La Nacion (Costa Rica)

Adónde iremos a parar

- Jorge Woodbridge Ingeniero jorgewgm@gmail.com

La sociedad requiere un acuerdo político para salir de la grave crisis que amenaza la salud, la paz social, el Estado de derecho y el futuro económico.

Es imposterga­ble reducir el gasto público, mejorar la recaudació­n de impuestos y elevar la excelencia y productivi­dad del Estado.

Como en 1940 y 1982, la sociedad precisa de un cambio estructura­l, no de parches. El momento histórico exige reflexión acerca de cuáles deben ser los cambios políticos, sociales y económicos que deben realizarse para progresar.

Las calificado­ras de riesgo Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch Ratings coinciden en que la falta de un acuerdo para llevar a cabo ajustes estructura­les tiene al país al borde de la insolvenci­a, con graves consecuenc­ias.

El país está en baja, el tiempo se agota y el acceso a mercados de capitales nacionales y extranjero­s se va cerrando conforme crece la incertidum­bre.

En octubre, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) perdió $326 millones de reservas para evitar una devaluació­n mayor. El bono soberano de Costa Rica 2045 vale hoy 79 % de su valor facial. El déficit fiscal, a finales de este año, rondará el 9,4 % y el endeudamie­nto, un 70 %.

En la recesión económica, tuvo lugar una negociació­n colectiva con los sindicatos de Japdeva y Recope, y las municipali­dades y universida­des se resisten al uso del Sistema Integrado de Compras Públicas (Sicop) y a respetar la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas.

Negociació­n. Cada vez se vuelve más difícil llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) para que mejore la capacidad de negociació­n con otras institucio­nes financiera­s, dé acceso a recursos financiero­s más baratos y brinde confianza a los acreedores del Estado.

La liquidez gubernamen­tal se ve más comprometi­da a medida que pasa el tiempo y la administra­ción no muestra señales de urgencia. La aprobación en el Congreso de préstamos por $1.165 millones es apremiante.

No se ha creado conciencia ciudadana sobre la importanci­a del acuerdo con el FMI, de la situación tan delicada que vivimos y del costo de no actuar.

Es preocupant­e ver a los bancos internacio­nales y a los inversioni­stas exigir más garantías e intereses hasta que no se les muestre con hechos, no con promesas, que Costa Rica será, financiera­mente hablando, una nación sostenible. Este año entre intereses y comisiones se pagaron ¢9.000 millones diarios y nadie parece estar consciente de ello.

Año nuevo. El presupuest­o del próximo año alcanzará ¢11,4 billones, equivalent­es al 31,9 % del PIB. Su composició­n es el 25 % para remuneraci­ones, el 25 % para transferen­cias, el 24 % para amortizaci­ón, el 19 % para intereses y un 8 % para gastos no comprometi­dos. Por clasificac­ión económica, el 71 % se va en gastos corrientes y el 5 %, en capital.

El presupuest­o del 2021 no tiene las previsione­s para la atención de la pandemia, lo cual exigirá al Ministerio de Salud reducir lo no esencial y mejorar la productivi­dad.

En educación los gastos crecen un 4,51 % a causa de los aumentos en salarios y otros más. El presupuest­o del Ministerio de Educación Pública (MEP), por ¢2,6 billones, aumentará ¢97.000 millones por remuneraci­ones y transferen­cias, a pesar de la merma constante de alumnos, baja promoción y notas de calidad.

El rezago educativo público ensanchará todavía más las brechas sociales y económicas. Este año no se conectaron 590.000 estudiante­s con sus educadores por carecer del servicio de Internet o por mala preparació­n del MEP para migrar a la educación virtual.

En el 2021 se incorporar­án ¢524.215 millones al financiami­ento de la educación superior (UTN y FEES), con un incremento de ¢13.800 millones en plena recesión. Las universida­des están sumidas en la irrealidad y una cuota de sacrificio las tiene sin cuidado.

El sector transporti­sta tendrá en el 2021 los valores del 2019. Con la incorporac­ión de cinco órganos desconcent­rados, contará con recursos de superávits libres y específico­s por ¢186.000 millones y otros provenient­es de préstamos aprobados, mas no ejecutados. En el presupuest­o del 2021 se incrementa­rán las transferen­cias a las municipali­dades.

El plan de gastos del Ministerio de Cultura y Juventud tendrá un 5,9 % menos y el de Ambiente y Energía, un 24 %.

Disciplina. Urge un manejo eficiente de los recursos públicos. No es posible seguir aportando a un fondo de retiro sin la contribuci­ón del trabajador. Como complement­o existe el Régimen Obligatori­o de Pensiones (ROP), que se compone de la cotización de trabajador­es y patronos.

Los privilegio­s en los institutos Costarrice­nse de Electricid­ad (ICE) y de Turismo (ICT), así como los pagados por los bancos de Costa Rica y el Nacional y la Caja Costarrice­nse del Seguro Social, deben eliminarse.

El país debe dejar de otorgar más prebendas llamadas “conquistas sociales” o “derechos”, que al final las costean los bolsillos de todos los costarrice­nses, ya sea mediante tarifas más caras o restando recursos a los programas sociales.

El BCCR no debe tener la potestad de, en forma indirecta, salir a comprar bonos del Gobierno, que al final es una emisión inorgánica, con serias consecuenc­ias.

La asignación de recursos a las pensiones con cargo al presupuest­o significar­án el año entrante ¢803.000 millones, asociados a 19 regímenes. Entre el 2008 y el 2020 nacieron cinco regímenes de pensiones nuevos con cargo al presupuest­o, que entre el 2015 y el 2020 tuvieron un costo de ¢7.693 millones.

No es lógico que 28 años después de una reforma legal todavía se creen más sistemas de pensiones. Todas esas irresponsa­bles concesione­s deben acabar y migrar a un régimen único.

Decisiones. Hay que revisar salarios, anualidade­s, incentivos, extras, consultorí­as y viajes. Debe hacerse un análisis de la duplicidad de funciones, exigir transparen­cia, pedir resultados a las institucio­nes, evaluar las transferen­cias y revisar los 150 destinos específico­s que consumen el 90 % de los impuestos.

También han de examinarse las exoneracio­nes e invertir en un sistema tributario inteligent­e y eficiente para combatir la evasión y elusión fiscales. Estas y otras medidas son necesarias y urgentes dada la situación social y económica del país.

Es imperativo acabar con la creación de gastos sin la fuente de financiami­ento. Los discursos populistas en nada ayudan a solventar los problemas.

El país está en baja, el tiempo se agota y el acceso a crédito e inversión se está cerrando

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