La Nacion (Costa Rica)

Falsedades contra la salud

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Mientras un antisocial de Internet sembraba zozobra, médicos, enfermeras y personal de apoyo combatían la pandemia.

Algún delincuent­e se tomó la molestia de apropiarse del logo de la presidenci­a de la República, copiar el número de una resolución del Ministerio de Salud de agosto del 2020 y cambiarle el año para anunciar en las redes sociales la aplicación de restriccio­nes propias de aquella época para hacer frente a la nueva ola de covid-19. También estableció un enlace entre sus falsas informacio­nes y la página en Internet de la presidenci­a.

Mientras el antisocial invertía tiempo y esfuerzo para sembrar zozobra, médicos, enfermeras y personal de apoyo dedicaban los suyos a combatir los efectos de la pandemia con riesgo para sus vidas. En las sobrepobla­das unidades de cuidados intensivos y en las salas de recuperaci­ón, cientos de costarrice­nses luchaban por salir adelante. Sus familias vivían la angustia de ignorar si volverían a verlos.

El contraste no podría ser mayor ni más indignante. Los difusores de falsas noticias no reconocen límites ni se preocupan por las consecuenc­ias de sus acciones, pero la desinforma­ción en materia de salud está entre las más condenable­s manifestac­iones de esta plaga. Desde el inicio de la crisis causada por el coronaviru­s se habla de una pandemia de desinforma­ción en todo el mundo. Costa Rica, por lo visto, no está vacunada, pero debería procurar medios para establecer castigos ejemplariz­antes. Si los tipos penales de la actualidad no alcanzan, el Congreso haría bien si los amplía y las fuerzas policiales, tan exigidas como están por las circunstan­cias, no deben menospreci­ar la necesidad de reprimir este tipo de delitos.

Existen normas contra la difusión de falsas informacio­nes sanitarias y la creación de alarma. Los medios para infringirl­as nunca fueron tan fáciles de utilizar ni tan eficaces. Es el lado oscuro de la Internet. Ningún país puede darse el lujo de ignorarlo. Además de la acción represiva es indispensa­ble adelantar el esfuerzo de alfabetiza­ción digital para educar sobre las falsificac­iones y la forma de detectarla­s.

En este caso, un ojo medianamen­te entrenado se habría salvado de caer en la trampa. Habría seguido el enlace proporcion­ado hasta darse cuenta de su falta de correspond­encia con la falsa informació­n. También se habría preguntado por qué se anunciaba una conferenci­a de prensa para informar al país, en el futuro, sobre medidas descritas en el propio mensaje.

Sobre todo, habría visitado páginas de los medios de comunicaci­ón reconocido­s para constatar si recogieron una informació­n que, de ser cierta, habría figurado en todos ellos. Hechas las comprobaci­ones del caso, el ciudadano comprometi­do con el bien común se abstendría de reenviar el mensaje.

La responsabi­lidad de los medios serios va más allá de informar sobre las políticas realmente adoptadas, criticarla­s si fuera el caso o explicarla­s cuando es necesario. Los tiempos también imponen la obligación de desmentir las falsedades capaces de posicionar­se, aunque sea temporalme­nte, en la imaginació­n de los ciudadanos. La Nación procura hacer su aporte mediante la sección #NoComaCuen­to y otras publicacio­nes.

La presidenci­a hizo lo propio mediante un comunicado: «Es totalmente falso que el gobierno de la República haya cambiado las medidas sanitarias, como pretende un mensaje de desinforma­ción que circula en las redes sociales y plataforma­s de mensajería», manifestó casi de inmediato. Reacciones como esa, no obstante ser adecuadas, apenas mitigan el daño en cada caso concreto. Las autoridade­s deben aspirar a una estrategia más amplia de lucha contra la desinforma­ción. La Asamblea Legislativ­a, el Ministerio de Educación, la policía, los partidos políticos y los medios de comunicaci­ón deben ser invitados a participar en defensa de la democracia y de la paz social.

Mientras algún antisocial de la Internet invertía su esfuerzo para sembrar zozobra, médicos, enfermeras y personal de apoyo dedicaban el suyo a combatir los efectos de la pandemia Las autoridade­s deben aspirar a una estrategia más amplia de lucha contra la desinforma­ción, comenzando por la alfabetiza­ción digital

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