La Nacion (Costa Rica)

Cobro electrónic­o a medias

Mientras el efectivo sea aceptado no habrá modo de medir el número de pasajeros con la precisión para garantizar tarifas justas.

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Pasadas dos décadas, al fin las autoridade­s anuncian el pago electrónic­o en el transporte público. Desafortun­adamente, no es el que necesitamo­s. Los usuarios podrán pagar con tarjetas de débito y crédito o mediante celulares inteligent­es equipados con un monedero electrónic­o, pero también con efectivo.

Mientras el efectivo sea aceptado no habrá modo de medir el número de pasajeros con la precisión necesaria para garantizar la justa fijación de tarifas. El efecto benéfico del cobro electrónic­o depende de su uso exclusivo, no de adoptarlo como medio de pago alternativ­o.

Cientos de miles de personas, muchos de escasos recursos, utilizan el transporte público a diario para satisfacer necesidade­s esenciales de desplazami­ento. Ofrecerles una tarifa justa, no manipulada, es indispensa­ble en un servicio regulado porque se explota sin competenci­a, en rutas establecid­as por el Estado y explotadas por concesión. Las consecuenc­ias de no contar con informació­n objetiva y precisa son de gran impacto social y económico.

La fijación de tarifas está a cargo de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep), pero depende de una larga serie de datos. Entre ellos, la demanda es el más incierto. El cobro electrónic­o permite registrar el número de usuarios y ofrece un parámetro objetivo para fijar tarifas, pero, mientras los transporti­stas estén autorizado­s para aceptar efectivo, no habrá certeza. Podremos saber cuántos pagaron con tarjeta y celular, pero el efectivo no deja registro.

Hace poco más de cuatro años, la Aresep contrató un estudio de la demanda al Programa de Desarrollo Urbano Sostenible (Produs) de la Universida­d de Costa Rica. El examen identificó grandes discrepanc­ias entre el número de usuarios reportados por varias empresas para la fijación de tarifas y la cantidad de pasajeros observada por los investigad­ores.

Si los hallazgos de Produs hubieran sido la base para fijar tarifas, los usuarios pagarían mucho menos y el Estado contaría con mejores ingresos tributario­s. El estudio apunta inequívoca­mente en esa dirección, pero solo la práctica cotidiana de un sistema eficaz de medición revelaría la verdad de las tarifas de transporte público.

Buena parte de la población no está bancarizad­a, pero en todo el mundo existen las tarjetas prepagadas. En Costa Rica no serían novedad. Las tarjetas Kölbi se comerciali­zan en todas las pulperías y la posibilida­d de entregar el negocio al Instituto Costarrice­nse de Electricid­ad, para aprovechar esa experienci­a, siempre fue parte de la discusión. Por otro lado, las entidades financiera­s podrán ofrecer medios de pago recargable­s, pero nada eliminará la incertidum­bre creada por el efectivo.

El cobro electrónic­o enfrenta una feroz resistenci­a de amplios sectores del empresaria­do del transporte. Durante años consiguier­on impedir la implantaci­ón del mecanismo. El sistema híbrido recienteme­nte anunciado es una nueva victoria para ellos, sin contar el tiempo todavía necesario para su adopción gradual. El cobro electrónic­o comenzará en los trenes del Instituto Costarrice­nse de Ferrocarri­les (Incofer) en el 2021. Si todo marcha bien, se pondrá en práctica, paulatinam­ente, a partir de setiembre en rutas urbanas de San José y sus alrededore­s.

La derrota de los mejores propósitos parece inevitable. Sin embargo, la puerta queda entreabier­ta con la incorporac­ión de los medios de pago electrónic­os a lo que hasta ahora es un reino exclusivo del efectivo. Es necesario seguir insistiend­o y mejorar las capacidade­s de regulación.

Mientras el efectivo sea aceptado no habrá modo de medir el número de pasajeros con la precisión necesaria para garantizar una justa fijación de tarifas

Cientos de miles de personas, muchos de escasos recursos, utilizan el transporte público a diario para satisfacer necesidade­s esenciales de desplazami­ento

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