La Nacion (Costa Rica)

Madre y bebé pierden su único apoyo económico debido a la covid-19

› Familia recibe soporte de la Asociación Pro-ayuda Post-covid

- Ángela Ávalos aavalos@nacion.com

Recibir la noticia de que sería papá fue uno de los momentos más memorables para Jairo Navarro Cortés, de 43 años, recuerda su pareja, Lucía Marín Loría.

El futuro papá le compró la cuna y un champú al bebé apenas se enteró de la noticia. Con su sueldo en trabajos de enderezado y pintura, planeaba tenerle al primogénit­o de la pareja algo nuevo cada semana, hasta que naciera.

La covid-19 desbarató sus planes en un abrir y cerrar de ojos. No solo le arrebató a Jairo la oportunida­d de conocer a su hijo. También tiró por el suelo el anhelo de la pareja de formalizar su relación de cinco años y casarse el día del té de canastilla.

Cuando Jair Adán nació, el 9 de setiembre, en el Hospital Max Peralta de Cartago, su papá tenía cuatro meses de fallecido. Murió en el mismo sitio donde nació su hijo tiempo después, luego de contraer el coronaviru­s en abril. No logró vacunarse a tiempo y enfermó gravemente. Era asmático, se complicó y pereció, el 12 de mayo.

Su repentina desaparici­ón dejó a Lucía no solo golpeada anímicamen­te. La muerte de su pareja le quitó el principal sostén económico a esta familia en ciernes, pues la joven, de 28 años, dependía de Jairo para cubrir todas sus necesidade­s y las del pequeño.

La situación para la novel mamá y su bebé es complicada, pues el hombre llevaba más de una década sin cotizar para la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) y, aparenteme­nte, no reunió suficiente­s cuotas para garantizar­les una pensión por viudez y orfandad. Además, para que Jair lleve los apellidos de su papá, tendrán que empezar un largo proceso de reconocimi­ento, explicó Marín. Esto incluye pruebas de ADN con los abuelos paternos.

Lucía sacó un rato de su tiempo para compartir su historia con La Nación. Ser mamá primeriza y tener a un bebito tan pequeño, con apenas un mes y 15 días de nacido, demanda mucho trabajo.

Junto a su hijo, ella buscó cobijo en casa de sus padres, en Cartago. Ahí viven desde la muerte de Jairo. El sueldo de su papá, como operario del acueducto municipal, intenta estirarse para cubrir las crecientes necesidade­s del niño. Pero no es suficiente. Por eso, la familia que ahora integran Lucía y Jair (Jairo, en hebreo) es una de las 26 que recibe ayuda de la recién creada Asociación Pro-ayuda Post-Covid (APAP-Covid).

Este grupo privado, sin fines de lucro, que se financia con donaciones, es prácticame­nte el primero en su tipo que surge en el país, en momentos en que hay más de 555.000 casos del virus acumulados desde el 2020. La pandemia afectó más allá de la salud física de las personas: su economía y su salud mental.

Un diario con comestible­s les llega cada mes y cajas de pañales para el bebé. Lucía ha recibido apoyo psicológic­o de esta Asociación al formar parte del grupo de quienes han perdido a uno o a varios seres queridos.

Casi 7.000 personas han muerto por causas relacionad­as con esta enfermedad desde que el país declaró emergencia nacional, en marzo del 2020, según datos del Ministerio de Salud. La cantidad de decesos se disparó en la más reciente ola pandémica, cuyo pico se alcanzó en mayo, cuando Jairo Navarro sumó su nombre a las estadístic­as de víctimas mortales.

‘Ángeles en el camino’. “Nos despedimos de él mediante una llamada telefónica. Despedirse fue solo que le pusieran el teléfono al oído para que nos escuchara. Ese mismo día, a las 11:30 de la mañana, nos volvieron a llamar para decirnos que él había fallecido. Fue un dolor demasiado grande”, recuerda Marín al relatar la muerte de su compañero, el miércoles 12 de mayo.

Ella no quiso verlo por videollama­da o ir a reconocer su cuerpo. Con un embarazo de cinco meses a cuestas, admitió que carecía de suficiente­s fuerzas, físicas y emocionale­s, para dar esos pasos.

“Mi papá me mandaba aunque sea un paquetito de arroz. En eso, pedimos ayuda a la Comisión Nacional de Emergencia­s de Tres Ríos, y ahí fue cuando me contactaro­n con la Asociación, y empezó la ayuda económica y emocional. Se han convertido en mis ángeles. No tengo palabras porque cada mes me han ayudado con comestible­s”, dijo.

La fama de la Asociación está corriendo en los hospitales apenas se enteran de historias similares a la de Lucía. Entre sus fundadoras hay dos médicas que vivieron la pérdida de sus esposos –trabajador­es de la Caja, ambos, del Hospital San Juan de Dios– debido al virus.

Se trata de las neumólogas Wing Ching Chan Cheng, quien labora para el México y coordina las clínicas de cesación del tabaco, de la Caja; y Lydiana Ávila, del Hospital Nacional de Niños. Chan preside la APAP-Covid.

“La iniciativa surgió de una paciente cuyo papá falleció en enero por covid. Varias familias se sumaron y ahora somos diez personas en la Asociación, que está inscrita formalment­e. La necesidad es mucha.

“La familia meta es aquella donde el sostén económico falleció por covid. Las historias son muy tristes, donde al duelo se suma la pérdida del sostén que representa un golpe económico”, acotó Chan.

Para Lucía y su pequeño Jair, encontrar la Asociación ha sido como hallar agua en medio del desierto. Todos los días, en un chat que se creó para este grupo, recibe mensajes de aliento para vivir su duelo.

Además, participa en charlas semanales y cuenta con asistencia de psicólogos que colaboran voluntaria­mente con esta Asociación.

Este acompañami­ento, le ha permitido a Lucía soñar con sacar la secundaria para asegurar un mayor bienestar para su hijo.

Las crecientes necesidade­s, que se han disparado de la mano de los efectos económicos de la pandemia, han hecho que esta Asociación se mantenga abierta a recibir donaciones para estas familias, y apoyo de profesiona­les que quieran realizar trabajo voluntario en diversas áreas como Psicología, Derecho, Comunicaci­ón o Trabajo Social.

 ?? CortESÍA ?? Lucía Marín y su hijo Jair Adán, de mes y 15 días de nacido. Ella tenía cinco meses de embarazo cuando su pareja, Jairo Navarro, murió de covid-19 a los 43 años de edad.
CortESÍA Lucía Marín y su hijo Jair Adán, de mes y 15 días de nacido. Ella tenía cinco meses de embarazo cuando su pareja, Jairo Navarro, murió de covid-19 a los 43 años de edad.

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