La Nacion (Costa Rica)

Un nuevo comienzo en Alemania

El país necesitaba un quiebre con el pasado, y eso es lo que eligieron sus ciudadanos, si bien claramente optando por un gobierno desde el centro

- Joschka Fischer POLÍTICO ALEMÁN JOSCHKA FISCHER: ministro de relaciones exteriores y vicecancil­ler de Alemania entre 1998 y el 2005, fue líder del Partido Verde alemán durante casi 20 años. © Project syndicate 1995–2021

Alemania votó, y Angela Merkel, su canciller que parecía eterna, finalmente deja el cargo después de 16 años. De hecho, esa es la única certeza que han dejado las elecciones. Todo lo demás está en la ambigüedad.

A diferencia­s de sus vecinos al este del Rin, los alemanes no son revolucion­arios, y estas elecciones federales lo han demostrado una vez más. Los partidos de extrema derecha y extrema izquierda ha quedado todavía más debilitado­s.

La estabilida­d política y la continuida­d son una constante casi esencial para Alemania, debido a su historia, tamaño y ubicación en el corazón de Europa, y son valores que, evidenteme­nte, la mayoría de los ciudadanos alemanes tienen en alta estima. Si Merkel hubiera decidido ir otra vez como candidata, con total seguridad habría sido reelegida.

Y, sin embargo, esa misma mayoría se había vuelto plenamente consciente de que el estilo de Merkel no podía continuar. Su método de «conducir teniendo todo a la vista», esperando a que ocurran las cosas y titubeando, equivalía a una renuncia completa a una visión estratégic­a para Alemania y Europa.

El país necesitaba un quiebre con el pasado —un nuevo comienzo—, y eso es lo que eligieron sus ciudadanos, si bien claramente optando por un gobierno desde el centro.

Partidos tradiciona­les.

En la superficie, las cosas no parecen haber cambiado mucho. Como siempre, la lucha por la cancillerí­a —la jefatura del futuro gobierno federal—, será entre los dos partidos principale­s, el Socialdemó­crata (SPD) y la Unión Democristi­ana (CDU, con su partido hermano en Baviera, la Unión Socialcris­tiana). Cada uno obtuvo cerca de un cuarto de los votos, con una ligera ventaja para el SPD.

El derrocamie­nto directo de los otrora grandes partidos se habría parecido demasiado a una revolución y, en consecuenc­ia, no ocurrió.

El apoyo a los Verdes no aumentó lo suficiente como para que reclamaran la cancillerí­a, probableme­nte porque un mensaje similar se podía enviar de manera menos ostentosa.

El cambio de verdad, que según los estándares alemanes casi se podría llamar una pequeña revolución, radica en la repentina transición que significar­á abandonar las coalicione­s bipartidis­tas que antes eran la norma a escala federal: el futuro se caracteriz­ará por coalicione­s de tres partidos.

Si bien siguieron siendo los más votados, el SPD y la CDU se han visto seriamente debilitado­s. Por sí mismo, ese hecho cambiará de manera fundamenta­l el equilibrio de poder de cualquier gobierno de coalición futuro.

Es verdad que los dos partidos principale­s siguen teniendo la opción de mantener su «gran coalición» bajo el liderazgo de un canciller del SPD. Pero, a diferencia de una coalición de tres partidos, eso implicaría una continuaci­ón de la inercia de los años recientes en lugar de un nuevo comienzo. Nadie puede desear seriamente ese resultado.

Engrandeci­dos.

Más todavía, como escribió una vez Bertolt Brecht, «los grandes no permanecen en su grandeza, ni los pequeños en su pequeñez».

Las elecciones de este año muestran que los dos potenciale­s aliados más pequeños ya no lo son tanto.

Los Verdes lograron el 14,8 % y el Partido Liberal Demócrata (FDP) el 11,5 % de los votos, representa­ndo en su conjunto el 26,3 % (en comparació­n con el 24,1 % de la CDUCSU y el 25,7 % del SPD).

Si a pesar de sus grandes diferencia­s políticas se pusieran de acuerdo en asuntos de políticas sectoriale­s, personal y energía, podrían complicarl­e mucho las cosas a una coalición liderada por el SPD o la CDU, y dejarían la cancillerí­a como un puesto de importanci­a limitada.

Una coalición de tres partidos compuesta por dos bloques de igual tamaño representa­ría una remodelaci­ón fundamenta­l del sistema de partidos alemán. Y si los Verdes y el FDP la manejaran con sagacidad, es factible abrir una nueva dinámica ecológica, tecnológic­a y social, así como una política europea más activa, que mejore las perspectiv­as del Viejo Continente en una época definida por la reaparició­n de la política de las grandes potencias.

La tranquilid­ad y la autosatisf­acción de los años de Merkel deben quedar en el pasado. Y aunque para los protagonis­tas resulte difícil manejar esta nueva constelaci­ón, ese es siempre el caso cuando ocurre una renovación relevante.

Para lograr un nuevo comienzo, es necesaria la habilidad de conciliar elementos e impulsos contradict­orios en apariencia, una combinació­n de conflictos y acuerdos, y de dinamismo y estabilida­d.

En la era posterior a Merkel, la capacidad de dirigir el Estado exige precisamen­te esas habilidade­s. Para todos los europeos, la gran pregunta de nuestro tiempo es si estaremos a la altura de los retos del siglo veintiuno. ¿Cómo enfrentare­mos la crisis climática, las amenazas virales y el cambio tecnológic­o disruptivo? ¿Qué nos depara el inminente conflicto entre Estados Unidos y China, las dos superpoten­cias de este siglo?

La próxima coalición de gobierno alemán tendrá ante sí enormes desafíos en los ámbitos nacional e internacio­nal y, en particular, en las áreas en que ambos se encuentran.

Más jóvenes en el poder.

Las elecciones de este año marcaron además un cambio generacion­al. Los políticos entrantes, por lo general, son más jóvenes y necesariam­ente menos experiment­ados. Pero nadie los obligó a competir y nadie puede decir que no sabía a lo que se enfrentaba. El mundo está viviendo una completa y radical reordenaci­ón, y ni Europa ni Alemania evitarán sus efectos.

El electorado alemán ha hablado y, por lo que parece, lo ha hecho con bastante sentido común. Ha optado por salir de la inercia. Para finales de esta década, Alemania y Europa vivirán en una realidad totalmente nueva.

El próximo gobierno germano será medido por cómo manejó la transición del país en estos tiempos de cambio. La tarea será reducir al mínimo posible el daño al tejido social. Les guste o no, Alemania y Europa tienen por delante tiempos interesant­es.

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AFP
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