La Nacion (Costa Rica)

Llanto y tumulto en despedida del ídolo

Miles de hinchas rindieron un sentido tributo a Diego Armando Maradona

- Fanny Tayver Marín fanny.tayver@nacion.com

Entre esa multitud que quería darle el último adiós a Diego Armando Maradona había costarrice­nses, quienes fueron testigos en primera línea de los cánticos, los disturbios, la tristeza de una nación al perder a su ídolo y la devoción hacia quien muchos catalogan como el mejor futbolista de todos los tiempos.

Luis Valerio Méndez llegó a Argentina en agosto de 2016 para estudiar cine y este jueves decidió ir a la Casa Rosada. Vive en Ramos Mejía, en Gran Buenos Aires, y para llegar a Capital Federal debía hacer un recorrido de casi tres horas.

A eso de las 11:30 a. m. llegó, en compañía de su amigo Jorge, un argentino de unos 60 años. Como llevaba un mapa, contó la distancia y se percató de que debían hacer una fila de diez cuadras para llegar hasta el ataúd de Maradona.

“El camino fue hermoso, todo el mundo cantando, apoyando, yo estaba ahí con la banderita de Costa Rica y saltaba y bailaba con ellos. Como a cinco cuadras para yo llegar, ya habían pasado unas tres horas desde que empecé la fila”, relató.

Sabía que tenía que ser paciente, pero su primer susto fue cuando escuchó unos gritos de desesperac­ión. Las cuatro vías de la calle estaban colapsadas, repletas de gente corriendo hacia la Plaza de Mayo, porque dijeron que el cuerpo se lo llevaban a las 4 p. m.

“Había unas barandas, había unos policías que salieron corriendo y yo dije: ‘Si ellos salen corriendo, por qué yo no’. Corrí hacia la Casa Rosada y dejé a mi amigo solo. Al llegar a la parte de la acera pensé en que lo dejé tirado. Cuando veo para atrás hay gente mojada, temblando, tirando piedras y yo me decía: “¡Qué diablos está pasando!”.

Los puestos de venta de comida quedaron destrozado­s, había señoras llorando porque les pasaron por encima y todo se había salido de control.

Optó por seguir hacia la Plaza de Mayo, al frente de la Casa Rosada, pero de nuevo se armó un tumulto. Llegaron las barras y la policía se enfrentó a los hinchas maradonian­os.

“Veía militares, la gendarmerí­a que es otra seguridad, la policía federal y no sabía si era peor la represión o la gente tirando piedras”, relató. Ahí sentía miedo, porque los ticos no estamos acostumbra­dos a las armas.

Después de la asoleada y al estar en medio del caos, optó por el ‘mejor aquí corrió que aquí murió’.

Guardó la bandera y la bufanda de Costa Rica. Eran las 4:30 p. m. y optó por hacerse a un lado en medio de los disturbios.

“Pasé todo el día y ni llegué a entrar. La gente ya estaba enojada, me fui me compré un choripán, me compré una cerveza y veía cómo más gente llegaba a la Plaza de Mayo. Con la pandemia los dos metros no se respetaron, la gente tiraba cosas a la Casa Rosada, que de verdad querían ver el ataúd de Diego, preferí dar un paso hacia atrás, no contar que lo viví pero contar que lo viví”.

Valerio Méndez no logró su objetivo de entrar, pero tampoco se arrepiente del intento.

“Fue genial porque lo viví y fue terrorífic­o por lo que viví. Había algo de qué huir y algo para qué llegar. Lastimosam­ente no pude llegar a ver el ataúd”, destacó.

La pasión en La Bombonera. Un día antes, cuando el corazón de Maradona dejó de latir, el costarrice­nse Sebastián Amador aprovechó que vive cerca del barrio La Boca para ir a La Bombonera.

Desde hace siete años reside en Buenos Aires, porque su mamá se casó con un argentino y se mudaron allá.

“Si uno no vive acá, no puede llegar a entender de que el fútbol es mucho más que un

partido. El fútbol es algo que va mezclado con el ADN de los argentinos y junto con ese ADN estaba el ídolo de todos que era Maradona, era muy loco ver imágenes de gente con todas las camisetas habidas y por haber de fútbol, unidos en Plaza de Mayo, en la Casa Rosada. Vi gente consolando a gente de otros equipos. Ahí no importa el club, la política, lo que fuera. Diego unía a todas las personas indiferent­emente de lo que pensaran o del club que fueran”, comentó Amador.

Mientras caminaba hacia La Bombonera veía como la gente colgaba banderas de Boca que decían ‘D10s’ y ‘Gracias Diego’ en los letreros del tránsito.

Ya en el estadio habían multitudes desgalilla­das cantándole a Maradona.

“Sinceramen­te se me erizó la piel y me hizo lagrimear porque había gente desconsola­da en la calle llorando, en el piso, había gente cantando, celebrando, gritando como si estuvieran viéndolo jugar. Había gente que le estaba haciendo un santuario, gente como yo que nada más pasábamos y veíamos”.

Hoy comprende realmente lo que el fútbol es para un argentino y lo que Diego significa en su país y otras latitudes.

“Por más controvers­ial que haya sido Maradona, un abusador, un drogadicto o lo que fuera, yo creo que el amor es algo mucho más complicado y que va un poco más allá de eso, sin justificar lo que Diego haya hecho mal con su vida personal. Fue una persona que le dio mucha esperanza al sector más pobre de la población por su trasfondo. Diego era eso, era un futbolista, una persona que daba esperanza, era un rebelde, un revolucion­ario y para los argentinos era un orgullo, literalmen­te era el argentino más famoso del planeta. Uno podría ir a un mercado en Egipto, decir Maradona e iban a saber de quién se habla”.

Aunque no es futbolero, Amador afirma que muchos piensan que los argentinos son exagerados cuando le dicen ‘Dios’ a Maradona, pero eso tiene una explicació­n.

“Para muchos argentinos el fútbol es literalmen­te su religión. No van a misa, pero van a la cancha y miran a sus ídolos jugar. Es una experienci­a difícil de verbalizar”.

Luto por televisión. Diana González tiene cinco años en Argentina. Ella se encuentra en San Antonio de Padua, partido de Melo, en la provincia de Buenos Aires. Allá se fue con su esposo, Leonardo Ocamica, quien jugó en varios equipos costarrice­nses. Él lleva tatuado al ‘10′.

La tica cuenta que la muerte de Maradona ha sido algo impactante y que es algo que los ticos no podemos entender.

“Es más que un ídolo, es una especie de prócer argentino, es más que un héroe, un tipo de vengador. Argentina venía de una guerra con Inglaterra, donde murieron muchas personas, muchos desapareci­eron y él dio una alegría, la más grande obtenida por un país muy futbolero, que era llegar a alcanzar la Copa Mundial, ganarle a Inglaterra y ser reconocido por el mundo entero”, relató González.

Detalla que en territorio nacional no se tienen esa especie de ídolos, mientras que allá es muy normal.

“Es un país muy idólatra, es más que un sentimient­o. En vida le hacían homenajes en todas las canchas y hoy es un desconsuel­o el haber perdido a un ídolo. Más allá de su vida privada, de lo que haya hecho. Acá la gente no lo juzga, ni lo ama por su vida privada, sino por lo que le dio a la gente y la felicidad que siguió dando no solo a los hinchas de Boca, sino a todos. Él unió a un país”, reseñó.

Considera que ella nunca más vivirá algo como lo ocurrido este jueves, en el funeral de Maradona.

“No fuimos a la despedida porque estamos en cuarentena y nos cuidamos. Si no hubiese sido por eso, por mi marido sí habríamos ido a despedirlo. Podemos ver el amor, la demostraci­ón del pueblo y del mundo entero, porque en Nápoles le hicieron un homenaje, en Brasil y hasta en Inglaterra. El mundo futbolísti­co le tiene amor a Maradona, es inexplicab­le. Argentina está conmovida y dolida, es algo que los ticos no podemos entender”, acotó.

La tristeza de Gabas. Desde su casa, el argentino nacionaliz­ado costarrice­nse Pablo Antonio Gabas no le perdió la pista a la vela y el sepelio del ’10′.

“El funeral de Maradona obviamente que sobrepasó cualquier imaginació­n, de los argentinos y también a nivel mundial. Yo al principio sabía que esto se iba a descontrol­ar, porque tenía el conocimien­to del cariño y el amor que le tienen los argentinos, especialme­nte por cómo se dio la situación”, apuntó el exfutbolis­ta.

La familia fue la que al fin y al cabo determinó que acabara antes. En un principio querían que fuera hasta las 4 p. m. hora de Argentina, después hasta las 7 p. m. y hubo otra decisión, porque fue a las 2 p. m.

“Comenzaron a bajar puertas, la gente empezó a tener enfrentami­entos con la policía y la policía con la gente, con gases lacrimógen­os y todo lo que se vio en televisión. A mí la verdad que me dio un poco de pena por toda la gente que recorrió tiempo y espacio para poder darle el saludo al último ídolo y bueno, fue sumamente doloroso cómo se terminó despidiend­o a Maradona, hubiese sido lindo que fueran dos o tres días, pero segurament­e la familia habrá tenido otros pensamient­os”.

Gabas aún no sale del shock y le cuesta asimilar que Maradona falleció. Él sigue de luto.

“Golpeado todavía, no me lo esperaba, pero no es uno, sino es Dios el que dispone cuando uno deja de existir en este mundo y parte hacia otro”, finalizó.

Entre el caos y la devoción, así como fue su vida, también fue la despedida de Diego Armando Maradona.

Los restos de la leyenda fueron sepultados este jueves en una ceremonia íntima en un cementerio en la periferia de Buenos Aires, tras una jornada de despedida caótica cargada de incidentes en la ciudad y mensajes de congoja de todas partes del mundo, porque el escándalo lo acompañó hasta el final, al circular una foto en su lecho de muerte.

El mundo del fútbol sigue de luto y no lo deja de llorar.

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AFP Seguidores del astro argentino rodearon ayer la carroza que transportó su cuerpo a un cementerio de Buenos Aires. El velorio del Pelusa congregó a una multitud, que por momentos perdió la serenidad en su afán por estar cerca de su héroe deportivo.
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AFP Los medios de comunicaci­ón locales calcularon que un millón de personas llegaron a la Casa Rosada.
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AFP La tensión entre aficionado­s y policía fue inevitable.
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AFP Momento de paz: en el cementerio Jardín Bella Vista se dio una ceremonia íntima.
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CORTEsÍA D. GOnZÁlEZ La tica Diana González con su familia en Argentina. Su esposo, Leonardo Ocamica, tiene un tatuaje de Maradona.
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CORTEsÍA Luis Valerio Méndez, quien estudia cine en Argentina, estuvo en la despedida.
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AFP Los aficionado­s saltaron las barreras con tal de no quedarse sin entrar a la sala de velación en la Casa Rosada.

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