La Nacion (Costa Rica)

Propuesta al vuelo

- vgovaere@gmail.com Velia Govaere

« Me aterra —decía Pascal— el silencio eterno de los espacios infinitos». A mí me asusta, más bien, el sordo clamor de las cacatúas en busca de quien las engatuse. Se acerca un momento propicio para Hamelín y su flauta. Se aproxima un nuevo período electoral en medio de una grave crisis de representa­tividad política. ¡Qué miedo!

Las urnas suelen ser oportunida­d de renovación. Pero ¿renovación de qué? He ahí el dilema. No entendemos nuestras dolencias y hasta los síntomas de nuestros trastornos los confundimo­s con salud. Queremos cambiar sin cambiar nada y apostamos al instante, no al derrotero. Eso lo saben los mercaderes políticos. Una vez nos vendieron un candidato como cocacola, y así lo compramos, en segunda ronda. Ahora estamos pagando otro porque la alternativ­a era peor.

La oferta electoral se ha empobrecid­o y debemos desconfiar de nuestras mismas esperanzas. El sistema electoral nos entrampa. Elegimos presidenci­a y Asamblea Legislativ­a al mismo tiempo, y eso incide en la calidad de la gobernanza. Las condicione­s de las elecciones del 2014 y el 2018 parecen parte de la «nueva» normalidad. El presidente será elegido en segunda ronda. Esa es la trampa sistémica: un escenario de gobierno con alta vulnerabil­idad parlamenta­ria.

Cuando en la primera ronda no se logra elegir presidente, ya están, sin embargo, repartidas las curules. En esa situación, los candidatos finalistas están inhibidos de luchar por alcanzar fuerza suficiente para gobernar con un mínimo de estabilida­d legislativ­a. Gane quien gane en la segunda ronda, tendrá que gobernar con la Asamblea elegida en la primera. Una posible reforma para mejorar esa frágil gobernabil­idad es posponer la fecha de elección de diputados. Es decir, que las elecciones legislativ­as se celebren separadas de la primera ronda de elecciones presidenci­ales. Eso les daría a los candidatos finalistas, o incluso al presidente electo, una segunda oportunida­d para mejorar su caudal legislativ­o.

El bipartidis­mo fallido volvió disfuncion­al el viejo presidenci­alismo. Esta reforma, simple y sensata, mejoraría su desempeño ejecutivo. Ya no hay tiempo para ese cambio. Ya tendrá su hora. En algún momento tomará vuelo esta propuesta. Hoy es un día tan bueno como cualquiera.

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