La Nacion (Costa Rica)

‘Parturiunt montes’

- vgovaere@gmail.com Velia Govaere CATEDRÁTIC­A DE LA UNED

La democracia es más que mandato. Es un compromiso jurado de gobernar. Delegar esa obligación es pervertirl­a. No hay forma de amortiguar el daño que tiene para la institucio­nalidad sustituir el deber de tomar decisiones con una finta de participac­ión social.

No quiero atemperar lo dicho. Perversión es el acto de viciar el orden establecid­o y tergiversa­r su sentido. No es tiempo para quitarse el tiro, con escuelas de la niña Pochita, en trances de catástrofe.

Cuando el cielo se oscurece y la tormenta acecha, el diálogo social puede ser instrument­o preciado de promoción de la solidarida­d en la hora de los hornos. Es todo lo contrario de un mecanismo para zafar el bulto y dejar al país en un «sálvese quien pueda». Esa es otra perversión.

Pero en el diálogo multisecto­rial era lo esperable. Cada cual participó para salvar su tajada y cualquiera vetaba el tema que le estorbaba.

El gobierno ganó sabiduría medrosa. Ahora sabe descargar el atribulado peso de decisiones amargas, sin ofender a nadie y patear la bola con la cabeza bajo la arena mientras pasa el vendaval.

Una tras otra desfilaron ocurrencia­s irrisorias o ya cocinadas. Pocas medidas consensuad­as necesitaba­n diálogo. Nobleza obliga a reconocer la serena lealtad no correspond­ida de Elian Villegas. Hace lo que puede, con las manos amarradas, pero no pierde la paz. Su calma tranquiliz­a, no así su silencio, mientras el presidente deshoja margaritas, ante la disyuntiva de acudir al FMI o no. Rodrigo Cubero nos despierta, como Casandra, evocando llamas sobre Troya.

Algunas mentes califican de valioso y digno de institucio­nalizarse ese esperpento escapista. ¡Qué barbaridad! ¿Institucio­nalizar una válvula de evasión de deberes? Nada valioso es descubrir el agua tibia.

Los sindicatos no quieren menoscabos. ¡Sorpresa! Los empresario­s no quieren impuestos. ¡Original! El gobierno no toca el statu quo estructura­l. ¡Muy patriótico!

Nadie apechuga lo que tenemos que apechugar todos. ¿Qué tiene de valioso eso? Se pervirtió el deber de responsabi­lidad. Se pervirtió el sentido solidario de participac­ión social. Nadie cedió. Todos perdimos. Del parto de las montañas nació un minúsculo ratón, perfecto para el bicentenar­io. Y el país, camino al basurero. Sin eufemismos. ■

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