Legislar para el bien común
Los legisladores y las legisladoras podrán ignorar la historia, pero la historia no va a ignorarlos a ellos ni ignorarlas a ellas.
Quizás en alguno de sus sueños nacidos al calor de lecturas, poemas y cantos creados por escritores y escritoras, y músicos y músicas costarricenses anhelaron formar parte de la estirpe honrosa de los próceres y las próceres, o padres y madres de la patria, y no como se perfila en el horizonte si persisten en su injusto empeño de cercenar el Ministerio de Cultura y Juventud: ¿Piratas de la patria?
La vida tiene una forma ineludible de devolver las cuentas: ninguna persona puede brincarse eso. Así, que es posible imaginar un futuro como este, encarnado en su descendencia, señor y señora legislantes: que un hijo suyo o una hija suya, o una nieta o un nieto se asomen a un hueco aledaño a la plaza de la Cultura y pregunten: “¿Qué había ahí?, ¿qué es ese ángel caído y una cúpula doblada y otras figuras enterradas en el fondo del barro?
Tendrán que decir a su prole que allí hubo un Teatro Nacional, orgullo de patrimonio histórico en América Latina, edificio de dominguear para el turismo en el país, pero como ustedes contribuyeron a quitarle el presupuesto necesario para preservarlo se deshizo en las manos costarricenses. Y van a tener que explicar por qué la historia les señala como responsables.
Cementerios del arte. Pero también va a darse el caso de
que un hijo o una hija o un nieto o una nieta de ustedes vaya a vivir a un pueblo alejado de la meseta central o remoto de las costas, y se encuentre un cementerio de violines, de zapatillas de baile, de máscaras, de libros, de pinceles, y se tope a los muchachos y a las muchachas del lugar dando vueltas en las esquinas oscuras en torno al distribuidor o la distribuidora de drogas, porque ya no tienen cómo descubrir que la vida no es solo para buscarse el sustento (que también), sino que va más allá y no solo de pan vive la persona.
¿Hemos visto aumentar la delincuencia juvenil? Observemos la correlación: menos acceso a la cultura, más criminalidad. Es así en todas las sociedades del mundo. Ustedes,
respetables legisladores y legisladoras, lo saben, no creo que ignoren evidencia tan obvia, ya que ocupan una honorable curul.
Van a tener que explicar a su parentela que usted como diputado o diputada contribuyó a quitarle al Ministerio de Cultura y Juventud la posibilidad de pagar a los trabajadores y a las trabajadoras de la cultura para que pudieran desplazarse a las regiones alejadas y enriquecer la vida a los niños y a las niñas y a jóvenes, y enseñarles que pueden crearla con sus talentos; explicar a su progenie y amistades que ustedes como legisladores o como legisladoras impidieron a las nuevas generaciones y a poblaciones vulnerables de todo el país descubrir, por medio del arte, que la libertad es un bien interno que vive dentro del ser humano, y no necesita chunches materiales para ser feliz ni drogas para evadirse.
Privación. Que ustedes además evitaron que niños y niñas de lugares alejados pudieran asistir en grupo a los programas Érase una Vez en el Teatro Nacional y Érase una Vez Territorio en el Teatro Melico Salazar, y apreciar por primera vez un concierto, una obra de teatro, un ballet, recibir talleres, y ya no podrán hacerlo nunca.
Que ustedes impidieron que vinieran estudiantes de todas partes del país a conocer los museos y sus exposiciones en la Ruta de los Museos y recibieran con mucho amor talleres, tours y conferencias, que ustedes impidieron que personas de los barrios marginales aprendieran multitud de saberes en el parque la Libertad y que ustedes asfixiaron con un recorte exagerado una gama amplia de entidades, programas y actividades culturales que benefician a muchísimas personas.
La vida tiene una forma ineludible de devolver las cuentas: nadie puede brincarse eso
¿Saben una cosa? Mi padre fue un escritor que, desde luego, escribió su extensa obra literaria sin apoyo gubernamental, pero gracias a haber recibido el Premio Nacional de Cultura Magón tuvo una pensión austera, pero decente, al final de sus días.
Los premios nacionales garantizan esa justicia: reconocer la labor de una vida que ha enriquecido la identidad del país.
Olvido. Artistas, creadores y creadoras seguiremos haciendo arte; nos es inevitable. Por su parte, ustedes, en sus puestos, quizás quieran legislar con visión a mediano y largo plazo. Tal vez lo olvidaron momentáneamente, al calor de una crisis grave.
¿Padres y madres de la patria o piratas? En ustedes, señor diputado y señora diputada, está escoger cómo quieren que la historia les señale.
Legislar para el bien común, para el futuro de los niños y las niñas y los jóvenes, y el bienestar colectivo, no solo es asegurarles el pan, la salud y el techo, que esperamos lo estén haciendo, por supuesto, sino resguardar su derecho a la cultura.