Solo una parte de la gente aún no inoculada puede tildarse de ‘antivacunas’
››Quienes no han llegado por las dosis pueden dividirse en tres grupos
Más de 800.000 personas en el país seguían sin aplicarse la vacuna contra la covid-19, según los últimos datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). ¿Será que ya se vacunaron todos los que querían y ahora solo quedan quienes la rechazan? La respuesta en realidad es más compleja y debe tomar en cuenta situaciones, si se quiere, previsibles, en una de las mayores campañas de vacunación de la historia.
Conocedores del tema consultados por La Nación coinciden en que no se trata de la acción de los antivacunas, pues solo una minoría de todos esos ausentes podría recibir ese calificativo.
En su criterio, las personas que no han llegado a recibir las dosis contra la enfermedad pandémica podrían dividirse en tres grupos: por un lado están quienes, por un motivo u otro, no han tenido acceso a la vacuna; un segundo grupo, el más grande, lo forman quienes tienen dudas y temores que pueden considerarse normales, pero que podrían ser aclarados. La mayoría de estas personas sí se vacunarían posteriormente.
Finalmente, están quienes de forma tajante rechazan el fármaco. De este último grupo se desprende un subgrupo que incluso busca disuadir a otros individuos de recibir el biológico.
Aparte, hay un número todavía más pequeño de individuos que, por condiciones de salud, tienen la recomendación médica de no vacunarse.
Falta de acceso. Para los habitantes del Valle Central o de los sitios más poblados de las zonas rurales, puede resultar difícil de entender que haya personas a las que no se les ha podido vacunar. Sin embargo, existen comunidades o viviendas que están muy alejadas, a las que no se ha llegado a pesar de los esfuerzos de los trabajadores de la salud.
“Disponibilidad y acceso no es lo mismo. Podrán tener un millón de vacunas, que si las personas no tienen cómo llegar a ellas o, para los vacunadores, es difícil llevarlas, va a demorar más tiempo aplicarlas”, puntualizó en su cuenta de Twitter la especialista en vacunas Rhea Boyd.
Randall Chavarría, director de la Región Huetar Norte de la CCSS, confirmó que en aquella región hay poblados que no solo están muy lejos de los vacunatorios, sino que también hay mucha distancia entre una casa y otra.
“Si yo abro un punto de vacunación en la Clínica de Santa Rosa (de Pocosol), probablemente va a llegar la gente que vive o trabaja alrededor de la Clínica, que anda por ahí. Son unas 5.000 o 6.000 personas de las 33.000 que corresponden a esa área de salud”, afirmó Chavarría.
También cuentan los subgrupos cuyo acceso se limita no por geografía, sino por edad. Es el caso de los adolescentes que, aunque sí tienen un producto disponible para ellos, están sujetos a una oferta limitada.
Dudas y temores. Es normal que los seres humanos tengas dudas o sientan miedo, señaló el epidemiólogo Melvin Anchía, también de la zona norte. Este grupo de individuos con dudas o miedo en relación con la vacuna contra la covid-19 es el más grande, pero si les aclaran sus interrogantes, aceptarán ser inyectados.
Frente a esa realidad, las autoridades de salud y otros grupos impulsan campañas que respondan a las necesidades de cada área de salud, videos explicativos e incluso visitas casa por casa para aclarar dudas, sobre todo porque este grupo puede ser presa fácil de la desinformación, que solo los confundirá más.
También se identifican individuos que le tienen desconfianza específicamente al producto de la farmacéutica
AstraZeneca y solo quieren que les ofrezcan la vacuna de Pfizer.
Rechazo. El grupo menor es el que más ruido hace. Son pocas las personas que formalmente rechazan la vacuna y nada las convencería de aplicársela, pero lo dicen tanto y tan fuerte, que parecen más, recalcó Anchía.
Entre ellos, además, hay variaciones. Están los que rechazan todas las vacunas y buscan evadir incluso las que deben recibir sus hijos, y los que solo se oponen a las dosis contra covid-19.
También hay quienes respetan a quienes sí se vacunan, mientras que otros emprenden una especie de cruzada para convencer a la mayor cantidad de personas para que no vayan a inocularse. Un grupo más pequeño podría incluso llegar a prohibir la vacunación en su grupo familiar.