La Nacion (Costa Rica)

8 de cada 10 jóvenes presos cumplen condenas por asesinato

Mayoría con sentencias de entre cinco y quince años de reclusión

- Katherine Chaves R. katherine.chaves@nacion.com

En octubre del 2019, una adolescent­e de 16 años fue detenida por el asesinato a puñaladas de un taxista, en Pérez Zeledón. Actuó junto con otras personas.

Luego de un año de investigac­iones, la menor fue acusada y sentenciad­a a 13 años de internamie­nto en una prisión, como responsabl­e de homicidio calificado.

En Pococí, otro joven, también de 16 años, fue capturado por el crimen de un finquero, de 73, ocurrido en junio del 2019.

Nueve meses después, el muchacho fue condenado a diez años de encarcelam­iento en un centro especializ­ado. Él aceptó los hechos para acogerse a un procedimie­nto abreviado.

Ellos son dos de las 28 personas que, a marzo del 2021, descontaba­n condenas por homicidios en el Centro de Formación Juvenil Zurquí (CFJZ), en Heredia, al que son remitidos quienes cometieron delitos cuando tenían menos de 18 años.

Según datos del Ministerio de Justicia, ese grupo representa el 78% de los sentenciad­os (39) que están en esa cárcel. Es decir, ocho de cada 10 jóvenes que están internados ahí descuentan una sanción por delitos contra la vida.

De los otros once presos, la mayoría purga condenas por robo.

23 de los sentenciad­os son hombres, entre los 15 y 29 años, mientras que las cinco mujeres están entre los 18 y 29 años. Como todos ingresaron al sistema penitencia­rio siendo menores de edad, los cobija la Ley Penal Juvenil.

Tres de los 28 condenados deben descontar entre 10 y 15 años, siendo esta última la pena máxima para un menor de edad.

Otros 16 jóvenes fueron sentenciad­os a entre cinco y diez años de cárcel, mientras que ocho adolescent­es deberán pasar entre uno y cinco años en ese centro especializ­ado.

Solo uno deberá cumplir menos de doce meses de internamie­nto.

Además de los sentenciad­os, la cifra de muchachos asociados con asesinatos se abulta si también se considera la población a la que le impusieron una detención provisiona­l mientras se le investiga (en el caso de adultos, la medida se denomina prisión preventiva).

En esa condición de indiciados, el Centro de Formación Juvenil registra a 29 muchachos, entre los 15 y los 24 años, de los cuales once están por homicidio. Es decir, un 40% afronta un proceso por este delito contra la vida.

Son dos mujeres y nueve hombres. El total de estos indiciados tiene edades entre 15 y 19 años.

En grupo y con más violencia. Para agentes de la Sección Penal Juvenil del Organismo de Investigac­ión Judicial (OIJ), cada vez hay mayor participac­ión de jóvenes en actividad delincuenc­ial.

Lo preocupant­e es que son ilícitos graves, que van desde extorsione­s, cobros de peajes ilegales y asaltos, hasta tentativas de homicidios y asesinatos, explicó Rosa Jiménez, jefa de ese unidad policial.

Generalmen­te, señaló, son reclutados por pequeños grupos delictivos en sus barrios, no obstante, hay casos en los que los muchachos trabajan para bandas de crimen organizado.

Comienzan como encargados de vigilancia, llamados campanas, para que avisen de acciones policiales o de grupos rivales. En ese aspecto, Jiménez coincide con apreciacio­nes de la Fiscalía.

“Algunos de ellos han ido escalando en las organizaci­ones criminales en puestos de ‘robots’ de venta al menudeo, traslado y distribuci­ón de drogas, hasta llegar a cobros por deudas o ajustes de cuentas por plazas de venta, sobre esto último pueden ser amenazas, agresiones y/o hasta el homicidio”, apuntó.

Eso sí, dijo, cuando los menores cometen un delito, buscan actuar en grupo, circunstan­cia que los lleva a ejercer mayor violencia. Además, son poco temerosos en cuanto a las consecuenc­ias que podrían tener sus actos.

Primero, porque creen que al actuar en grupo no los podrán procesar; segundo, porque las mismas bandas los engañan al decir que “a ellos no les pueden hacer nada por ser menores”.

Por el contrario, recordó la jefa policial, las investigac­iones son más expeditas porque así lo establece la Ley Penal Juvenil y eso es lo que, hoy “tiene a muchos menores presos, descontand­o hasta 15 años de cárcel”.

Para enfrentar esa realidad, el magistrado Álvaro Burgos, de la Sala de Casación Penal, insiste en la necesidad de la “alfabetiza­ción preventiva”, para que los jóvenes entiendan y conozcan a lo que se ven expuestos en caso de incurrir en delitos.

“Este es un tema de no solamente ser represivos. Por el tipo de población que es, el abordaje debe ser más que todo preventivo: desde darles oportunida­des educativas y de desenvolve­rse en un buen lugar, hasta en enseñarles que toda acción tiene un impacto”, concluyó.

Para frenar la vinculació­n de menores con delitos “no existe una receta mágica”, como expresó Álvaro Burgos, magistrado de la Sala de Casación Penal y coordinado­r de la Comisión Penal Juvenil.

Tampoco se trata de un problema nuevo, por el contrario, viene desde hace mucho “generando un desarrollo no solo en lo cuantitati­vo, sino en lo cualitativ­o”. Es decir, los menores, cada vez, participan en más hechos delictivos, y cometen muchos tipos de ilícitos.

Para él, más que preocupars­e, hay que ocuparse, y por eso, desde hace treinta años impulsa la “alfabetiza­ción preventiva”, que consiste en hacer entender a los menores de 18 años, de que si cometen una falta se verán expuestos a fuertes sanciones, entre ellas la privación de su libertad.

Ahora el proyecto está enfocado en involucrar al Ministerio de Educación Pública (MEP), al Patronato Nacional de la Infancia (PANI) y a la propia Comisión del Poder Judicial, para que estas capacitaci­ones sean parte del calendario escolar.

“Queremos impulsar un proyecto que se me ocurrió hace mucho tiempo, pero que ahora sea más estructura­do. Es una cuestión de ir a escuelas y colegios, a tratar de estimularl­os (a los menores) y capacitarl­os para que sepan sobre sus derechos, claro, pero también sobre sus obligacion­es.

“Es decir, que sepan que a partir de los 12 años pueden ser sujetos de sanciones muy severas, porque estamos en uno de los países que tienen las legislacio­nes más duras. Se aplicaría, entonces, eso de que en guerra avisada no muere soldado”, apuntó.

Al mismo tiempo, ofrecerles alternativ­as reales para no caer en la delincuenc­ia, como acceso a la educación, deporte y cultura.

Así, dijo, llegar primero a la mente de los muchachos e impedir que los grupos criminales los “endulcen”.

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CORTESÍA El magistrado Álvaro Burgos trabaja en un plan para educar a los jóvenes.

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