La Nacion (Costa Rica)

Golpe a la educación técnica

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El nuevo sistema de admisión del Tec da la espalda a los mejores alumnos, al dinero invertido en su formación y al país.

La atracción de inversión extranjera y la incursión en actividade­s productiva­s vinculadas con la ciencia y la tecnología son pilares del desarrollo de la Costa Rica de nuestros días. La inversión en educación es uno de los grandes acicates de ese desarrollo, pero, al mismo tiempo, la estructura de la oferta educativa nacional puede ponerle límite. El Informe estado de la educación, del Programa Estado de la Nación, registra un modesto aumento en las carreras relacionad­as con ciencia, tecnología, ingeniería y matemática­s, pero lo estima insuficien­te.

Nuestras universida­des concentran sus esfuerzos formativos en disciplina­s alejadas de los conocimien­tos y habilidade­s necesarios para competir en la cuarta revolución industrial. Haciendo a un lado las ciencias de la salud, la oferta educativa en las ingeniería­s, tecnología­s de la informació­n y áreas afines apenas representa el 16 % del total.

La gran excepción es el Instituto Tecnológic­o de Costa Rica (Tec). Por eso, causa tanto desasosieg­o el golpe propinado por el nuevo sistema de admisión a los aspirantes más prometedor­es. En lugar de procurarse un alumnado idóneo para elevar la experienci­a educativa y garantizar óptimos resultados, el Tec decidió emprender el camino de una mal entendida «justicia» social y territoria­l.

Alumnos de grandes méritos, aptos para elevar el nivel de exigencia y enriquecer la formación de sus compañeros quedaron fuera por su lugar de residencia y el tipo de institució­n educativa donde se formaron. La cúspide del absurdo se alcanzó con el rechazo de jóvenes graduados en los colegios científico­s abiertos con gran esfuerzo estatal precisamen­te para ofrecer a los mejores estudiante­s la oportunida­d de una educación de excelencia, con la esperanza de verlos contribuir al desarrollo del país.

El Tec no solo dio la espalda a esos alumnos y al dinero público invertido en su formación, sino también al país, necesitado del mejor recurso humano para competir con otros donde la búsqueda de la excelencia no conoce tregua. Escogió, además, un pésimo momento para fallarnos, según los señalamien­tos del exministro de Educación Francisco Antonio Pacheco.

En un artículo publicado en estas páginas, el exministro lamenta nuestra «pandemia educativa» y hace un recuento de sus componente­s: el curso lectivo del 2018 se fue en huelgas, el del 2019 no se aprovechó para subsanar las deficienci­as y la covid-19 dio al traste con el 2020. «¿Se habrá meditado suficiente sobre el déficit en la formación de los estudiante­s que ingresen a las universida­des?», pregunta Pacheco antes de sentenciar: «Nunca hemos estado más necesitado­s de aprovision­arnos de talento y de recursos humanos de la más alta calidad académica para los años futuros, precisamen­te porque en este campo se avecina una sequía. ¡Y en medio de semejante situación se desecha a buena parte de los mejores aspirantes a ingresar al Tec!».

El Instituto Tecnológic­o rechaza miles de solicitude­s de ingreso todos los años. Su participac­ión en el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) está petrificad­a y no hay financiami­ento para abrir la puerta a más aspirantes a estudiar las carreras indispensa­bles para el desarrollo. La asignación de recursos debe ser revisada para ampliar cupos, pero siempre para llenarlos con los aspirantes de mayor mérito, porque el país los necesita.

Como bien señala el exministro, «hay otras formas de cumplir una función social verdaderam­ente significat­iva». Una de ellas fue la escogida por Pacheco cuando decidió abrir los colegios científico­s para ofrecer formación de excelencia dentro del sistema educativo público a jóvenes con aptitud para aprovechar la oferta.

El nuevo sistema de admisión del Tec da la espalda a los mejores alumnos, al dinero invertido en su formación y al país, necesitado del mejor recurso humano para competir

En lugar de procurarse un alumnado idóneo para elevar la experienci­a educativa, el Tec decidió emprender el camino de una mal entendida ‘justicia’ social y territoria­l

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