Realidad educativa
Invito a la ministra de Educación, Guiselle Cruz, a sus tres viceministros y a sus 20 funcionarios del más alto nivel a ver el reportaje del maestro que antes de la pandemia caminaba 24 kilómetros para llegar a su escuela y hoy debe recorrer hasta su refugio para comunicarse con los estudiantes.
Con una débil señal espacial que llega a su celular (cuando lo logra) comienza el acto educativo promoviendo la formación de pensamiento.
Con sus dedos les enseña a contar, escribe la materia en una pequeña pizarra que cuelga de una pared que no se llama aula ni es sala de televisión llena de luz y color; es como su cápsula espacial.
Como los primeros astronautas que se enfrentaron al cosmos en busca de señales, el maestro se enfrenta a diario a captar la señal que le hará ponerse en contacto con sus estudiantes.
Saca el celular por un hueco de la cápsula y espera que una onda se desvié para iniciar su labor. Es como pescar sin carnada.
Muchos docentes en lugares alejados luchan a diario para cumplir sus objetivos educativos, oyen a los jerarcas del MEP hablar de Plaza Sésamo, de conectividad, de hogares conectados, de educación virtual, de educación a distancia, de aprendo en casa y otras cosas más, pero la realidad es otra.
La tecnología se niega a acompañarlos y deben encarar, como este maestro, su propio contexto y solos.
Hablar con ellos y su entorno le bajaría el tono al discurso político de la Red Educativa del Bicentenario, porque el cierre de la brecha digital es tarea difícil. No solo debe universalizarse el acceso a la tecnología, sino también al conocimiento.
Cuanto más alejada y pequeña es la institución educativa, menos digitalizada está y eso agobia a nuestros educadores. Para mi compañero de vocación, mi respeto y admiración. El maestro es de la zona sur.
Henry Fallas Sojo
Santo Domingo de Heredia