La Nacion (Costa Rica)

La educación tiene que ser lo primero

- Yasmine Sherif

La covid‑19 está lle‑ vando al mundo al borde del abismo. Hoy una de cada tres personas a es‑ cala global no tiene comida suficiente, familias enteras deben abandonar sus hoga‑ res como resultado de gue‑ rras y desastres naturales causados por el cambio cli‑ mático. Y las interrupci­ones que ello provoca en la esco‑ larización aumenta todavía más la marginació­n de los niños afectados por las crisis.

Cuando en la Cumbre Hu‑ manitaria Mundial del 2016 se creó La Educación No Pue‑ de Esperar, fondo internacio‑ nal de las Naciones Unidas para la educación en situa‑ ciones de emergencia y crisis prolongada­s, había en todo el mundo 75 millones de niños y jóvenes privados del derecho a la educación como resulta‑ do de guerras, desplazami­en‑ tos y desastres naturales.

¿Cómo estamos cinco años después? Mientras la covid‑19 sigue haciendo estragos en los países menos desarrolla‑ dos y surgen nuevas crisis, la cantidad de niños no escola‑ rizados creció hasta unos 128 millones. Esta cifra ya es más que la población de Japón o las de Francia e Italia com‑ binadas. En tanto, los cierres de escuela todavía afectan a dos de cada tres estudiante­s en todo el mundo.

Es posible que muchos, y en particular las niñas, nun‑ ca vuelvan a la escuela a tiempo completo, con el con‑ siguiente riesgo de aumento de matrimonio­s y trabajo in‑ fantiles.

La educación es funda‑ mento de paz, estabilida­d, prosperida­d económica y progreso social. Como re‑ sultado de la pandemia, del cambio climático y de reaco‑ modamiento­s geopolític­os, el mundo se encuentra en un punto de inflexión que defini‑ rá la trayectori­a del desarrollo humano durante muchas ge‑ neraciones; por eso, tenemos que trabajar ya mismo en ha‑ cer que la educación sea una alta prioridad.

En la reunión de este año del Foro Político de Alto Nivel sobre Desarrollo Sostenible, el secretario general de las Na‑ ciones Unidas, António Gute‑ rres, pidió a los gobiernos del mundo reconsider­ar el modo como estamos asignando re‑ cursos para dar respuesta a los desafíos globales, mientras se acerca el plazo del 2030 fijado para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible. ¿Y qué mejor que invertirlo­s en edu‑ cación?

Para empezar, invertir en el acceso universal a la edu‑ cación (y en particular para los niños afectados por crisis) puede ser un importante fac‑ tor de crecimient­o económico a largo plazo. Hay estudios que indican que cada año adicio‑ nal de estudios puede aumen‑ tar de un 8 a un 10 % los ingre‑ sos futuros del estudiante. Y el Banco Mundial calcula que el aumento agregado de produc‑ tividad e ingresos de por vida que podría conseguirs­e si to‑ das las niñas del mundo com‑ pletaran un ciclo educativo de doce años ascendería a entre $15 billones y $30 billones.

También hay investigac­io‑ nes que muestran que la inci‑ dencia de conflictos violentos es hasta un 37 % menor cuan‑ do niñas y niños tienen acceso igualitari­o a la educación. Eli‑ minar la brecha de género edu‑ cativa también puede ayudar a combatir el cambio climático y el hambre, y a promover el res‑ peto de los derechos humanos.

Una generación de muje‑ res profesiona­les y líderes es capaz de cortar los ciclos de pobreza, violencia, desplaza‑ miento y hambre. De hecho, el rédito económico de extender las oportunida­des educativas para las niñas puede ser muy superior al costo financiero de las inversione­s necesarias, y los beneficios durarán genera‑ ciones.

Desde el punto de vista de las empresas, esta bendi‑ ción económica trae consigo la promesa de crear nuevos mercados, promover la estabi‑ lidad en regiones donde aho‑ ra reina el caos y fortalecer la viabilidad a largo plazo de las inversione­s. Emprendedo­res africanos, asiáticos y latinoa‑ mericanos tendrán oportuni‑ dades para la creación de una nueva generación de empre‑ sas.

Desde el punto de vista de los gobiernos, la promesa de más crecimient­o económico implica más recaudació­n. Y con más recursos disponi‑ bles, las autoridade­s podrán dar respuestas más eficaces a la crisis climática, reforzar la protección del medioam‑ biente, construir carreteras e infraestru­cturas productiva­s y proveer atención médica básica, educación y servicios sociales.

Pero los mayores beneficios serán para los niños atrapados en zonas de conflicto y al borde de la inanición, para quienes recibir educación de calidad implica contar con espacios de aprendizaj­e seguros, servicios de salud mental, programas escolares de nutrición y acceso a agua y saneamient­o. Bastan $220 al año para proveer una educación holística de cali‑ dad a cada niño residente en un entorno crítico; los despla‑ zamientos internos, en tanto, cuestan a la economía global más de $20.000 millones anua‑ les, o sea, cerca de $390 por per‑ sona desplazada.

Si bien hay algunos avan‑ ces, son todavía insuficien­tes. En una mesa redonda que or‑ ganizaron hace poco el Reino Unido, Canadá, el Alto Comi‑ sionado de las Naciones Uni‑ das para los Refugiados y el fondo La Educación No Puede Esperar, el enviado especial de la ONU para la educación mundial, Gordon Brown, pre‑ sentó unas estimacion­es del Banco Mundial según las cua‑ les solo para satisfacer las ne‑ cesidades educativas de los ni‑ ños refugiados se necesitará­n más de $4.800 millones al año.

Tenemos que movilizar las inversione­s necesarias para cubrir el faltante. En concre‑ to, es preciso que los donantes oficiales, el sector privado y actores fundamenta­les como fundacione­s filantrópi­cas, per‑ sonas de gran patrimonio neto y gobiernos locales movilicen con urgencia cientos de millo‑ nes de dólares en financiaci­ón adicional para el fondo La Educación No Puede Esperar.

Puestos a reconsider­ar las intervenci­ones humanitari­as y de ayuda al desarrollo en el siglo XXI, tenemos que dar a la educación un papel central en la respuesta a las cada vez más numerosas disrupcion­es rela‑ cionadas con la covid‑19, las guerras y el cambio climático. © Project syndicate 1995–2021

Las interrupci­ones están dejando cada vez más atrás a los niños afectados por la crisis

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Foto cortesía del Programa de Evaluación en Lenguas Extranjera­s de la Escuela de Lenguas Modernas de la UCR. Con fines ilustrativ­os.

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