Hacia las elecciones
Lo mismo da que el autócrata sea venezolano o hable inglés
La deriva contrademocrática que notoriamente ha imprimido a su país el presidente de Estados Unidos en el cuatrienio que se acerca a su fin, sugiere que los límites del liderazgo autocrático no los fija, prima facie, el autócrata; los opone el sistema, sus fortalezas y sus falencias, su prestancia para aguantar y reaccionar.
Si es así, el autócrata, anidado en el sistema republicano, encuentra que a su voluntad de poder se le resisten los ancestrales mecanismos y valores de este sistema. Pero unos y otros no le persuaden, no los conoce aunque haya oído hablar de ellos, no los valora o simplemente no los comprende.
Por consiguiente, su tarea, con la que se encuentra en el camino casi accidentalmente, es soslayarlos, ignorarlos, desacreditarlos y derrotarlos, avanzando todo lo que pueda en este empeño hacia lo incierto, casi por tanteo y error.
Lo mismo da que el autócrata sea venezolano o hable inglés. La tensión entre él y el sistema se irá inclinando para cualquier lado conforme pase el tiempo, se aprovechen las circunstancias, y la colectividad de ciudadanos se descuide e incurra en laissez faire.
De allí que proteger la integridad del sistema republicano comienza por detectar el liderazgo autocrático en fase temprana, tomárselo en serio aunque parezca frívolo, presuntuoso, ignorante o pintoresco, y derrotarlo, si es posible, con los medios que ofrece el propio sistema antes de que este sufra daño, y no simplemente corra el riesgo de que tal cosa suceda. Luego puede ser demasiado tarde.
En este orden de cosas, me viene a la memoria lo que decía Hermann Göring en noviembre de 1923, días antes del putsch de la cervecería: “Carecemos del derecho a la autoridad para ejecutar a nadie, al menos por el momento”.
Los resultados electorales de noviembre, ¿darán fuste o pondrán término a esta agotadora eclosión de liderazgo autocrático?
Y tal vez una cuestión más ominosa, que en los días que corren alguien ha propuesto: este líder de eminente vocación autocrática, de barbilla alzada con impronta mussoliniana (que, de paso, desprecia todo lo que está al sur del río Grande), ¿es solo un accidente o expone una tendencia?