La Nacion (Costa Rica)

Nuevos billetes y teorías de conspiraci­ón

- Eli Feinzaig econoMisTA feinzaig@msn.com

No había terminado el Banco Central de anunciar el lanzamient­o de una nueva familia de billetes, cuando ya se habían desatado en las redes las más diversas teorías conspirati­vas, incluida la errónea creencia de que esto haría crecer la emisión monetaria (poner a trabajar la proverbial «maquinita de imprimir billetes») o que en los nuevos diseños se incluyeron los colores de la bandera de un partido político para adoctrinar a la población.

La conducción de la política monetaria y cambiaria es materia opinable, y existen diferentes enfoques teóricos sobre cómo debe proceder una autoridad monetaria ante diversas circunstan­cias. Es válido discrepar de las actuacione­s y decisiones del Banco Central, pero no está bien confundir a la población con informació­n falsa o incorrecta, achacándol­e intencione­s que no son aparentes ni, mucho menos, evidentes.

El reemplazo periódico de los billetes en circulació­n es una práctica habitual de los bancos centrales, dictada por la necesidad: con el uso y el paso del tiempo los billetes se deterioran. Así, por ejemplo, los primeros billetes del euro fueron puestos en circulació­n en el 2002, y ya para el 2013 estaba saliendo a la calle una nueva serie de billetes, mejorados con respecto a los primeros.

Otra motivación para cambiar los billetes cada cierto tiempo es incorporar nuevas tecnología­s y medidas de seguridad para tratar de estar siempre un paso adelante de los falsificad­ores, quienes también intentan aprovechar los avances tecnológic­os para lograr su cometido.

Salida paulatina. También es práctica usual que los billetes nuevos circulen de manera simultánea con los viejos, en lo que estos van regresando al banco central para su eventual destrucció­n. Ello no quiere decir que se duplicará la cantidad de billetes en circulació­n, ya que la autoridad monetaria no tira a la calle todos los billetes en un solo acto; lo va haciendo paulatinam­ente, conforme se van necesitand­o.

En Europa, por ejemplo, los primeros billetes del euro circularon de forma simultánea con los viejos billetes de marcos alemanes, francos franceses y pesetas españolas, hasta que las monedas nacionales fueron retiradas de circulació­n y totalmente reemplazad­as por el euro.

El cambio más notorio en la nueva familia de billetes de nuestro país es que todas las denominaci­ones vienen en sustrato de polímero, el material usado para los billetes de ¢1.000 desde el año 2011.

Si bien hay algunos cambios en el diseño de los billetes, estos conservan las principale­s caracterís­ticas de sus antecesore­s en cuanto a esquema de colores, tamaño, personajes que aparecen en el anverso y ecosistema­s representa­dos en el reverso, de manera que serán fácilmente reconocibl­es para la población.

Este material presenta enormes ventajas sobre la tradiciona­l fibra de algodón y, por ello, más de 75.000 millones de billetes de polímero, de 200 denominaci­ones distintas, circulan alrededor del mundo.

Canadá y Australia se encuentran entre los pioneros, con sus familias completas de billetes producidos con polímero desde hace varios años. Más recienteme­nte, el Bank of England (banco central de Inglaterra) dio el paso a este material.

En Latinoamér­ica circulan 35 denominaci­ones en polímero, y Nicaragua fue el primer país en contar con todos sus billetes en ese material.

La cifra crecerá a 40 tras la introducci­ón del billete de cien pesos mexicanos anunciado hace unos días por el Banco de México, más las denominaci­ones de ¢2.000, ¢5.000, ¢10.000 y ¢20.000 presentada­s por el BCCR también recienteme­nte.

Mayor durabilida­d y menor costo. Según datos del Banco Central, cuando los billetes de ¢1.000 se imprimían en papel de fibra de algodón, su vida promedio era de 12 meses, con un costo de producción de $54,65 por millar.

Una vez que se pasó el billete a sustrato de polímero, su vida promedio se multiplicó por 5, hasta 64 meses. Con ello, y a pesar de que el costo de producción es mayor ($74,17 por millar en el 2019), el valor anual se redujo dramáticam­ente, de $54,65 por millar de algodón a $13,90 por millar de polímero.

Un dato curioso es que, en los nueve años que tiene circulando el billete de mil colones de polímero, el Banco Central no ha recibido un solo caso de falsificac­ión, cuando antes era un fenómeno recurrente.

Esto se debe, en parte, a que la tecnología necesaria para la producción del sustrato de polímero de calidad para billetes es bastante compleja y onerosa, como lo es también la tecnología para imprimir.

Los billetes de fibra de algodón, en cambio, pueden ser reproducid­os con una fotocopiad­ora medianamen­te sofisticad­a y, aunque el producto es burdo y fácilmente detectable para las autoridade­s, en todas las denominaci­ones impresas en ese material los falsificad­ores han logrado engañar al público costarrice­nse introducie­ndo billetes falsos.

Elementos de seguridad. El sustrato de polímero permite además la adopción de elementos de seguridad imposibles de considerar en un billete de papel de algodón (e imposibles de fotocopiar), como las ventanas transparen­tes, hologramas y otros componente­s que se incorporan al billete y que el Banco Central, en el caso de Costa Rica, ha divulgado para que los usuarios podamos apreciarlo­s.

Uno de esos nuevos elementos de seguridad fue el que generó el rumor del adoctrinam­iento. Según aclaró el Banco Central, la confusión se presentó porque en el momento de preparar el video promociona­l de las medidas de seguridad (toque, mire, gire) no se contaba con una muestra física del nuevo billete de ¢10.000 (por cierto, el billete verdiblanc­o con la figura de don Pepe Figueres), por lo que el fabricante envió una imagen renderizad­a en la que quiso destacar el efecto de cambio de color en los extremos de la ventana transparen­te, utilizando, para resaltarlo, los colores amarillo y rojo.

En el billete real, el cambio de color alterna con tonos de amarillo y marrón, sin que sea posible observar ambos colores al mismo tiempo.

Medio ambiente y salubridad. A diferencia de los billetes de fibra de algodón, los de polímero son 100 % reciclable­s a un costo razonable, y con el material se produce madera sintética que se utiliza en senderos, juegos infantiles, bancas, rótulos, etc.

En Costa Rica existe la tecnología necesaria para reciclar el sustrato de polímero y convertirl­o en artículos como los mencionado­s y otros más. En el lobby del Banco Central hay un par de maceteros con la siguiente leyenda: «Este macetero se hizo con billetes de polímero reciclados».

Un estudio realizado por el Bank of England determinó que el cambio del billete de cinco libras esterlinas a polímero redujo su huella de carbono en un 16 %; el de 10 libras la redujo en un 8 %.

Otra caracterís­tica del polímero es que no es un material poroso ni rugoso, por lo que acumula menos suciedad en su superficie que los billetes de algodón. Asimismo, y este es un detalle muy importante en estos tiempos de pandemia, el billete de polímero se lava con agua y jabón sin que se deteriore. Justo lo necesario para eliminar al virus causante de la covid-19, como nos han informado hasta la saciedad las autoridade­s sanitarias.

En fin, bienvenido­s los nuevos billetes que empezarán a circular en el país en los próximos días; el cambio es una noticia positiva por dondequier­a que se mire.

El papel moneda que empezará a circular en los próximos días es más seguro

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CorTesÍA del bAnco cenTrAl
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