La Nacion (Costa Rica)

En campaña

- Eduardo Ulibarri PERIODISTA Y ANALISTA radarcosta­rica@gmail.com

Ya es oficial: el miércoles comenzó la campaña electoral. La solemnidad de su convocator­ia, realizada por Luis Antonio Sobrado, presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, junto con los demás magistrado­s electorale­s y presidente­s de los poderes Ejecutivo, Legislativ­o y Judicial, es de sobra justificad­a. Más solemne aún es lo que sigue: una competenci­a que culminará con la elección de los 60 cargos más importante­s para la conducción política de la nación: un presidente, dos vicepresid­entes y 57 diputados.

Siempre tendemos a calificar de determinan­te cualquier circunstan­cia o prueba que enfrentemo­s. Esta, sin embargo, lo es en serio, no solo por la situación del país (mejor de lo que muchos dicen, y no peor que otras veces), sino por la atomizació­n de las candidatur­as.

El gigantesco abanico de propuestas refleja una sociedad cada vez más dispersa, una insuficien­cia de los principale­s partidos para canalizar las aspiracion­es emergentes y un sistema de representa­ción en los límites de su funcionali­dad: algo anda mal cuando existen 27 aspirantes presidenci­ales, 17 de ellos con doble postulació­n. El resultado inmediato es una recarga de volatilida­d, confusión y personalis­mo como nunca antes había existido en una elección.

Sin embargo, no podemos adelantar desenlaces. Es posible que la dispersión de candidatur­as lo sea del resultado, sobre todo legislativ­o, y traiga monumental­es retos de gobernabil­idad para el próximo cuatrienio, pero también lo es que, ante tantos partidos y candidatos, el electorado se decante por los más serios, responsabl­es, conocidos y preparados, y descarte aquellos que ni siquiera llegan a la categoría de espejismos.

Si la campaña lograra superar los simplismos burdos, conducirse con respeto, centrarse en propuestas sólidas y, sobre todo, en cómo y con qué recursos impulsarla­s, podríamos culminar el proceso con razonable éxito. Por el lado de la oferta, no hay garantía de que ocurra: el objetivo central de cada candidato es ganar y lo más responsabl­e no siempre coincide con lo más eficaz para captar votos; al menos, eso creen. Debemos, entonces, exigir desde la demanda: los ciudadanos que elegimos, los medios que inciden en la agenda pública y los líderes de opinión con capacidad de valorar promesas. Quedan cuatro meses.

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