Pacto contra campaña sucia
Entre mis recuerdos de juventud, guardo la imagen de aquellas campañas electorales en las que los partidos políticos forraban los techos de las casas con banderas de plástico o tela. Los parabrisas de los carros eran tapizados con calcomanías del candidato preferido, y estaba de moda vestirse con las camisetas que regalaban en los mítines y las marchas.
Eran tiempos de plazas públicas en las que el aspirante presidencial y su corte recorrían el país reproduciendo, una y mil veces, un ritual aprendido de besos, abrazos y discursos. Era, en fin, una época en la que los signos externos se utilizaban con la intención de construir en el imaginario popular una percepción visual sobre cómo iba el pulso por la presidencia. Muchas de esas prácticas masivas fueron sustituidas por estrategias enfocadas en llegar a la intimidad del votante, a su comedor, oficina o habitación. Estas tácticas serán todavía más notorias en la presente campaña electoral, la cual recibió el miércoles el banderazo de salida del TSE.
Durante los próximos cuatro meses, la mayor cantidad de candidatos presidenciales en la historia intentarán atraer a un electorado indiferente y desencantado. Se trata de 27 propuestas cuyo reto es convencer y movilizar a los costarricenses en un proceso que, desde ya, parece destinado a resolverse en segunda ronda.
Las redes sociales e Internet serán, sin duda, la tarima en donde los estrategas tratarán de posicionar sus mensajes para convertir la mayor cantidad posible de «me gusta» en votos. No obstante, si algo nos ha confirmado la pandemia, es la enorme porosidad que tienen las plataformas digitales para transmitir verdades a medias y mentiras, y para la manipulación.
No solo debería ser motivo de preocupación para el TSE, sino también para los partidos políticos, en vista de la posibilidad de que un exceso de desinformación termine de congelar al votante o crispar los ánimos en momentos en que se necesita serenidad para tomar una decisión fundamental.
Frente a esta amenaza, sería útil que los actores en el proceso suscriban un compromiso ético, una alianza, un pacto para llevar a cabo una campaña basada en ideas y soluciones, y combatir toda campaña sucia. ¿Será mucho pedir?