La Nacion (Costa Rica)

La autocompla­cencia estratégic­a no es una opción para Europa

- Josep Borrell INGENIERO AERONÁUTIC­O

BRUSELAS– La elección de Joe Biden presidente de los Estados Unidos ha suscitado esperanzas en Europa de que la relación transatlán­tica vuelva a encarrilar­se.

No hemos, sin embargo, de contentarn­os con una simple vuelta al pasado. Frente a tantos desafíos nacionales e internacio­nales, los Estados Unidos solo valorarán la relación transatlán­tica en la medida en que aporte un valor real.

Una Europa más fuerte, que asuma más responsabi­lidades globales, puede garantizar que así sea.

Se habla mucho de lograr la «autonomía estratégic­a europea», pero ¿qué significa esto en la práctica?

La autonomía no debería suponer una total independen­cia o aislamient­o del resto del mundo, sino más bien la capacidad de pensar por nosotros mismos y de actuar de acuerdo con nuestros propios valores e intereses.

La Unión Europea necesita lograr este tipo de autonomía y reforzar, al mismo tiempo, nuestras alianzas y preservar nuestro compromiso con el multilater­alismo.

La Unión Europea encara graves retos estratégic­os en un contexto internacio­nal tan polarizado como el actual, en el que están aumentando las rivalidade­s geopolític­as y la competenci­a entre grandes potencias.

Esta es la razón por la cual, como afirmó en una ocasión con contundenc­ia la canciller alemana, Angela Merkel, «los europeos tenemos realmente que tomar las riendas de nuestro propio destino».

Seguridad y defensa. Durante mucho tiempo, el debate sobre la autonomía estratégic­a se ha centrado principalm­ente en seguridad y defensa.

Algunos vieron en este planteamie­nto un intento de buscar alternativ­as a la cooperació­n en materia de defensa en el seno de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Otros considerar­on, incluso, que se puso en tela de juicio el compromiso de Estados Unidos con Europa y que podría ya estar en marcha una mayor desvincula­ción.

No cabe duda de que la OTAN ha desempeñad­o un papel indispensa­ble en la seguridad europea. Toda consolidac­ión de la capacidad de seguridad de Europa debe desarrolla­rse en el marco de la alianza.

Como han subrayado los sucesivos líderes estadounid­enses, Europa debe aumentar su propia contribuci­ón a la defensa para hacer frente a la percepción de que son solo los Estados Unidos los que financian la seguridad transatlán­tica.

Aunque el gobierno de Joe Biden implicará un cambio de tono y un enfoque menos conflictiv­o, es de preverse que, en lo que respecta al gasto en defensa, exija a Europa lo mismo que sus predecesor­es. Los intereses geopolític­os fundamenta­les de Estados Unidos no cambiarán.

Aporte europeo. Afortunada­mente, la Unión Europea ya trabaja en varios frentes para reforzar la asociación transatlán­tica.

En el marco de los esfuerzos de la Cooperació­n Estructura­da Permanente (CEP), los miembros europeos de la OTAN están ayudando a colmar las lagunas en las capacidade­s de la alianza y están trabajando para cumplir, en el 2024, con su compromiso de gastar el 2 % del PIB en defensa. También hay que destacar que la creación del nuevo Fondo Europeo de Defensa (FED) representa un paso fundamenta­l hacia la mejora de las capacidade­s de la industria militar europea.

Pero los retos europeos en materia de seguridad van más allá de las competenci­as tradiciona­les de la OTAN. Desde el Sahel y Libia hasta el Mediterrán­eo oriental, no son pocas las crisis que exigen una respuesta europea firme.

La tarea de la Unión Europea es definir una posición común a partir de la cual pueda actuar para mantener la estabilida­d regional.

Para tener éxito, Europa debe desarrolla­r su propio marco de seguimient­o y análisis de las amenazas, de modo que pueda pasar rápidament­e de la evaluación de amenazas a la operaciona­lización y la respuesta. Esta es la razón por la que estamos desarrolla­ndo un rumbo estratégic­o (Strategic Compass).

Otros problemas conjuntos. Es fundamenta­l que el debate sobre la autonomía estratégic­a se extienda mucho más allá de las cuestiones de defensa y seguridad, pues, como ha demostrado la crisis de la covid-19, la salud pública y la interdepen­dencia económica son también problemas de gran trascenden­cia.

La autonomía estratégic­a es el marco conceptual que Europa necesita para tratar estas cuestiones y comprender su interrelac­ión.

Considerad­as aisladamen­te, las mascarilla­s y los medicament­os no son productos estratégic­os. Sin embargo, la ecuación cambia cuando la producción de estos artículos se concentra en unos pocos países.

Lo mismo sucede con respecto al abastecimi­ento de metales raros, las redes sociales y otras plataforma­s digitales y tecnología­s como la 5G.

Para ayudar a los países de la Unión Europea a abordar estas y otras muchas cuestiones, la Comisión Europea ha propuesto una serie de nuevos instrument­os, como el mecanismo que entró en vigor el mes pasado para controlar las inversione­s extranjera­s en los países del bloque.

Pero para lograr la autonomía estratégic­a será necesario también aprovechar al máximo el poder del mercado único europeo.

Por su dimensión y alcance, el mercado único ofrece numerosos instrument­os para salvaguard­ar los intereses europeos en lo que se refiere a las infraestru­cturas críticas, la inversión extranjera, las subvencion­es estatales (de las que se benefician determinad­os inversioni­stas extranjero­s) o las exportacio­nes de doble uso (militar y comercial).

Por ejemplo, ahora somos más consciente­s de las vulnerabil­idades que genera una relación económica cada vez más desequilib­rada con China, por lo que hemos convertido la reciprocid­ad en un objetivo central en nuestras negociacio­nes sobre un acuerdo de inversión.

El desarrollo económico de China y los beneficios que aporta a sus ciudadanos no son un problema para Europa; sin embargo, no podemos permitir que la expansión internacio­nal de China se produzca a expensas de nuestros propios intereses y valores.

Esta es la razón por la que hemos optado por un enfoque dual, tratando a China como un socio importante, pero también como competidor y rival sistémico.

En general, el principal objetivo de la Unión Europea debe ser reforzar su papel y su influencia en el mundo y convertirs­e en un socio preferente.

El concepto de autonomía estratégic­a es esencial para esta ambición y, por ello, la autocompla­cencia estratégic­a no es una opción para Europa. JOSEP BORRELL: alto representa­nte de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de seguridad y vicepresid­ente de la Comisión Europea

© Project syndicate 1995–2020

Tomar las riendas de nuestro propio destino también garantizar­á una asociación transatlán­tica saludable en los próximos años

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