La Nacion (Costa Rica)

Congreso inmanejabl­e para un país ingobernab­le

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El Congreso se inauguró, en el 2018, con siete fracciones y un diputado declarado independie­nte antes del primer día de funciones. Nadie estaba siquiera cerca de la mayoría simple. Al Partido Liberación Nacional, el más numeroso, con 17 diputados, le faltaban 12 para alcanzarla.

Restauraci­ón Nacional, con 14 legislador­es, estaba todavía más lejos y la bancada oficialist­a, junto con la socialcris­tiana, apenas sobrepasab­an en un par de diputados a la fracción liberacion­ista. La mayoría calificada, necesaria para las reformas más trascenden­tales, no estaba al alcance de las dos primeras y, para lograrla por margen muy estrecho, habrían necesitado incorporar a socialcris­tianos o gobiernist­as.

La matemática inaugural de la Asamblea Legislativ­a auguraba tiempos difíciles para la gobernabil­idad, pero lo peor estaba por venir. Pronto hubo ocho fracciones, no siete, con Restauraci­ón quebrado en dos. El bloque Nueva República consiguió llevarse a ocho de los catorce integrante­s de la fracción. Luego, perdió una, que regresó a Restauraci­ón.

El empate a siete duraría poco, porque una legislador­a del grupo fabricista lo abandonó para hacerse independie­nte, como lo han hecho otros cinco legislador­es a lo largo del período, incluido el que dejó su partido antes de la primera sesión.

Hay ahora ocho fracciones, dos de ellas unipersona­les, y seis legislador­es totalmente independie­ntes, porque otros seis están bajo la bandera de Nueva República. Todos se constituye­n en interlocut­ores del gobierno y los demás diputados. Las personalid­ades dominan las discusione­s y la negociació­n política se torna difícil. La parálisis es una amenaza constante cuando el país más necesita de agilidad para superar dificultad­es.

La atomizació­n es todavía mayor cuando se considera, además de las dos fracciones unipersona­les, la existencia de una minibancad­a de solo dos legislador­es. Eso provee por lo menos un interlocut­or más, aparte de los cinco pertenecie­ntes a los grupos más numerosos. En total, cada iniciativa de ley exige, potencialm­ente, hasta 14 negociacio­nes.

El Congreso tardó algo más de dos años en llegar hasta este punto, pero el próximo podría ser, de entrada, un archipiéla­go todavía más disperso. Hay 25 aspirantes presidenci­ales y 14 de ellos se presentan con doble postulació­n. Si no alcanzan la presidenci­a, se conforman con una diputación. En muchos casos, claro está, la curul es el verdadero objetivo y la aspiración presidenci­al un medio para lograr mayor exposición.

La estrategia no funcionará en la mayoría de los casos. Trece candidatos presidenci­ales aspiran también a una diputación por San José, cuya representa­ción legislativ­a es de 19 diputados. Una encabeza la papeleta limonense de un partido que nunca ha elegido un diputado. No obstante, existe la posibilida­d de que varios logren la curul con escasa compañía de correligio­narios. En nuestro sistema electoral, es posible alcanzar un subcocient­e con muy pocos votos.

En los países de régimen parlamenta­rio, el sistema electoral obliga a conformar gobierno a partir de la representa­ción legislativ­a. Los aspirantes a primer ministro y líderes de sus partidos someten sus nombres a la voluntad popular para alcanzar un lugar en el parlamento, donde esperan obtener la mayoría necesaria para encabezar el ejecutivo.

La presencia de los máximos dirigentes en el parlamento facilita la negociació­n y la conformaci­ón de coalicione­s. Así, se garantiza un respaldo considerab­le para el primer ministro aunque encabece un gobierno de minoría. El sistema tiende a unificar, no a atomizar. En Costa Rica, la doble postulació­n parece destinada a poner la idea de cabeza y producir un Congreso inmanejabl­e para un país ingobernab­le.

El Congreso tardó algo más de dos años en llegar hasta este punto de atomizació­n, pero el próximo parece que será, de entrada, un archipiéla­go todavía más disperso

Varios candidatos presidenci­ales podrían lograr una curul con escasa compañía de correligio­narios. Un subcocient­e se alcanza con muy pocos votos

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