La Nacion (Costa Rica)

El poder del amor al prójimo

- Enrique Lizano Pacheco mlizano@lizanopach­eco.com

El Diccionari­o de la Real Academia Española define prójimo de esta manera: “Persona respecto de otras, considerad­as bajo el concepto de la solidarida­d humana”.

Nadie imaginó que el 2020 sería para muchos el año más sombrío de sus vidas por los devastador­es efectos en los planos emocional, mental y económico.

La pandemia de SARSCOV-2 trajo enfermedad, muerte, angustia, necesidad, desesperan­za, desempleo, frustració­n, tristeza, cansancio extremo y, principalm­ente, incertidum­bre.

La incerteza de no poder planear el día siguiente, en muchos casos, y mucho menos planificar la siguiente semana o el siguiente mes.

Vivimos al día, con lo que la enfermedad nos permite. Ahí, precisamen­te, radica la diferencia de este pesado trance. Para algunos, el confinamie­nto no ha sido obstáculo para continuar la vida de una forma razonable o muy razonablem­ente normal, ya sea porque la tecnología se lo permite, porque pudieron sortear la enfermedad o porque sus empleadore­s, clientes y proveedore­s siguieron adelante con sus negocios.

Para esos, lo vivido desde marzo no ha sido cosa distinta a una nueva experienci­a a la que han debido adaptarse, a veces casi sin incomodars­e. Con ellos, todo bien.

Para otros, por el contrario, este escabroso paso por el último año de la segunda década del siglo XXI ha sido trágico, tormentoso y desesperan­te. Les ha tocado ver, cruelmente a la distancia, agonizar y morir a padres, hijos, hermanos y abuelos, sin siquiera un beso de despedida.

Los ha embestido la necesidad extrema, sí, no poder procurarse ni siquiera lo básico. Que decir de los que ven derrumbars­e en un abrir y cerrar de ojos los esfuerzos de toda una vida o los sueños que lograron materializ­ar. O, simplement­e, los que no pueden ya sostenerse por el agotamient­o físico y mental, de ser primera línea de atención de la emergencia y rifarse la vida por salvar las de otros, todos los días.

Todos esos que sufren son el prójimo. Sí, señor lector, su prójimo y el mío. ¿Cuánto podría hacer nuestro amor por esas personas que pasan por la prueba más dura de sus vidas? Mucho, muchísimo.

Mostrar compasión y empatía al vecino que enfermó de covid-19 es amor. Acercarse a una causa de voluntaria­do para ofrecer tiempo y conocimien­to es amor. Cuidar enfermos es amor. Ocuparse de las necesidade­s de un adulto mayor, capacitar personas, preparar o distribuir diarios, procurar la continuida­d de la educación de alguien o llevar un poco de tranquilid­ad y esperanza a una familia desemplead­a y desesperad­a son solo algunas de una infinidad de manifestac­iones de amor al prójimo que brotan de cada uno de nosotros.

Vivimos un tiempo extraordin­ariamente propicio para mostrar, como género, raza y humanidad el incalculab­le valor del amor por los demás.

Que sea el amor combustibl­e perpetuo para la maquinaria de la solidarida­d, de la fraternida­d y de la compasión, y que se quede de manera permanente en nuestras ciudades, en nuestras calles, en nuestros pueblos, en nuestras naciones. El amor es un estado de las emociones.

Mostrar compasión y empatía al vecino que enfermó de covid-19 es amor

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