La trumpificación de Francia
Independientemente de lo que decida Éric Zemmour, la campaña seguramente se centrará en los temas divisivos que favorecen a los extremistas
Según una nueva en‑ cuesta, que causó conmoción en Fran‑ cia, Éric Zemmour, ensayista y presen‑ tador televisivo de ultradere‑ cha, conseguiría el 17 % de los votos si se presentara en la próxima elección presiden‑ cial. Eso lo coloca en segundo lugar, superando a Marine Le Pen, del partido ultradere‑ chista Agrupación Nacional.
Zemmour, que saltó a la fama en los primeros años del siglo con sus apariciones en televisión y una colum‑ na habitual en el periódico conservador Le Figaro, se ha convertido en un participan‑ te importante de un juego político que se prevé desesta‑ bilizador (aunque todavía se muestra remiso en relación con su posible candidatura presidencial).
Su megáfono político es CNews, un influyente canal de TV patrocinado por el multimillonario Vincent Bo‑ lloré, uno de los principales dueños del grupo Vivendi. Aunque sus programas más vistos no superan en gene‑ ral los 800.000 espectadores, CNews duplicó su audiencia en cuatro años, lo que lo sitúa en segundo lugar entre los canales franceses que trans‑ miten noticias las 24 horas.
El modelo de negocios de la empresa combina la cober‑ tura temática con comenta‑ rios y debates, en los que se simplifican cuestiones com‑ plejas y a menudo se presen‑ tan posiciones extremas.
El éxito reciente de CNews y Zemmour se basa en una actitud extremista y provo‑ cadora copiada de Donald Trump. Por ejemplo, el últi‑ mo y muy visible exabrupto de Zemmour fue pedir la pro‑ hibición de nombres «extran‑ jeros» como Mohamed.
Es verdad que la ultrade‑ recha francesa lleva treinta años obsesionada con el is‑ lam, la migración, los fraca‑ sos del sistema educativo y la presunta decadencia de la civilización francesa, pero la retórica extremista de Zem‑ mour puso estos temas en primer plano.
Llamarlo «extremista» no es ninguna exageración: en los últimos años, recibió dos condenas por discurso de odio e incitación a la violen‑ cia racial.
Distorsión de la historia.
Zemmour insiste en los mis‑ mos temas incendiarios en su nuevo libro La France n’a pas dit son dernier mot (Francia no ha dicho la última pala‑ bra). Con su confusión entre islam e islamismo, pretende estigmatizar la religión mu‑ sulmana en su totalidad y ati‑ zar el rechazo a la migración.
Sostiene que los migran‑ tes musulmanes van a «su‑ mergir» a los habitantes nativos de Europa, y que la «islamización de las calles» por parte de los nuevos «co‑ lonizadores» pone en riesgo la supervivencia de la nación francesa.
Escribe: «Ninguna ciudad, ningún pueblito en Francia está a salvo de bandas salvajes de chechenos, kosovares, ma‑ grebíes o africanos que roban, violan, saquean, torturan y matan».
Por supuesto que Zemmour distorsiona la historia con to‑ tal descaro. Asegura que el ré‑ gimen pronazi de Vichy «pro‑ tegió a los judíos franceses» durante la Segunda Guerra Mundial. Y como es de rigor, es agresivamente misógino y homófobo.
Zemmour quiere colocar estos temas en el centro del debate para la elección presi‑ dencial del año entrante. La autoridad a cargo de regular la telerradiodifusión en Francia, Le Conseil Supérieur de l’Au‑ diovisuel (CSA), ya decidió tra‑ tarlo como candidato y llevará registro del tiempo que apa‑ rece en TV, para que no tenga más que otros contendientes.
Camaleónico.
El fenómeno Zemmour preocupa a los parti‑ dos políticos franceses de todo el espectro político, aunque no por las mismas razones.
Inquieta a Le Pen porque espera ser la candidata que represente a la ultraderecha.
El voto de protesta en Francia suele dividirse entre el apoyo a los populistas y la abstención; y esta tendencia favoreció en general al partido de Le Pen, al menos hasta la elección del 2017.
Ese año, para darle legitimi‑ dad a su candidatura presiden‑ cial, Le Pen moderó el mensaje del partido y se distanció de su fundador y anterior líder (su padre Jean‑Marie Le Pen) y de su retórica reaccionaria, racis‑ ta y antisemita; al año siguien‑ te incluso rebautizó el partido. Pero la moderación no le cayó muy bien a su base de simpa‑ tizantes, de los que una pro‑ porción significativa se pasó a Zemmour.
En una encuesta publicada el 28 de setiembre, el apoyo a Le Pen rondó el 16 %, una caí‑ da respecto del 28 % que obtu‑ vo en la primera vuelta de la elección presidencial del 2017.
Zemmour también inquieta al partido tradicional de cen‑ troderecha, Les Républicains. Muchos franceses conserva‑ dores que no se sentirían có‑ modos votando por un partido con el historial antisemita de Agrupación Nacional pueden ver en Zemmour, que es judío sefardí, un vocero aceptable de las ideas actuales de la dere‑ cha en política migratoria.
Para colmo de confusión, Zemmour también se presenta como un defensor del gaullis‑ mo, con la adopción de tres de los temas favoritos de Charles de Gaulle: la independencia nacional, la política social y la idea de una Francia cristiana.
Jugando con las fronteras fluidas entre la derecha y la ultraderecha, se apropia de votos de los republicanos a los que Le Pen no puede aspirar.
Contra Macron.
Pero más allá del posible perjuicio de una candidatura de Zemmour para la derecha, también le puede resultar útil. Si Zemmour de‑ bilita a Le Pen, puede ocurrir que el retador del presidente Emmanuel Macron en la se‑ gunda vuelta de la elección termine siendo otro candidato de derecha como Xavier Ber‑ trand (que hoy es uno de los favoritos de las encuestas de opinión).
Macron tendría mucho más para preocuparse en un balo‑ taje contra Bertrand, candida‑ to capaz de recabar numeroso apoyo, incluso de votantes de izquierda y de centro que quie‑ ren evitar a toda costa la ree‑ lección del actual presidente.
A Macron también lo puede perjudicar el efecto negativo de la presencia de cuestiones de ultraderecha en el debate general, ya que no le resultará fácil destacar los logros econó‑ micos y sociales de su gobier‑ no, las medidas que tomó en el área de la educación y sus convicciones proeuropeas si tiene que hacer campaña con‑ tra un oponente que no para de hablar del «islam» y de la «migración».
Todavía no es seguro que Zemmour se presente. Algu‑ nos analistas dudan de que consiga el necesario aval de por lo menos 500 alcaldes. Pero no se puede ignorar el hecho de que un 17 % de los franceses apoyan su candidatura. Es evi‑ dente que una proporción sig‑ nificativa de la población está desilusionada con la camada actual de las élites políticas.
Cualquiera que sea su deci‑ sión, Zemmour, CNews y otros medios de derecha lograron cambiar el debate y obligar a todos los candidatos a enfocar‑ se en la migración y el delito.
Macron también tuvo que amoldarse, como muestra su decisión de imponer estrictas restricciones al otorgamiento de visados a marroquíes, arge‑ linos y tunecinos. Sin ser toda‑ vía candidato, Zemmour ya es una fuerza en la elección del año entrante.