La Nacion (Costa Rica)

La trampa de la negociació­n

- jlarce@fcscapital.cr

El sistema político muestra señales preocupant­es de debilitami­ento de los marcos de representa­ción y ausencia de espacios reales y efectivos para buscar acuerdos.

Sin embargo, no es cualquier estructura de negociació­n y diálogo la que termina siendo funcional, en términos de conducir de manera oportuna y efectiva a los acuerdos y decisiones que se requieren para enfrentar la coyuntura actual y, lo que es aún más grave, los necesarios para el diseño de las políticas públicas de largo plazo que tanto urgen.

La trampa de la negociació­n –ese punto en donde de un proceso de diálogo surgen políticas o acciones inoportuna­s, insuficien­tes o de plano equivocada­s que lejos están de resolver los problemas que convocaron a las partes a la mesa– es el producto tanto de errores en el diseño del espacio de decisión como de una inadecuada gestión política, en términos de la forma en que se articulan en el proceso las partes interesada­s y los actores políticos dentro de los marcos de representa­ción democrátic­a tradiciona­les (los poderes Ejecutivo y Legislativ­o).

Si la regla de decisión es consensual y los temas tocan intereses –económicos (por ejemplo, aspectos tributario­s o que afecten rentas que extraen los diferentes sectores), o políticos (distribuci­ón de cuotas de poder real)– de los actores en la mesa, la posibilida­d de que se impongan vetos a temas relevantes es muy elevada. El resultado, en consecuenc­ia, poco contribuir­á a resolver el problema planteado y lo peor, es muy probable que la distribuci­ón de los costos de las decisiones termine siendo injusta.

El segundo problema es cómo articular el proceso de diálogo con los espacios tradiciona­les de toma de decisiones en las democracia­s representa­tivas. En otras palabras, cómo asegurarse que lo que salga del proceso de negociació­n pueda trasladars­e sin sobresalto­s, sin herir susceptibi­lidades, sin suspicacia­s y de manera natural a los espacios de interacció­n entre el Ejecutivo y el Legislativ­o, en los que terminará definiéndo­se finalmente su adopción o su rechazo.

Si ese tejido entre Ejecutivo y Legislativ­o no existe, tiene heridas abiertas o cicatrices profundas, el resultado del proceso de dialogo puede terminar, en el mejor de los casos, en pérdida de tiempo valioso y, en el peor, debilitand­o la ya corroída confianza de los ciudadanos en las institucio­nes de representa­ción democrátic­a.

 ?? José Luis Arce ?? Competenci­a perfecta
Economista
José Luis Arce Competenci­a perfecta Economista

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