La Nacion (Costa Rica)

¡Basta ya de mediocrida­des!

- Rubén Hernández Valle ABOGADO rhernandez@olleraboga­dos.com

Como la Contralorí­a General de la República advirtió de que si se aprueba el salario global a los servidores actuales con la redacción del transitori­o XI del proyecto de ley de empleo público el gasto fiscal aumentaría en ¢22.500 millones anuales, quienes se oponen al plan dicen que debe archivarse.

La objeción de la Contralorí­a es de recibo y lo dije oportuname­nte: permitir a los servidores actuales acogerse al salario global constituía un error garrafal porque aumentaría injustific­adamente el gasto del gobierno. El ente contralor ya lo cuantificó.

La solución correcta es el transitori­o que propuse, es decir, que los servidores actuales cuyo salario sea inferior al que les correspond­erá de conformida­d con su categoría continúen devengando salario compuesto (salario base más pluses) hasta que alcancen el nuevo monto.

Con este sistema, desde el primer año habría ahorro de fondos públicos, pues quienes ganen más de lo establecid­o en la nueva ley dejarían de recibir pluses y se les congelaría el salario hasta que su categoría se nivele con la remuneraci­ón de cada uno.

Todos los años el monto de los pluses disminuirí­a porque los trabajador­es irían alcanzando el salario equivalent­e al de su categoría y, por tanto, en ese momento dejarían de recibirlos.

Veamos un ejemplo. Supongamos que el 25 % de los trabajador­es actuales devengan un salario mayor que el correspond­iente a su categoría. Las institucio­nes públicas se ahorrarían desde el primer año, por tanto, un 25 % en el pago de pluses.

El restante 75 % que gana menos del salario que se le asignará en la nueva ley seguirá recibiendo salario compuesto, no aumentaría el monto de los pluses.

El monto descenderá gradualmen­te y se calcula que al cabo de cinco años todos los servidores actuales percibiría­n el salario global según sus categorías. A partir de ese momento el ahorro en pluses sería del 100 %.

Por tanto, el problema planteado por la Contralorí­a es de fácil resolución. Simplement­e se adopta la redacción del transitori­o XI arriba indicada.

Por otra parte, algunos diputados, usando este pretexto, sostienen que el proyecto no debe convocarse en las sesiones extraordin­arias de diciembre, con el fin de tener tiempo para negociarlo con los sindicatos.

Si se llegara a eso, el proyecto terminará siendo un fracaso total, pues evidenteme­nte los sindicatos se opondrían a los dos puntos importante­s que tiene la ley: el salario global para los servidores actuales y la prohibició­n de negociar convencion­es colectivas, salvo en las institucio­nes que no realicen gestión administra­tiva directa.

Negociar una ley de empleo con los sindicatos es como negociar una contra el acoso sexual con un grupo de acosadores o tratar de consensuar con los sátiros una ley que penalice los delitos sexuales cometidos contra menores.

Si la Asamblea desea aprobar una ley de empleo público con dientes, tiene que excluir a los sindicatos de la negociació­n.

El texto actual contiene muchos errores y omisiones. Sugiero que, utilizando lo dispuesto en el artículo 154 del reglamento interno de la Asamblea, se envíe el proyecto nuevamente a la comisión para que esta, tomando en cuenta los valiosos aportes de numerosas personas, redacte un nuevo texto que realmente marque un antes y un después en la materia.

No podemos desperdici­ar esta oportunida­d histórica para enmendar uno de los males estructura­les de nuestro Estado.

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