de ¢2,1 billones entre los ingresos corrientes y los gastos corrientes, y el déficit financiero alcanza el 6,8 % del PIB; magnitudes insólitas y alarmantes.

El déficit autorizado en la ley de presupuest­o del 2020 supera el 11 % del PIB. El Ministerio de Hacienda estima cerrar en un porcentaje relativame­nte menor con sus acciones de política.

Este reiterado desfase ha llevado la deuda a cantidades insostenib­les. El endeudamie­nto del Gobierno Central pasó de aumentar dos puntos del PIB en el 2009 a más de 5 puntos al año en el 2019. En setiembre del 2020, el saldo alcanzaba el 69,2 % del PIB.

Es decir, en solo nueve meses aumentó en 10,7 puntos del PIB, debido también a la caída en la producción. El espacio fiscal se agota cada vez más temprano en el año, y tenemos únicamente tres meses de sana hacienda, lo cual es una situación completame­nte inadmisibl­e.

Las proyeccion­es para el 2021 no generan ninguna esperanza y, mientras tanto, no se vislumbran acciones concretas y eficaces para revertirla­s.

Soluciones.

Parece haber diferentes vías. Desde la Contralorí­a y en materia de Hacienda pública, sin entrar en aspectos de organizaci­ón del Estado ni de política pública, hemos puesto sobre la mesa asuntos profundos que requieren ser revisados, priorizado­s y modificado­s gradualmen­te.

Recordemos que los determinan­tes de cambio no son únicamente las cuestiones fiscales, es decir, hay una combinació­n de factores que empujan hacia una ineludible reforma del Estado: cambio demográfic­o, clima, transforma­ción digital, escasez de recursos, eficiencia de los servicios y entorno disruptivo (pandemia, tecnología), entre otros.

Por ello, a la hora de tomar decisiones es imprescind­ible tener visión integral a mediano y largo plazo, articulaci­ón y coherencia no solo de los actores, sino también de los asuntos por resolver, algunos de los cuales son bastante especializ­ados y demandan, por tanto, personas experiment­adas para su atención.

Debemos tener humildad y confiar en quienes pueden realmente contribuir de buena fe a proponer soluciones. Específica­mente, sobre lo fiscal: la brecha entre ingresos y gastos que no hemos sido capaces de cerrar con ingresos frescos durante muchos años la hemos cerrado con endeudamie­nto.

Eso no es nuevo y es precisamen­te el origen de nuestro grave problema fiscal. Entonces, ¿cómo reducir el gasto y aumentar el ingreso? Hay muchas respuestas. En términos generales, por el lado del ingreso, la CGR planteó como alternativ­a la revisión de la eficiencia del sistema tributario (cantidad y eficiencia de los tributos), del gasto tributario (plazo, fuente alternativ­a de ingresos, análisis costo-beneficio de las exoneracio­nes) y de la evasión y la elusión (planes eficaces, inteligenc­ia tributaria, controles cruzados).

Por el lado del gasto, urge revisar destinos específico­s (resultados, propósito, plazo, ajuste en las asignacion­es), empleo público (ley general, enfoque integral, salario global, transparen­cia de normas), transferen­cias corrientes (propósito, calidad del gasto) y diseño institucio­nal del Estado (competenci­as, recursos, normas, duplicidad­es, propósitos).

Otros asuntos que ha planteado la CGR, menos estructura­les, pero urgentes para eficientiz­ar el gasto, son, por ejemplo, las adquisicio­nes públicas únicamente a través del Sicop y el manejo eficiente de la liquidez pública de forma centraliza­da (generaría ahorros en los costos de administra­ción, así como transparen­taría el manejo de los fondos públicos), entre otros.

La eficiencia del gasto depende necesariam­ente de una integració­n y simplifica­ción de los procesos de recaudació­n y transforma­ción de los recursos en servicios para la satisfacci­ón del interés público.

Costa Rica urge una gestión financiera pública integrada, que no opere en silos, como lo hace actualment­e. Un sistema en el cual se conecten por medio de una plataforma única o interopera­ble todos los presupuest­os públicos, independie­ntemente del actor que los apruebe y de los sistemas de planificac­ión nacional, de empleo, de recaudació­n, de pagos, etc.

Sería evoluciona­r de una visión institucio­nal fragmentad­a y enfocada en el cumplimien­to de la normativa hacia una gestión financiera comprensiv­a de toda la Hacienda pública, con énfasis en los flujos y los procesos para que por medio de las economías de escala y los procesos estandariz­ados se logre un uso más eficiente de los recursos públicos.

El Proyecto Hacienda Digital del Bicentenar­io, que se discute en la Asamblea Legislativ­a, sentaría algunas bases de esta idea y no se quedaría únicamente aislado en el Ministerio de Hacienda.

El contexto fiscal actual exige, asimismo, la integració­n de las decisiones a corto, mediano y largo plazo, atendiendo no solo el inmediatis­mo, sino también la sostenibil­idad de la provisión de servicios públicos a partir de la operaciona­lización del principio de plurianual­idad y sostenibil­idad establecid­os en el artículo 176 de la Constituci­ón Política.

Acuerdos y responsabi­lidad histórica.

Tengo la esperanza de que estas ideas, y otras muy valiosas de diversos actores, servirán como punto de encuentro en las profundas y técnicas discusione­s que fructifica­rán con prontitud en ansiadas soluciones.

El diálogo social ha sido abierto en la sociedad costarrice­nse por diversos sectores y por el gobierno en momentos realmente críticos, oportunida­d que debemos aprovechar sin ambages. Ya no hay tiempo. Los tomadores de decisiones y los grupos de interés deben saber muy bien que este es el momento preciso para alcanzar acuerdos por el bien del país, apelando a que el interés general sea el norte. Para ello, es imprescind­ible dejar a un lado egos, intereses particular­es, así como la desconfian­za y esos miedos que causan tanto daño entre los diversos actores sociales.

Es momento de lograr, con sabiduría y valentía, que el país supere esta delicada transición; al igual que lo hicieron los hombres y las mujeres valientes en el pasado. Honremos su memoria con nuestros actos.

Estoy segura, como muchos costarrice­nses consciente­s, de que nadie en su corazón quiere heredar retroceso, desigualda­d y pobreza a Costa Rica.

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