La Nacion (Costa Rica)

Andrés Díaz, excombatie­nte de 1948: ‘Costa Rica es mejor así, sin guerra’

- Silvia Artavia G. silvia.artavia@nacion.com Andrés Díaz Díaz, hoy de 88 años, tenía apenas 16 cuando atendió el llamado para ir a las armas.

Por primera vez en la historia, Costa Rica celebró, este 1.° de diciembre, el Día de la Abolición del Ejército. Son 72 años sin fuerzas armadas.

“Costa Rica es mejor así, sin guerra. La guerra es matarse, heridas. Sufre usted, sufre su familia, sufren sus tíos, sus sobrinos, sus nietos. Todos sufrimos en un país así. Para mí, en una guerra no hay vida, y no es bonito ver caer a su familia y a sus amigos en una guerra”.

La reflexión toma forma de verdad absoluta en la voz de Andrés Díaz Díaz, de 88 años, excombatie­nte de la guerra de 1948.

Tenía apenas 16 años cuando atendió el llamado a la batalla desatada por la anulación de las elecciones de 1948, entre Otilio Ulate y Rafael Ángel Calderón Guardia.

José Figueres Ferrer, aliado de Ulate –quien había sido declarado ganador– lideró la contienda armada, la cual duró cinco semanas y dejó más de 500 muertos.

El 1.° de diciembre de 1948, en el cuartel Bellavista –hoy el Museo Nacional– don Pepe realizó el acto simbólico de abolición del Ejército, dando un mazazo en una de las paredes del simbólico edificio.

Han pasado 72 años desde entonces pero, como Díaz, varios excombatie­ntes y demás personas que hicieron historia en la guerra, tienen frescos los recuerdos.

Ellos celebraron, este 1.° de diciembre, la primera vez que Costa Rica conmemora el Día de la Abolición del Ejército, como ley de la República.

En el 2019, los diputados aprobaron una ley para declarar esta fecha como feriado de pago no obligatori­o. Eliminaron del calendario la festividad del 12 de octubre, que conmemorab­a el encuentro de culturas.

A diferencia de años anteriores, cuando también se festejaba la abolición del Ejército a pesar de que el día no se había establecid­o como feriado de ley, los excombatie­ntes no asistieron a la celebració­n oficial del Gobierno.

Esta vez, a la conmemorac­ión, efectuada en el Museo Nacional, asistió un reducido grupo de personas. Los excombatie­ntes participar­on en forma virtual, debido a las disposicio­nes sanitarias por la pandemia, sobre todo tomando en cuenta que todos son adultos mayores.

Memorias de oro. Fue muchos años después de la guerra cuando Álvaro Fallas Gamboa, quien fungió como mandadero en aquel entonces, se enteró del peso que tuvo su aporte para la democracia costarrice­nse.

“Yo no combatí porque es que yo fui el mandadero, y una vez me hicieron una entrevista unos comandante­s y me dicen: ‘No, usted no fue mandadero, usted trabajó en el servicio de inteligenc­ia’”, cuenta el hombre, quien hoy tiene 89 años.

Fueron momentos tensos, recuerda. En aquel momento no imaginaba que dichas experienci­as

se convertirí­an en curiosas anécdotas con el paso de los años.

“Quemaron 10.000 sacos de café para exportar. Quemaron todo el beneficio, y quemaron un teatro que tenía don Jorge Zeledón, con toda la pata, como los teatros de San José, de dos pisos. Eso lo quemaron. Solo cenizas quedaron. Y seis casas de peones. ¡Aquel olor a café y nosotros ese día no habíamos tomado café en todo el día! ¡Viera qué olor a café!”, exclama.

La historia también sigue viva en la memoria de Aurelia Cordero, hoy con 92 años.

Orgullosa, ella relata las peripecias por las que tuvo que pasar para auxiliar a los combatient­es.

“Yo me iba nerviosa por que me pasara algo, pero gracias al Señor no me pasó nada. Y cumplía. Yo madrugaba, con los zapatillos en la mano. Allá había un pozo de agua por donde había que pasar, porque era un puro barreal aquello. No había carreteras.

”Yo llevaba un pañito. Me limpiaba los pies, me los lavaba, los metía en la poza y dejaba el pañito escondido, para regresar, y así”, rememora.

Hoy, disfruta leyendo cuanto libro pueda sobre la historia que, junto a sus compañeros, ella forjó.

Pasajes similares se pasean por la mente de Carlos Caliche Ramírez, quien comenta cómo, tras el llamado de Figueres, se formó el ejército de voluntario­s para ir a las armas.

“Esos voluntario­s eran parte de los empleados de la Asamblea Legislativ­a, incluyendo los diputados, empleados del INS (Instituto Nacional de Seguros), de Salubridad, de Obras Públicas, empleados de varias cuestiones. En total, nos logramos reunir 176 personas”, afirma.

En tanto, Rogelio Cascante Villalobos, de 89 años, afirma con convicción que volvería a hacer todo de nuevo.

“No me arrepiento. Si hubiera que volver a hacer las cosas que hicimos, las volvemos a hacer, con tal de que Costa Rica siga con la democracia que tenemos”, asegura.

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