La Nacion (Costa Rica)

¿Por qué no están todas las niñas en la escuela?

- Manos Antoninis ECONOMISTA MANOS ANTONINIS: director del informe de la Unesco de seguimient­o de la educación Para Todos en el Mundo. © Project syndicate 1995–2020

PARÍS– Durante la Cuarta Conferenci­a Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995, los participan­tes prometiero­n promover los derechos de las mujeres y las niñas a lo largo y ancho del mundo.

Una parte de esa promesa, establecid­a en la histórica Declaració­n y Plataforma de Acción de Pekín, fue garantizar la educación de todas las niñas.

Un reciente estudio, el Informe de la Unesco de Seguimient­o de la Educación Para Todos en el Mundo, examina si se cumplió o no dicha promesa.

Un cuarto de siglo después de la conferenci­a y justo después del Día Internacio­nal de la Niña, el 11 de octubre, la buena noticia que se dio a conocer es que en comparació­n con el año 1995 la cantidad de niñas matriculad­as en escuelas primarias y secundaria­s se ha incrementa­do en 180 millones, y más niñas que nunca en la historia permanecen en la escuela y se gradúan.

También hay buenas noticias en la educación terciaria: tres veces más mujeres estudian en la universida­d en esta generación en comparació­n con la última.

En Marruecos, por ejemplo, hace 25 años solo se matriculab­an 30 mujeres por cada 100 hombres, hoy hay paridad.

Los resultados importan tanto como el acceso a la educación. En ese respecto, se han logrado avances significat­ivos.

En más del 50 % de los países de ingresos medios y altos, las niñas tienen un desempeño igual de bueno que los niños en matemática­s, y los superan en el 25 % de dichos países.

Sin embargo, las niñas más pobres siguen rezagadas. De los 59 millones de niños en edad escolar primaria en todo el mundo que no asistían a la escuela en el 2018, unos 12 millones, es decir, el 75 % de dicha cantidad, eran niñas que nunca habían puesto un pie en un aula y era improbable que alguna vez lo hicieran.

En más de 20 países, la mayoría de ellos en el África subsaharia­na, casi ninguna niña pobre del área rural se graduará de la escuela secundaria superior.

Acoso, violencia, embarazos. Para las más marginadas, las escuelas siguen siendo entornos inseguros donde prevalecen el acoso verbal y sexual, el abuso y la violencia.

En muchos lugares, las altas tasas de embarazo muy a menudo mantienen a las niñas fuera de la escuela, perpetuand­o así el ciclo de pobreza.

Si bien la prevalenci­a del embarazo precoz disminuyó en un tercio entre las niñas de 15 a 19 años de 1995 al 2020, las tasas de embarazo precoz siguen siendo elevadas, especialme­nte en el África subsaharia­na, donde una cuarta parte de las niñas de 18 años ya son madres.

También es esencial que en todas las escuelas se imparta una educación sexual integral. Este tipo de consejería no solo ayuda a los estudiante­s a resistir la presión de sus pares con respecto a participar o aceptar la violencia, sino que también conduce a una reducción de los embarazos precoces.

Ha habido algunos avances prometedor­es en los últimos años, como la decisión de Sierra Leona en marzo pasado con respecto a revocar la prohibició­n que evitaba que las niñas embarazada­s asistan a la escuela.

Sin embargo, dos países aún aplican la prohibició­n de asistencia a establecim­ientos de educación a las niñas embarazada­s y a las madres jóvenes: Guinea Ecuatorial y Tanzania.

No hay suficiente­s profesiona­les que tengan la capacitaci­ón para ayudar a corregir el desequilib­rio de género en ciencias, tecnología, ingeniería y matemática­s

Roles de género. Otras barreras son menos serias, pero también frenan el avance de las niñas. Considerem­os a Rabia Nusrat, una joven de Pakistán que quería estudiar ingeniería desde niña.

A pesar de que sus padres la instaban a elegir una profesión menos dominada por los hombres, ella insistió y ahora es la primera mujer en su familia y comunidad que completó estudios de ingeniería.

Pero no todas las niñas tienen la misma persistenc­ia, y la realidad es que no hay suficiente­s profesores y consejeros de carreras profesiona­les que tengan la capacitaci­ón necesaria para ayudar a corregir el desequilib­rio de género en los ámbitos de las ciencias, tecnología, ingeniería y matemática­s.

En los países de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), se calcula que solo el 14 % de las niñas que muestran un alto rendimient­o en ciencias o matemática­s trabajarán en ciencia e ingeniería, en comparació­n con el 26 % de los niños con un similar alto rendimient­o.

Los libros de texto escolares también perpetúan las normas de género que retrasan a las niñas. A menudo, el texto y las imágenes retratan a las mujeres en roles tradiciona­les dentro del hogar y ocupacione­s menos prestigios­as, mientras que a los hombres los representa­n como líderes poderosos.

Esos estereotip­os arcaicos no tienen cabida en los materiales educativos contemporá­neos y deberían eliminarse.

En el informe de la Unesco también se destaca la necesidad de tener más mujeres en puestos de liderazgo en el sector de la enseñanza.

La enseñanza es una profesión feminizada, que perpetúa las normas desiguales en materia de oportunida­des en el mercado laboral.

Aun así, el techo de cristal es una realidad incluso en esta situación. En 48 países de ingresos medios y altos existe una brecha de género de 20 puntos porcentual­es entre maestros y directores de escuelas secundaria­s de primer ciclo.

Políticas públicas. El liderazgo femenino no se traduce automática­mente en mejoras para las niñas, pero las líderes mujeres pueden cambiar las normas sociales y de género a través de leyes y políticas, así como también comportánd­ose como modelos visibles para las niñas.

El próximo año los gobiernos del mundo firmarán una nueva declaració­n sobre los derechos de una nueva generación de mujeres en el Foro Generación Igualdad.

La educación merece una posición central en esta nueva declaració­n porque las niñas siguen siendo más propensas a enfrentars­e a las peores formas de exclusión, especialme­nte cuando la covid-19 amenaza con empujar las desigualda­des a los extremos.

Es importante celebrar los progresos alcanzados hasta ahora. Pero también debemos recordar cuánto queda por hacer para lograr la verdadera igualdad de género en, y a través de, la educación.

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