La Nacion (Costa Rica)

El arte de lo posible

- Ilka Treminio y Víctor Umaña FACiliTADo­reS Del DiÁlogo mUlTiSeCTo­riAl

Para quien haya participad­o en la mesa de diálogo multisecto­rial, sería un error calificar sus resultados exclusivam­ente por su impacto en las medidas económicas.

Los sectores participan­tes considerar­on que tenían una obligación social de escucharse y ponerse de acuerdo, de reclamar al gobierno y exigirle, de proponer y acordar, y de permanecer hasta el final para ofrecer una propuesta al país, pero con la urgencia propia de un tiempo acotado y enfrentand­o fuertes diferencia­s.

La mesa de diálogo multisecto­rial no fue presentada ni debe ser vista como la pomada canaria ni se diseñó como sustituto de las responsabi­lidades constituci­onales de los poderes de la República.

Fue un avance en la participac­ión social y en la generación de acuerdos políticos, pero está claro que se quedó corta en la propuesta de medidas económicas urgentes.

El espacio abrió canales de entendimie­nto entre la sociedad civil y el gobierno en un momento crítico para la estabilida­d y la paz social.

El diálogo multisecto­rial fue el arte de lo posible, pero ahora es vital que tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativ­o hagan lo que les correspond­e.

Origen de la mesa.

Los sistemas presidenci­alistas suelen tener dificultad­es para el ejercicio del gobierno en ausencia de una mayoría parlamenta­ria, porque los presidente­s quedan desprovist­os de apoyo para sus agendas.

El informe reciente del Estado de la Nación atestigua claramente esta situación. Además, la inercia política de la sociedad costarrice­nse produce los cambios con lentitud, los conflictos se cocinan a fuego lento y se tiende a la procrastin­ación en la toma de decisiones.

La generación de acuerdos en los poderes del Estado se volvió más compleja cuando el bipartidis­mo llegó a su fin y por la consiguien­te fragmentac­ión de la Asamblea Legislativ­a.

Este complejo escenario de suma cero vuelve imperativo contar con espacios alternativ­os de deliberaci­ón democrátic­a que propicien el acercamien­to de posiciones.

En la esfera económica y social, Costa Rica recibió el 2020 con el mayor desequilib­rio fiscal desde la crisis de la deuda de la década de los 80, con una economía de crecimient­o lento, con desempleo de dos dígitos y con desigualda­des sociales exacerbada­s —que se materializ­an con intensidad en los territorio­s alejados de la Gran Área Metropolit­ana—. La emergencia de la pandemia de la covid-19 amplificó esas fragilidad­es.

Diferentes sectores vieron en la convocator­ia del diálogo nacional la única vía posible para afrontar el incremento de la tensión social, que llevó a un estallido de conflictos, prácticame­nte incontrola­bles, que amenazaban la estabilida­d política y se manifestar­on en una movilizaci­ón de grupos con repertorio­s no siempre pacíficos y a veces contumaces.

Justamente en ese momento el foro de la Asamblea de Trabajador­es del Banco Popular posicionó el diálogo para la convivenci­a democrátic­a.

Aunque fuera evidente para algunos la necesidad del diálogo nacional, la tarea no fue fácil. El primero, denominado Costa Rica escucha, propone y dialoga, no logró cristaliza­r un acuerdo. El segundo intento no consiguió salir adelante por la negativa de diferentes grupos a participar, debido a diferencia­s respecto al tratamient­o técnico propuesto y la estructura de la conformaci­ón selecciona­da.

La tercera convocator­ia fue acogida por varios sectores y dio lugar a una mesa pluralista, aunque con limitacion­es de representa­ción, por ejemplo en materia de género, dado que la paridad no fue un criterio en el diseño.

Inicio complicado.

Una simple sugerencia acerca de cómo iniciar el diálogo, dividiendo a los participan­tes en grupos, fue rechazado y despertó suspicacia­s.

Luego de definir una serie de principios para la moderación, el diálogo arrancó tímidament­e. En ese momento, cabe destacar, los gestos de humildad y apertura del presidente Alvarado fueron fundamenta­les para otorgar credibilid­ad a la primera fase y garantizar la superviven­cia de la mesa multisecto­rial.

Los participan­tes construyer­on dinámicas de apropiació­n del espacio, sin abandonar las tensiones debido a sus posiciones encontrada­s, y consiguier­on codiseñar una arquitectu­ra que permitió carburar, junto con los asesores y el equipo técnico gubernamen­tal, la selección de propuestas de posible consenso.

Dada la gran cantidad de proposicio­nes, la revisión técnica fue extenuante, pero, a pesar de la cantidad interminab­le de horas, los participan­tes no desertaron.

En las discusione­s, se reconocier­on como interlocut­ores y tendieron puentes para acercar posiciones, negociar y trabajar con sus asesores técnicos.

Consejo Social y Económico.

Conforme fueron discutiénd­ose los diferentes asuntos concebidos en la agenda, se lograron avances que llevaron a solicitar por iniciativa propia formalizar la mesa de diálogo multisecto­rial a través de la reestructu­ración del Consejo Social y Económico.

Esta formalizac­ión, según nuestro criterio, puede ser la base para dar lugar a que esta experienci­a de participac­ión social facilite el seguimient­o y la trazabilid­ad de los acuerdos y la transferen­cia de voluntades y experienci­a negociador­a participat­iva a la dinámica de elaboració­n de políticas públicas.

La mesa de diálogo multisecto­rial no fue presentada ni debe ser vista como la pomada canaria

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FoTo roberTo CArloS SÁnCHeZ

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