El arte de lo posible
Para quien haya participado en la mesa de diálogo multisectorial, sería un error calificar sus resultados exclusivamente por su impacto en las medidas económicas.
Los sectores participantes consideraron que tenían una obligación social de escucharse y ponerse de acuerdo, de reclamar al gobierno y exigirle, de proponer y acordar, y de permanecer hasta el final para ofrecer una propuesta al país, pero con la urgencia propia de un tiempo acotado y enfrentando fuertes diferencias.
La mesa de diálogo multisectorial no fue presentada ni debe ser vista como la pomada canaria ni se diseñó como sustituto de las responsabilidades constitucionales de los poderes de la República.
Fue un avance en la participación social y en la generación de acuerdos políticos, pero está claro que se quedó corta en la propuesta de medidas económicas urgentes.
El espacio abrió canales de entendimiento entre la sociedad civil y el gobierno en un momento crítico para la estabilidad y la paz social.
El diálogo multisectorial fue el arte de lo posible, pero ahora es vital que tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativo hagan lo que les corresponde.
Origen de la mesa.
Los sistemas presidencialistas suelen tener dificultades para el ejercicio del gobierno en ausencia de una mayoría parlamentaria, porque los presidentes quedan desprovistos de apoyo para sus agendas.
El informe reciente del Estado de la Nación atestigua claramente esta situación. Además, la inercia política de la sociedad costarricense produce los cambios con lentitud, los conflictos se cocinan a fuego lento y se tiende a la procrastinación en la toma de decisiones.
La generación de acuerdos en los poderes del Estado se volvió más compleja cuando el bipartidismo llegó a su fin y por la consiguiente fragmentación de la Asamblea Legislativa.
Este complejo escenario de suma cero vuelve imperativo contar con espacios alternativos de deliberación democrática que propicien el acercamiento de posiciones.
En la esfera económica y social, Costa Rica recibió el 2020 con el mayor desequilibrio fiscal desde la crisis de la deuda de la década de los 80, con una economía de crecimiento lento, con desempleo de dos dígitos y con desigualdades sociales exacerbadas —que se materializan con intensidad en los territorios alejados de la Gran Área Metropolitana—. La emergencia de la pandemia de la covid-19 amplificó esas fragilidades.
Diferentes sectores vieron en la convocatoria del diálogo nacional la única vía posible para afrontar el incremento de la tensión social, que llevó a un estallido de conflictos, prácticamente incontrolables, que amenazaban la estabilidad política y se manifestaron en una movilización de grupos con repertorios no siempre pacíficos y a veces contumaces.
Justamente en ese momento el foro de la Asamblea de Trabajadores del Banco Popular posicionó el diálogo para la convivencia democrática.
Aunque fuera evidente para algunos la necesidad del diálogo nacional, la tarea no fue fácil. El primero, denominado Costa Rica escucha, propone y dialoga, no logró cristalizar un acuerdo. El segundo intento no consiguió salir adelante por la negativa de diferentes grupos a participar, debido a diferencias respecto al tratamiento técnico propuesto y la estructura de la conformación seleccionada.
La tercera convocatoria fue acogida por varios sectores y dio lugar a una mesa pluralista, aunque con limitaciones de representación, por ejemplo en materia de género, dado que la paridad no fue un criterio en el diseño.
Inicio complicado.
Una simple sugerencia acerca de cómo iniciar el diálogo, dividiendo a los participantes en grupos, fue rechazado y despertó suspicacias.
Luego de definir una serie de principios para la moderación, el diálogo arrancó tímidamente. En ese momento, cabe destacar, los gestos de humildad y apertura del presidente Alvarado fueron fundamentales para otorgar credibilidad a la primera fase y garantizar la supervivencia de la mesa multisectorial.
Los participantes construyeron dinámicas de apropiación del espacio, sin abandonar las tensiones debido a sus posiciones encontradas, y consiguieron codiseñar una arquitectura que permitió carburar, junto con los asesores y el equipo técnico gubernamental, la selección de propuestas de posible consenso.
Dada la gran cantidad de proposiciones, la revisión técnica fue extenuante, pero, a pesar de la cantidad interminable de horas, los participantes no desertaron.
En las discusiones, se reconocieron como interlocutores y tendieron puentes para acercar posiciones, negociar y trabajar con sus asesores técnicos.
Consejo Social y Económico.
Conforme fueron discutiéndose los diferentes asuntos concebidos en la agenda, se lograron avances que llevaron a solicitar por iniciativa propia formalizar la mesa de diálogo multisectorial a través de la reestructuración del Consejo Social y Económico.
Esta formalización, según nuestro criterio, puede ser la base para dar lugar a que esta experiencia de participación social facilite el seguimiento y la trazabilidad de los acuerdos y la transferencia de voluntades y experiencia negociadora participativa a la dinámica de elaboración de políticas públicas.
La mesa de diálogo multisectorial no fue presentada ni debe ser vista como la pomada canaria