Urge crear la defensoría de la lengua española
Hace poco pasé a recoger a dos amigos españoles que volvían de Guanacaste en un vuelo local. Destino: aeropuerto Juan Santamaría. Obviamente, me dirigí al sitio de esos vuelos y lo primero que vi externamente en el gran edificio fue un enorme rótulo: «Aeropuerto doméstico».
¡Vaya —me dije— aviones que vuelan dentro de esta gran casa! Porque el vocablo anotado es otro pésimo calco más del inglés, idioma en el que sí existe esa acepción; no en español, idioma que no necesita tal préstamo, cubierto por términos aptos como local o nacional.
Como simple lector no especializado ni en lingüística ni en filología, me asombra el descuido con que en tantos medios escritos, públicos o privados, se utiliza nuestro idioma: periódicos, revistas, agencias de publicidad, rótulos comerciales o de señalización vial, etc.
Ya me acostumbré, a regañadientes, a que al pagar en un negocio me entreguen un voucher, lo que siempre tuvo un nombre muy castizo: comprobante; o que me obsequien stickers, lo que son simples pegatinas para llenar libretitas.
Hace falta, en este país, la figura del defensor del español. Ya ni siquiera uno encuentra en los diarios nacionales algún espacio donde buenos escritores orienten en el mejor uso del idioma. Tampoco lo hay para que especialistas (en las universidades, en la misma filial de la RAE, en el Ministerio de Educación) guíen en el uso correcto de la lengua hablada o escrita.
Las lenguas evolucionan y el pueblo es el principal actor, pero a ello no debe ser ajeno el esencial papel que desempeñan en la orientación quienes hacen de la lengua su campo de trabajo, de investigación y estudios.
A 200 años de acabar nuestra relación política con la corona española, estamos perdiendo uno de los rasgos propios de la idiosincrasia de un pueblo: su lengua.
Me asombra el descuido con que los medios escritos utilizan nuestro idioma
El Estado y sus instituciones parecen estar propiciando la implantación del inglés como segunda lengua, algo en todo caso muy discutible, si antes no se promueve una gran campaña nacional para mejorar el empleo del español en todas las instituciones del Estado y medios de comunicación públicos o privados.
Empecemos por establecer la defensoría de la lengua y, paralelamente, la mejoría de la enseñanza de la lengua en escuelas y colegios. Démonos por satisfechos cuando nuestros pupilos sean capaces de hablar coherente y claramente, sin el uso de tantos vulgarismos y muletillas, y cuando escriban con naturalidad y corrección gramatical y ortográfica textos propios de su nivel de aprendizaje u otro superior. En todo lo cual, y en términos generales, los resultados son pavorosos hoy.