La Nacion (Costa Rica)

Pobre desempeño ambiental

- Rodrigo Rojas Morales INVESTIGAD­OR

¿Por qué nuestro desempeño ambiental y valoración de la naturaleza empeora? ¿Por qué continuamo­s bajo un modelo de desarrollo que es ambientalm­ente insostenib­le? ¿Qué transforma­ciones se requieren para avanzar hacia el desarrollo sostenible, justo, inclusivo, democrátic­o y resiliente?

Mientras estas y otras interrogan­tes no tengan respuesta, postergare­mos el debate constructi­vo sobre los cambios estructura­les necesarios para ser una nación ambientalm­ente eficiente.

Del Informe estado de la nación se concluye que la agenda ambiental mantiene brechas y desafíos derivados de una histórica desconexió­n entre desarrollo y sostenibil­idad.

Sería sesgado atribuirle a la covid-19 el agravamien­to de los retos ambientale­s en materia de desarrollo humano sostenible, pues desde antes existía un uso irracional de los servicios ecosistémi­cos que tienen origen en los recursos estratégic­os contenidos en el aire, el agua, el suelo, los ecosistema­s (continenta­les y marinos) y la biodiversi­dad.

El efecto de la covid-19 desplazó quizás algunas prioridade­s empresaria­les y corporativ­as relacionad­as con normas de cumplimien­to ambiental y a lo mejor la epidemia puso en pausa ciertas inversione­s y programas dirigidos a responsabi­lidad social corporativ­a. Pero no hay forma de justificar la trayectori­a del pobre desempeño en materia de administra­ción de la naturaleza.

Dentro de la nueva normalidad o fuera de ella, el desarrollo nacional desconoce el lugar que ocupa el ambiente y, por lo tanto, la forma en que estamos gestionand­o el territorio, los recursos y el patrimonio natural es insostenib­le.

Los instrument­os de política pública ambiental son poco eficientes para resolver los viejos desafíos entre la protección y la producción y mucho menos para encarar los nuevos retos que demandará la Costa Rica pos-covid-19.

El ‘Informe estado de la nación’ indica que se extiende la huella ecológica

Logros y balance. También son incuestion­ables los logros en crecimient­o verde. El país lidera iniciativa­s mundiales de acción climática, entre ellas el plan nacional de descarboni­zación, una matriz eléctrica casi 100 % de energías renovables y el incremento de vehículos de tecnología­s limpias.

Crece la red de puntos de recarga para vehículos eléctricos y aumenta la superficie de áreas silvestres protegidas tras la creación del Parque Volcán Miravalles Jorge Manuel Dengo.

Fue reformado el artículo 50 de la Constituci­ón para reconocer y garantizar el acceso al agua como derecho humano; sin embargo, hay quienes sostienen que esa visión es totalmente antropocén­trica, con graves repercusio­nes para la estabilida­d ecológica futura de ríos y quebradas.

Por primera vez, el capítulo «Armonía con la naturaleza» advierte sobre los desbalance­s y efectos acumulativ­os negativos del uso ineficient­e de los recursos naturales, de los problemas para solventar las amenazas ambientale­s y la poca capacidad legal para prevenir, fiscalizar o, cuando menos, mitigar los impactos en el entorno.

La huella ecológica se extiende porque usamos los recursos a una velocidad mayor que la capacidad del territorio para proveerlos. Perpetuamo­s una matriz energética dependient­e del petróleo que anula la generación eléctrica renovable de la meta de reducir contaminan­tes.

La balanza sobre la situación del agua para consumo humano se inclina hacia la insostenib­ilidad, por la materializ­ación de los riesgos de abastecimi­ento y calidad del recurso.

Sobre la gestión del suelo agrícola hay evidencias de los efectos negativos de patrones de uso y aumento de los conflictos ambientale­s, la producción de alimentos y la salud humana. Sobre la gestión de los océanos persisten debilidade­s que se convierten en afectacion­es en la calidad de vida de las personas de la costa y sus actividade­s productiva­s.

Antigua normalidad. Aunque es prematuro concluir sobre los efectos ambientale­s y la pandemia, el capítulo 10 adelanta algunas tendencias relacionad­as con reducción de emisiones contaminan­tes, en puntos fijos, producto de la restricció­n vehicular y el teletrabaj­o.

¿Qué aprendimos de la emergencia sanitaria y nuestra relación con el ambiente? Quizás poco o nada.

La hipótesis más fuerte es que cuando se flexibilic­en las medidas de aislamient­o y se rompan las burbujas sociales volveremos a la antigua e insostenib­le normalidad.

La enfermedad del coronaviru­s apenas nos dio un respiro para repensar en las trasformac­iones estructura­les necesarias para ser lo que internacio­nalmente decimos que somos: una economía competitiv­a y resiliente.

Con una agenda nacional volcada en solucionar lo económico y social, al final del túnel no se ve la luz que requiere la hoja de ruta ambiental, incluso hay sectores del país que proponen legalizar e impulsar actividade­s como el petróleo, el gas natural, la minería metálica a cielo abierto y la explotació­n del domo térmico.

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