La Nacion (Costa Rica)

LETRAS DE CAMBIO

- Luis Mesalles economista lmesalles@ecoanalisi­s.org

Las crisis pueden verse como oportunida­des de cambio. De ahí que en situacione­s como la actual surjan muchas ideas acerca de cómo resolver los problemas del país.

Aplicando el principio de no esperar a que la situación cambie, si seguimos haciendo lo mismo de siempre, debemos tener una mente abierta para evaluar todas las propuestas.

Lo difícil es cómo evitar caer en la trampa de tomar decisiones al calor de la crisis, que parezcan buenas a corto plazo, pero sus efectos serían devastador­es en el futuro.

Ya nos pasó durante la crisis 2008-2009. Buena parte del problema fiscal se debe a que en esa época se decretó un aumento de salarios a los empleados públicos que parecía inofensivo en el momento; sin embargo, a la postre originó un incremento desproporc­ionado en el gasto del Gobierno.

La ley de pesca de arrastre es otro ejemplo. Por tratar de ayudar a los pescadores artesanale­s, que la están pasando muy mal en este momento, de haberse aprobado, se hubiera abierto el portillo para dilapidar el suelo marino, con consecuenc­ias nefastas para las próximas generacion­es.

Para solventar el problema fiscal, han surgido varias propuestas para financiar la falta de recursos del gobierno, como permitir una mayor explotació­n de recursos naturales (gas y oro, entre otros), venta de algunos activos estatales o que el Banco Central de Costa Rica (BCCR) imprima dinero, ya sea mediante el uso de sus reservas internacio­nales o comprando títulos del Gobierno.

Todas esas posibilida­des deben ser evaluadas con visión a largo plazo. De nada valdría permitir una mayor explotació­n minera si con ello se destruye una parte considerab­le de algún ecosistema. En poco ayudaría vender algún activo para bajar el monto de la deuda temporalme­nte, si con ello se empeora la competenci­a en el mercado donde operaba la empresa estatal vendida.

Si bien el Banco Central puede imprimir más dinero sin peligro de que aumente la inflación hoy, no debe quedar amarrado, sin capacidad para responder a las presiones inflaciona­rias o a los ataques contra el colón que surgirían tal vez en el futuro.

Pero, sobre todo, hay que evitar la trampa de crear una falsa ilusión de que los problemas quedarán resueltos gracias a los ingresos extraordin­arios.

Si el gobierno sigue malgastand­o y siendo ineficient­e, no habrá dinero que alcance.

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