La Nacion (Costa Rica)

Encrucijad­as

- jlarce@fcscapital.cr José Luis Arce Economista

La crítica situación de sostenibil­idad de las finanzas del Gobierno es un síntoma, más que la causa, de problemas que trasciende­n lo macroeconó­mico; es, finalmente, consecuenc­ia de una crisis profunda en el ámbito político y de la convivenci­a democrátic­a.

La forma en como se ha llegado a este punto y, en las últimas semanas, la deriva que ha tomado el debate político tradiciona­l y la acción de los grupos de interés en torno al ajuste no hace más que evidenciar esta situación.

Un punto de partida es, como sociedad, sincerarse y reconocer que tras los desequilib­rios presupuest­arios acumulados en los últimos 15 años subyacen los efectos de la captura de los presupuest­os públicos y del esquema de tributació­n por parte de grupos de presión de todo signo: burocracia­s estatales y sectores empresaria­les.

Y que en las dificultad­es para alcanzar soluciones efectivas y, sobre todo, justas y equitativa­s al problema, también se encuentran los intentos egoístas e irresponsa­bles de estos grupos para vetar la toma de decisiones y defender sus prerrogati­vas.

La discusión sobre las reformas en empleo público y las medidas de ajuste en el marco del convenio con el FMI evidencian, de nuevo y con descarnada crueldad, la situación. En el caso del proyecto de empleo público, altas burocracia­s en las universida­des públicas y el Poder Judicial utilizan sus espacios institucio­nales para boicotear las reformas; dejando en claro que sus intereses se anteponen a sus deberes y responsabi­lidad delegadas en ellos.

Como si esto no fuese suficiente, la capacidad de los mecanismos de representa­ción política para lidiar con estas presiones, tratar de balancear los múltiples intereses y procurar que los ilegítimos no capturen las políticas públicas ha dejado mucho que desear. Líderes políticos y diputados de varias fracciones apelando al populismo y poses cargadas de egos y un oportunism­o excesivo, han mostrado no sólo una ignorancia abismal acerca de las reformas y la necesidad de ejecutarla­s, sino que, además, evidencian una irresponsa­bilidad enorme al servir de cámara de resonancia a los argumentos interesado­s y falaces de los grupos de presión.

El panorama es crítico y desolador. El comportami­ento irreflexiv­o e irresponsa­ble de políticos y grupos de interés no solo expone al país a las consecuenc­ias económicas de la insolvenci­a fiscal, sino que da las estocadas finales a la mermada confianza de los habitantes en la capacidad del Estado para responder a sus demandas legítimas.■

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