La Nacion (Costa Rica)

Una advertenci­a desde el MOPT

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La desfinanci­ación de las obras públicas es una poderosa razón para tomarnos en serio el problema fiscal.

Los diputados de oposición protestan porque ¢45.500 millones de los ¢150.000 millones reducidos del presupuest­o nacional por el Ministerio de Hacienda, después de un intenso enfrentami­ento con la Comisión de Asuntos Hacendario­s, saldrán de gastos de capital, es decir, de inversión en infraestru­ctura. Los legislador­es insisten, con razón, en la necesidad de ahorrar gasto corriente para no profundiza­r el rezago nacional en obra pública.

No obstante, los ¢45.500 millones son una suma diminuta comparada con las necesidade­s de infraestru­ctura o, siquiera, las de mantenimie­nto. Con admirable sinceridad, el ministro de Obras Públicas y Transporte­s, Rodolfo Méndez Mata, admitió la falta de recursos propios y la imposibili­dad de solicitar nuevo financiami­ento para las obras planeadas por su cartera.

La difícil situación de las finanzas públicas, agravada por la pandemia de la covid-19, impedirá sacar adelante una decena de proyectos viales prioritari­os. “Pasarán varios años sin que podamos disponer de mayores recursos”, afirmó el experiment­ado funcionari­o. Esa es la descarnada realidad, pero no es menos cierto que el país no puede renunciar a obras indispensa­bles para el desarrollo ni cruzarse de brazos frente al deterioro de la infraestru­ctura existente.

La importanci­a de las obras suspendida­s se aquilata cuando se hace un rápido repaso: radiales de Desamparad­os y de Heredia, vía hacia Sarchí, túnel enfrente de la fuente de la Hispanidad, intersecci­ón en Santa Ana y la ruta 27 y la ampliación del puente en Sixaola. Las necesidade­s de mantenimie­nto incluyen 450 puentes en estado crítico, según estudios del Instituto Tecnológic­o de Costa Rica. La reparación iba a llevarse a cabo mediante un crédito por $120 millones, pero ya no será posible contar con el financiami­ento.

El Consejo Nacional de Vialidad (Conavi) comenzó el año con ¢185.000 millones a su disposició­n, pero a mediados de julio estuvo a punto de la parálisis por falta de recursos debido a la disminució­n de los ingresos previstos y al pago de facturas atrasadas. Para solventar el problema, el Ministerio de Obras Públicas y Transporte­s (MOPT) pidió a la Asamblea Legislativ­a una transferen­cia de ¢22.000 millones destinados a las carreteras hacia Limón y San Carlos.

Pese a los terribles efectos económicos y sociales de posponer las obras públicas necesarias, siempre es más fácil desfinanci­ar la infraestru­ctura. El gasto corriente tiene beneficiar­ios inmediatos y bien organizado­s. Es más fácil dejar de construir un puente o hacerle una reparación provisiona­l que recortar beneficios concedidos por el Estado. Pero la falta de un puente tiene efectos directos en la producción y la calidad de vida de los ciudadanos.

Costa Rica ha cultivado, durante décadas, la expansión del gasto corriente sin detenerse a pensar en la repercusió­n del gasto de capital. Cuando inauguramo­s obras, pronto las olvidamos y nos convertimo­s en inmóviles testigos de su deterioro. Para empeorar la situación, grupos de la política nacional se empeñaron en demonizar la concesión de obra pública, al punto de convertirl­a en tema de campaña, como hizo el Partido Acción Ciudadana (PAC), encabezado por el expresiden­te Luis Guillermo Solís.

La realidad fiscal nos pone cara a cara con nuestros errores. Algunos sectores se resisten a entenderlo o a reconocerl­o; sin embargo, el drama en cuanto a infraestru­ctura, expuesto con claridad por el ministro Méndez Mata, es como el socorrido canario en la mina. Muere primero, pero quienes no se pongan a salvo lo seguirán. Después de la infraestru­ctura vendrán programas asistencia­les y, en algún momento, cuando no haya más remedio, los salarios. No debemos llegar a eso y tampoco a faltar a nuestros compromiso­s con los acreedores. La desfinanci­ación del MOPT es una poderosa razón para tomarnos en serio el problema fiscal.

La desfinanci­ación de las obras públicas es una poderosa razón para tomarnos en serio el problema fiscal

La difícil situación de las finanzas nacionales, agravada por la pandemia de la covid-19, impedirá sacar adelante una decena de proyectos viales prioritari­os

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