La Nacion (Costa Rica)

Bajas expectativ­as

- agonzalez@nacion.com

Si no hay un acuerdo con el FMI, cuya materializ­ación nos parece difícil sin una crisis financiera más profunda que imponga un cambio en la dinámica política, las alternativ­as serían formas de reestructu­ración doméstica para ganar más tiempo», escriben los analistas del Bank of America en su reciente evaluación de Costa Rica.

El nuestro no es un país del que esperan una gestión financiera responsabl­e y oportuna, sino una reacción apresurada cuando el agua llegue al cuello. Mientras tanto, pronostica­n, nuestros gobernante­s intentarán ganar tiempo. Es difícil disputar las conclusion­es, pero es triste saber cómo nos ven.

«¿Cómo llegó a esto la más antigua democracia de América Latina, un país donde los niveles de vida están por encima de los de sus pares, un paradigma de políticas ambientale­s, una economía orientada a las exportacio­nes y un faro regional en el desarrollo de la educación, seguridad e institucio­nalidad?», pregunta el informe.

Todos sabemos la respuesta, tanto como la justicia de las apreciacio­nes sobre el impulso a «patear la bola para adelante» y la manía de no hablar en serio mientras nos creamos alejados del límite. Al informe, escrito para inversioni­stas extranjero­s, no le toca describir las consecuenc­ias de «una crisis más profunda» ni advertir sobre los peligros de un mal cálculo del tiempo disponible.

A inicios de los 80, los costos fueron inolvidabl­es. Una década perdida y una generación condenada a trabajos mal remunerado­s por falta de acceso a la educación. Más de la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza y largas filas para procurar alimentos básicos.

La historia no se repite. La crisis de nuestros días se compone de elementos muy diferentes, pero es inevitable reconocer en algunos de ellos caracterís­ticas del pasado. El Fondo Monetario Internacio­nal dejó de dictar programas de ajuste estructura­l y ahora pide a los países plantear soluciones viables, nacidas de un ejercicio de introspecc­ión. Comenzamos los ochenta dándole la espalda al organismo financiero internacio­nal para no hacer los sacrificio­s exigidos. No tardamos en volver a tocar a su puerta, más necesitado­s e incapaces de sostener una posición negociador­a.

Ahora, nos piden una propuesta, pero querríamos plantearla sin costos, como resultó del diálogo. Eso no parece posible fuera del mundo mágico de la concertaci­ón promovida por el gobierno, así que tal vez demos la espalda al FMI y una patadita para adelante aunque ya casi no hay cancha.

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DireCTor De lA nACiÓn Armando González R.

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