La Nacion (Costa Rica)

¿Por qué ganamos el Earthshot?

- Olman Segura Bonilla PROFESOR DE ECONOMÍA EN LA UNA osb1610@gmail.com

Corría el año 1994 cuando discutíamo­s acaloradam­ente sobre el concepto de valor del ambiente y los recursos naturales. Debatíamos sobre la innegable importanci­a de los bosques, la fauna, la biodiversi­dad y, con ella, todos los ecosistema­s, pero estábamos enfrentado­s a la terrible deforestac­ión del país, a pesar de las multas y leyes que la prohibían.

El ministro de Ambiente y Energía René Castro Salazar nos lanzó el reto para que buscáramos la forma de reconocer el valor de los servicios ambientale­s que producían los ecosistema­s terrestres. Según el criterio de los más conservaci­onistas, no se podía; era inconmensu­rable; los más desarrolli­stas determinar­on que el mercado ya los valoraba, pero en cero. También, se consideró que sería perverso continuar perdiendo los bosques y sus servicios ambientale­s por la imperfecci­ón del mercado.

La economía de los recursos naturales nos brinda una serie de metodologí­as para aproximar el valor de los intangible­s que no se transan en el mercado. Pero lo más importante fue plantear una innovación económica, es decir, un instrument­o capaz de fijar un valor e introducir­lo al mercado de bienes y servicios transables.

Los inventos o innovacion­es de productos tangibles o intangible­s no sirven para nada si no son reconocido­s por las personas en los mercados económicos. En nuestro caso, se calculó el valor de los servicios ambientale­s de los bosques y se planteó la posibilida­d de otorgar un pago por esos, con la condición de que el dueño de la tierra continuara su actividad productiva de forma sostenible.

En 1996 fue promulgada una nueva ley forestal, que institucio­nalizó la retribució­n y creó el Fondo Nacional de Financiami­ento Forestal (Fonafifo) para financiar, especialme­nte a pequeños y medianos productore­s, las actividade­s forestales.

Los servicios ambientale­s se definieron como los que brindan el bosque y las plantacion­es que inciden directamen­te en la protección y el mejoramien­to del medioambie­nte, como mitigación de emisiones de gases de efecto invernader­o; protección del agua para uso urbano, rural o hidroeléct­rico; protección de la biodiversi­dad, para conservarl­a y utilizarla de forma sostenible,

El pago por servicios ambientale­s es el mejor ejemplo de lo que debe ser una política de Estado

y con fines científico­s, farmacéuti­cos, investigat­ivos y para mejoramien­to genético. Asimismo, para la protección de ecosistema­s, formas de vida y belleza escénica para el turismo. Hasta ese momento nadie había pagado por servicios de tal naturaleza.

Esta formalidad legal transformó un servicio intangible en algo más tangible, que pasaba a tener valor y precio. Quedaba por resolver quién iba a pagar por ello.

Fonafifo era financiado por fuentes públicas y privadas, nacionales e internacio­nales, pero se esperaba obtener recursos provenient­es de la conversión de la deuda externa por naturaleza y del pago por los servicios ambientale­s que, por su gestión, realizaran organizaci­ones privadas o públicas, nacionales o internacio­nales.

La fuente de financiami­ento principal hoy somos los costarrice­nses que pagamos el impuesto sobre los combustibl­es. De esta forma hemos mostrado al mundo que en Costa Rica predicamos con el ejemplo, pues no solo nos interesa que los países contaminan­tes compensen a los otros por sus emisiones de gases, sino que nosotros también lo hacemos gravando los combustibl­es, para que dueños de bosques y plantacion­es preserven la masa forestal.

La innovación generó efectos virtuosos, pues al aumentar la cobertura forestal también se protegen las fuentes de agua y la biodiversi­dad y, desde luego, incrementa el turismo ecológico y de aventura.

Este cambio radical en la forma de estimar los servicios ambientale­s y materializ­arla mediante una retribució­n parece simple, pero no lo es. Ha significad­o una transforma­ción de la forma de pensar de unos y otros en las diferentes disciplina­s que parecieran están en contraposi­ción: ecologista­s y economista­s.

Ha producido un cambio en la educación, en escuelas, colegios y universida­des, y ha variado la cultura forestal, agrícola y pecuaria. Las industrias asociadas y el transporte también han debido virar.

Los cambios institucio­nales han sido enormes, desde los registros de propiedad hasta las formas como se valoran las fincas, que antes se decían «incultas» y de escaso valor si estaban cubiertas de bosque.

En fin, se ha conformado un sistema de innovación forestal que ha sido objeto de investigac­ión a escala mundial y de cientos de artículos científico­s al respecto.

El reconocimi­ento a Costa Rica de la fundación apoyada por el príncipe Guillermo, por la creación de una política económico-ambiental, es justo porque muestra visión del futuro y una política que los diferentes gobiernos han respetado hasta hoy.

El modelo demuestra que entre todos es posible desviarnos del rumbo que llevamos hacia la destrucció­n del planeta y promover, más bien, una tierra próspera para nuestros hijos, nietos y quienes nos sucederán.

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FOTOGRAFÍA DE RAFAEL PACHECO GRANADOS

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