Subamos al tren del futuro
El viaje inaugural de los trenes comprados a China nos permite soñar, al menos por un momento, con tiempos mejores y libres de la enfermedad del coronavirus.
La moderna tecnología con que están equipados nos ofrece una probadita de los servicios de gran calidad que disfrutan quienes recorren otras vías ferroviarias en el resto del mundo.
Además, la puesta en operación de estas máquinas representa un triunfo sobre la tediosa tramitomanía y la cultura de la zancadilla que suelen frenar nuestro desarrollo. Tras 29 meses de espera, los viajeros disfrutarán de un periplo hacia sus destinos más cómodo, más rápido, más seguro y menos contaminante. «Nos lo merecíamos», exclamó, satisfecha, Nancy Carpio, el lunes. Ella es vecina de Cartago y fue la primera en abordar las nuevas máquinas.
Claro que los costarricenses merecen un servicio de transporte de primer mundo, como también tienen derecho a muchas otras comodidades para mejorar su calidad de vida.
Los primeros sonidos de la bocina de este tren deben motivarnos a pensar también en mejores aeropuertos, carreteras, escuelas, hospitales, museos e instalaciones deportivas.
Incluso, nos hacen recordar que, en el futuro, los pobladores de la Gran Área Metropolitana (GAM) quizás tengan la oportunidad de viajar en un flamante tren eléctrico. Aspirar a dar un salto cualitativo podría sonar utópico, y en cierto sentido hasta absurdo en un momento cuando estamos atravesando una crisis sanitaria y económica en el país. Sin embargo, tal vez esta sea la hora idónea para sentarnos a pensar seriamente en la sociedad que queremos construir para las generaciones futuras.
Las carencias de infraestructura, las decisiones postergadas, la falta de visión y el colapso financiero del Estado son más visibles en la actualidad que nunca.
Frente al espejo de nuestros pecados, nos encontramos en el momento, el lugar y la hora indicados para decidir hacia dónde queremos ir en las próximas décadas. No faltarán quienes rehusarán subirse al tren del futuro, porque lucran con el statu quo, o porque les falta valentía para promover un cambio de mentalidad.
Las próximas generaciones no solo nos juzgarán por lo que hicimos en este tiempo crucial, sino también por todo lo que dejemos de hacer.